REPERTORIO AMERICANO.
13:31 Juan Montalvo y yo en París muy sobrio. Envio del autor. En el primer centenario del nacimiento de Montalvo: 13 de Abril de 1932.
Cielo de mirada llorosa. El otoño mocorazón bajo su planta? Yo no quise preteaba el aire con sus plumillas de nieguntarle nada a fuer de discreto, aunve. Don Juan sacudía de vez en cuanque sabía algo de sus cuitas de amor do su negio vestido o se destocaba gay de su felicidad y tortura de padre que llardamento dei sombrero de copa y hano quería dejar a su hijo en tierra francía volar a capirotazos los cɔpus conscesa.
telados. Torcinos por la calle de San Seguimos por el Doulevard de la MaHonorato y entramos en casa de Voidelaine y pasan. os por la Opera. Me sin, escoltada de espejos y relumbrante acuerdo todavía de mi emocionada vide cristalería. Luego, sentados ante una sita a la oficina de los Grandes Jouir.
mesa cubierta de mantel albísimo, mi neaux Latins Americaines a donde ſui señor don Juan sorbió una media docea ver al poeta César Vallejo. La fana de ostras y dió cuenta de una chuchada del edificio de la Opera nos celeta de cordero, truchas y legumbres rró el paso con su mole inmensa.
verdes. Aquí conocí a Doña Eugenia, Em ¿Truchas, maestro? le pregunté peratriz de Francia. dijo don Juan un poco asombrado.
Montalvo. de las buenas, que son gloria del Boulevard de las Hijas del Calvario.
paladar, me contestó.
Jardín de Aclimatación. Puerta de Ncui Por ahí me dijeron que era usted lly. He aquí la vieja encina en cuya corteza, en otro tiempo, los enamorados gra ¿Quién lo duda? Se puede comer híbaban nombres y fechas. Dulce alame.
gado de ganso o uvas tesalianas, como da de la Puerta Maillot donde las hojas Platón, cobriamente. Hay que huir do en tropel van prendidas a la clámide rela hartura que hace morir esa gran masonante del viento. Entre los árboles, el ravilla que es el desco. ahora venga lago de las patinadoras, El maestrɔ vió un camembert maduro.
alsi en otra estación a las muchachas de El vino ahí se quedó intocado, porque París, calzadas de alados patines, descriJuan Montalvo tanto el maestro como yo preferíamos bir figuras geométricas sobre la página las libaciones de agua, que nos traían Bronce de Michelet cándida de la nieve.
la memoria de nuestra meseta andina.
Un silencio manso caía de los árboles (i Agua del Ambato con gusto de y se iba entrando por los canales durazno y agua de mi Machangara Las niñas del examen más secretas, del alma, como un mar de lágrirnas natal con clor a hierba nueva. De amenazando hacer sobremesa, solo unos minutos, porTomado de El Pichincha. Quito, 1895 naufragar el corazón, la vida misque don Juan quería caminar un poma. En ese trance me tocó a mí co, a pesar de que el film inmacu El que gusta de conteniplar las estrellas en el silen la de suspirar y don Juan, iniránlado de la nieve pasaba de cielo a cio de la noche, gusta asimismo de cultivar la ainistad dome a los ojos, dijo. La nostaltierra sin descanso. En sus viajes.
y el afecto de los niños. Alguna conexión secreta existe gia es una horrible enfermedad y por Alemania e Inglaterra, el maesentre esos ángeles visibles de! firmamento y los ángeles a ei! a están sujetos principalmentangibles de la tierra; entre csos niños de la bóveda cetro se había acostumbrado ya a la leste y los niños de nilestro rápido planeta. Si nos fuete los hijos de las montañas. Tu caricia refrescante de los volandera dahle apoderarnos de una estrella, así, resplardepena es la mía, hijo. Años lejos de ros copos, y la estación no hacía ciente, inquieta, alegre, la levaríamos a los labios, hala patria, por no ver la ruindad, el mella en su ánimo. Cubrió nuevaríamos mil extremos, dichosos de poseer una joya de. estado lastimoso a que la han llemente los negros anillos de su pe las de ese rico que tiene el universo lleno de prendas ina vado los malos gobiernos. El deslo con la romántica chistera, le ayu ravillosas. En cuanto a mí, eso me da pasar media notierro voluntario, antes que dejar dé a ponerse su abrigo señorial y che en una oscura soledad colgada de las siete cabrillas, que se contamine el alma de esa salimos por esas calles. Andando, las más hermosas de las constelaciones, o viendo y oyen poste de vileza que se ha enscñola noción del tiempo huyó de nues do a un grupo de niñas en los tempetuosos desahogos reado del Ecuador. Ellos, los irretra mente y París se nos ofreció a de su alegría. Entre las toaleras de que ha lleriado sus dentos, lanzarán su vaho de insulla vista en una sucesión interminalibelos el poetastro que hoy está haciendo el muerto, de tos sobre nuestra palabra, espejo miedo el azote, se halla c! decir que yo causo un terror ble de mágicas estampas. Nos memisterioso a los niños, quienes huyen de mí dando alaride verdad, y tratarán en vano de timos por entre los tilos canos del dos. El amor no infunde terror: solamente Jesús habrá echar polvo de olvido sobre nosoLuxemburgo y meditamos ante la querido más que yo a estos rapazuelos, que ignorantes tros. Ai fin, nuestras estocadas de fuente de Médicis y nos vimos rode la vida, cultivan sin saberlo la inocencia. Venid a luz acabarán con la tiniebla. Espera deados de blancas estatuas y escu mi los párvulos, dice el Seior. Ese pequeñuelo gordo, y confía que yo también supe conchamos entre las hojas misteriosos blanco, rubio, cresp. de ojos grandes y límpidos, que fiar y esperar, Borrero, Veintemilla, suspiros. De pronto cesó de caer la anda todavía con la gruesa pantorrilla al aire, ése es a García Moreno, el obispo Ordóñez, nieve y e! sol resplandeció en un quien llama Jesús. Esa muchachita de rostro ovalado, eran enemigos poderosos, pero a la bloque de nubes como una pepa de cuyos labios están ardiendo como dos piropos encendipostre los hice entrar a empellones oro en el cuarzo.
dos; cuyas mejillas echan lainas donde acuden a calenen la Historia con una marca de fue. Mire le dije señalando las vitarse los serafines invisibles; cuyos ojos son espejos donde se rira Dios cuando quiere ser chiquito; esa criatugo en la frente. Yo tuve mi nodrieras del palacio, lavadas por la che del huerto de los olivos en ra que impone la iey del amor con la belleza, el donailuz.
re, la gracia, ésa es la que llega a Jssús y se sienta en Ipiales, las estaciones de mi calva Se diría que están como emsus rodillas.
rio fueron los puertos y ciudades bebidas de Ópalo. me respondió don Acuerdome que en una de mis vueltas al lugar de de Europa; mas me considero feliz Juan.
ini destierro, no sabía yo donde poner los regalos de los con haber merecido una sonrisa de Del Luxemburgo dimos un sal pobrecilos que iban viniendo unos tras otros, a cual más la patria.
to a los Grandes Boulevares, cauce gordiflón, a cual más rubicundo. Uno me alarga la ma Le escuchaba en silencio, camide una activa multitud. Hombres no con un huevo; otro saca de la faltriquera un tauso; nando a su lado. Parecía crecer has.
borrosos y mujeres elegantes y herésta trae una o!! ita de leche, ésa abre el pañuelo pre ta los tejados su excelsa estatura.
mosísimas pasaban a nuestra vera.
nado de biscochuelos; y una mesticica de cuatro años Su voz me venía como del cielo y Don Juan dejó escapar un suspiro.
echa del seno un pollito que aturde con su pío pío. Cuansus ojos negros me guiaban con un do me pongo a revolver papeles antiguos, a cada paso Flora, Laida von Krelin, Lucrecia, doy con planas dedicadas al Cosmopolita; con muestras resplandor de eternidad.
Catalina, Aifosa. Cuál de estas La nochc iba entrando y apenas amables sombras hacía gemir ese (Pasa a la página siguiente) entrevimos, al pasar, entre sombras Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica