REPERTORIO AMERİCANO 357 La vuelta al viejo solar Envio del autor. Artículo primero de una serie interesante en que se hablará de la Cartago de antafio. Recomendamos su lectura Desde hace algunos días estoy otra le falta de originalidad y de fuerza. vez en Cartago, viviendo al calor de los manía para la cual no hay justificación cariños y recuerdos de familia, si no en en nuestras verdaderas tradiciones y que la misma casa, en el propio lugar en que no ha producido sino por excepción una nací. La antigua casa de mis padres se obra bien lograda.
fué para siempre, como se habían ido También le he dicho algo del Palacio ellos, como se fueron tantas cosas herMunicipal que construyó mi abuelo, Don mosas y tantas personas amadas, como Carlos Sancho, y del Colegio de San se fué nuestra juventud y como ha de Luis, que sí ha sido sustituído dignamenírsenos también la vida. Pero esta casite, y de las casas importantes, algunas ta, construída recién pasado el terremode las cuales eran realmente hermosas.
to con maderas de La Estrella y granDe la de las señoras Espinach, al norte des esfuerzos de Carlos uno de los tandel Parque, donde hoy se levanta un artos idos para siempre en el sitio donbolito perteneciente al viejo jardín, conde antes estaba el jardín de la otra, tieservo un grato recuerdo.
ne todavía para mí, mejor será decir paY como quiera que mis descripciones ra nosotros, pues que de esta vez ya no resultan insuficientes a mi objeto, trato vine solo, bastante calor de hogar. Aquí de ilustrárselas con ejemplos de las ciucalienta aún por suerte ia misma brasa dades que hemos visitado juntos en Esque nos calentó de niños. Es verdad que paña y en México. Cartago, le explico, la muerte no estuvo ociosa mientras antenía las calles empedradas al modo de dábamos fuera. La vida, sin embargo, Basílica de Nuestra Señora de los Angeles las de Cuernavaca, y por las casas tamtoma siempre su revancha, y cuando el bién se asemajaba bastante a esta encancorazón sufre la punzada del recuerdo, tadora ciudad mexicana. Más húmeda, la gracia y travesura de Marjorie inter tituir aquellas iglesias no le digo palaeso sí, que Cuernavaca que tiene un clivienen para distraer el pensamiento y bra, en la esperanza de que ella no se ma seco y el cielo siempre límpido que hacernos olvidar. Es la misma vieja tafije demasiado en el bizantinismo rames una delicia. En color también se le rea de la naturaleza que pone sobre las plón que cobija nuestra más antigua lequedaba atrás, aunque en ciertas épocas piedras de la vieja Parroquia la abigayenda religiosa, ni en el gótico ridículo del año, en marzo y abril, cuando florerrada alegría de sus flores a fin de suaque recuerda, sólo por contraste, la gracían las guarias sobre los tejados, Carvizar la ruina y vestir el abandono.
tago era una fiesta para los ojos. Su La Parroquia, es decir, sus paredes a ambiente, salvando diferencias de tamamedio hacer, y una que otra casa que reño e importancia, era más bien como el sistió el terrible estrujonazo de la tierra, de Morelia o Puebla. Como en estas dos es lo único que nos queda de aquel deliciudades levíticas, el aire era suave. y cioso Cartago que tenía tanto aire señotrémulo únicamente con tañidos de cam.
rial, tanto carácter de ciudad española, pana.
con sus techos de teja y sus muros enLo que sí no he tenido que explicarle jalbegados y sus calles tranquilas en a mi señora es nuestra neblina invasora que no pasaba nada ni nadie, excepto y nuestra llovizna pertinaz que a ella le el tiempo, y esto muy despacio, y en que recuerdan su Santiago de Galicia. Espeno se oía más que el tañido de las camcialmente las noches siguientes a nuespanas y los toques de corneta que anun.
tra llegada fueron perfectamente típicas, ciaban desde el Cuartel de Armas las tres dando los focos eléctricos la sensación Antigua Iglesia del Carmen horas cardinales que gobiernan la exisde fantásticos bigotes de gato. Esa netencia de todo buen cartaginés: las sieblina es la principal responsable de nueste de la mañana, para levantarse; las docia discreta de la iglesita que ideó el tro modo de ser, frío, retraído, gavetudo ce del día, para almorzar; y las ocho de Padre Páramo, una de las pocas cosas y huraño.
la noche, para recogerse, después de reNuestros antecesores de fines de la zado el rosario y bebido el chocolate.
que se han hecho en estas tierras con Colonia tuvieron una frase que hizo forYo suelo conversarle de estas cosas a buen gusto, sin ánimo de deslumbrar ni mi mujer en el empeño de que ella vea de enseñar la plata. Ah. esa manía tuna en su tiempo y que se recuerda aún porque sigue siendo nuestra más socola ciudad desaparecida con ayuda de la de que apenas está curándose ahora nuesrrida fórmula política. Tal frase, si bien imaginación, lo mismo que yo la veo con tra América por lo gótico, falsa y des. aplicable al espíritu de componenda de ayuda de los recuerdos. Suelo describir mayada como todas las imitaciones, tra todos los costarricenses, parece hecha a le lo mejor que puedo las viejas igle tando de disimular con alardes lo que propósito para describir el carácter de sias: el Carmen, la Soledad, San los cartagineses de entonces y Nicolás, Nuestra Señora de los de ahora. Aquellos eran homAngeles, San Francisco. Ningubres reservados, recelosos, mejor.
na de ellas, claro, podía compadicho, de todo lo nuevo, que no rarse con nada de lo que hemos se dejaban ganar fácilmente del visto en México, ni siquiera en entusiasmo, listos a calificar de Guatemala, pero al menos tenían espejismo engañoso lo que no escarácter, cierta seriedad tradiciotuviera dentro de su rutina y su nal, cierto recogimiento místico, ortodoxia. No sé donde he leído y uno que otro retablo antiguo que la primera edición de Don que logró impresionar, a pesar Quijote se vino casi toda a Amé.
de su primitividad, o tal vez derica; esto puede ser cierto, pero bido a ella, nuestra alma. Nada es evidente que aquí tuvo pocos subsiste de todo eso. Lo que no lectores, y esos pocos no se dedestruyó el terremoto lo dejaron jaron contagiar de la locura del perder los hombres. De las cons.
héroe de Cervantes. Nuestros trucciones que han venido a subIglesia de San Francisco abuelos no eran amigos de correr Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica