138 REPERTORIÓ AMERICANO en.
o temor; camina con más cautela que bido y con la humildad y la modestia de escapa de la Escuela de Caminos, ganoso ruido; no se sabe, al verla pasar, si va a quien no era un fatuo; singular y perede acudir a los estrenos de las comedias besar a un niño que duerme o va a ma grino ingenio, al que no le puede negar, de Ayala o de Tanayo; no ya tampoco tar a un hombre a quien odia. Nochc el que más se obstine en negárselo todo, cuando discute teorías estéticas en relaen sus ropas, en sus cabellos y en sus poderosa inventiva; vena fecunda, pu ción con el arte teatral, sino que tairojos. De sus cabellos brotan reflejos jante y caudalosa. Porque los nuevos bién se acuerda del crítico al hablar de metálicos, como de espadas que chocan dramáticos que hoy aparecen en España las Matemáticas puras, o de la Economía en desafío. batiéndose por ella; de sus y fuera de ella, son, con raras excepcio política, o de los oradores del Ateneo, o pupilas salen llamas de amor invencible, nies, aves de vuelo corto o de pulmones de la generosa juventud de su época, o infinito, febril; de pasiones insanas; de débiles y frágiles alas, que se ahogan hasta de un eclipse de sol. Trate de io venganzas crueles; de su boca, que al tras el primer vuelo. Echegaray man divino o de lo humano, del Arte o de la hablar ya muerde, ya besa, fluyen pala tuvo, en torno a su persona y a su la Ciencia, de casos sublimes o del suceso bras multicolores, ternezas y lamentos bor, la pasión de la multitud, el interés, más vulgar, el comentario sobre el crimezclados, rugidos y plegarias; su voz, la controversia, la adoración y el fervor tico no falta nunca. Es muy curiosorda o estridente, deja como un eco de populares ese aire que si no lo respira so. De la crítica y de los críticos hondos suspiros en el aire, como una in el dramaturgo, sucumbe durante medio trató también su discurso de invisible estela de lágrimas: siglo.
greso en esta Academia, contestado por este linaje de poetas es indispen Castelar, y a ellos consagró su famosa. Baja del cielo o sube de la tierra. sable a la vida del teatro en España. Porcomedia Un crítico incipiente, sin duda que así somos. Cabe entre nosotros, cla para sacudirse la pesada mosca, con un Sus manos, ya se cruzan para el ju ro es, el ingenio culto y exquisito que garbo, un donaire, un desenfado juvenil ramento o se crispan para la maldición labre y cincele sus producciones con lenuna zumba de viejo marrullero y expery el apóstrofe, ya buscan un rostro y titud y refinamiento antes de ofrecer to, una comprensión bondadosa y un saunos cabellos para acariciarlos, ya un pu las al público de tarde en tarde; pero la lero, en fin, que no parecen fruto de la ñal que va derecho a un corazón. gente anhela, llama, necesita al otro in misma pluma que se complació en arranRara vez sonríe. rara vez su frente genio, fértil y prolífico, que le alimente car tantos ayes al dolor humano. y en se muestra plácida y serena. Desde de continuo la apetencia y la sed de emobuscar constantemente los motivos de que asoma, parece nimbarla un halo si ciones, y que quiere que sea bien así su inspiración en lo patético de la vida.
niestro. Rara vez también habla, sin como robusto leñador, de hacha incansa. Admirable sátiza. Viva y donosísima gemir, y su lenguaje se diría dictado mu ble, que a la vez que tala el bosque va pintura del ambiente teatral de su tiemchas de ellas por el delirio o por el im sembrándolo, porque sabe que las hoguepo! En ella intervino su corazón más somnio. El poeta cuya musa es ha di ras nacionales consumen fácil y pronta que en ninguna otra de sus obras. Escho: Lo sublime del arte está en el mente toda la leña que en ellas caiga. tas, en general, son hijas de la fantasía, llanto, en el dolor y en la muerte. Por desventura o vicio, nuestro público de la mente exaltada; Un crítico incipienPor eso, y no sin misterio, hirió esa suele preferir a la leña vieja y resecil, te debió su existencia al dolor vivido, a dama enlutada la retina y el corazón del que arde en tan bellas llamas de oro, la lo que palpitaba en su torno, llegando niño de tres años apenas, que quiso asir leña fresca y verde, aunque arda peor.
a mortificarlo y a hacerlo reír a la vez con su manecita la barandilla del tea Oid ahora, aunque todos lo conoceréis, de manera que dió en la obsesión que tro la noche en que la vió para nosol el soneto en que describió Echegaray su hemos apuntado.
vidarla, modo de componer un drama. Asombroso ingenio el de Echegaray!
Aquella mano había de escribir, ro. Con el mismo desembarazo se movía dando la vida, La esposa del vengador, Escojo una pasión, tomo unat idea, en un campo que en otro! Querer, para y La muerte en los labios, y locura o de unos cuantos muñecos, que en el mundo, él, era dominar. Fué perseguido por musantidad, y Mar sin orillas, y El gran gaun problema, un carácter. y lo infundo, chos críticos, es cierto; por los que le leoto. y tantas y tantas obras más; cual densa dinamita, en lo profundo pedían lo que no podía darles: realisnio, dramas torturadores, arbitrarios, violen de un personaje que mi mente crea.
ponderación, equilibrio, armonía; lo que tos, deformes, si queréis, que afligen ei La trama al personaje le rodea más pugnaba con su temperamento lialma con las salpicaduras de su sangre, de unos cuantos muñecos, que en el mundo, bre y romántico, que creaba en la abuncon sus gritos de pasión, de duelo, de o se revuelcan en el cieno inmundo, dancia y en el desorden. Pero creaba. agonía, pero intensos, geniales, fuertes, Pedíanle también corrección y pulcritud o se calientan a la luz tebea.
arrolladores. y, por todo esto, bellos.
de forma, elegancia, justeza. esto lo La mecha enciendo: el fuego se propaga; El dolor, adueñándose de las almas; dió en muchos pasajes de sus dramas, el cartucho revienta sin remedio, el conflicto tremendo, fatídico, sin poaunque tales críticos no quisieran verlo.
y el actor principal es quien lo paga.
sible aurora, sin redención, sin remedio Aunque a veces también en este asedio. Qué sabes tú del delirio. piadoso o humano; la desesperación, enroscándose como sierpe a los corazones; que al Arte pongo y que al instinto halaga, figuras tétricas, horribles, en lucha de me coge la explosión de medio a medio. le dice el Conde de Argelez a su esmuerte con otras totalmente opuestas a posa, en la noche aciaga en que su casellas; cuadros de rosada felicidad, que lo largo de sus Recuerdos, ya citatillo va a caer en poder de los sitiadose ensombrecen repentinamente y se des dos, pero cuya oportunidad para nuestruyen por un hecho fortuito, como to. tro objeto es manifiesta, ya que en ellos rre que se desploma, herida del rayo o se retrata don José tan deliciosamente ¿Qué sabes tú del delirio sacudida del terremoto; una generosidad su bondad extrema, su ternura filial, su.
que infunde al hombre la guerra. si no sentiste en la tierra impetuosa en los corazones juveniles; ingenio amable y comprensivo, su ironía un ideal quijotesco en hombres que son sin hiel, su timidez y su modestia, a lo más martirio que el martirio locos, héroes o santos. Estas son, so largo de esos Recuerdos, repetimos, asoque impuso a tu blanca tez meramente señaladas, las característic algún beso enamorado ma una obsesión muy graciosa: la obse.
en el camarin dorado cas de la señera obra de aquel escritor sión del crítico, que lo fastidia continuaeminente; de aquel autor dramático com mente, como mosca en la siesta, y a ve.
de mi torre de Argelez?
batido con furia y exaltado con frenesí: ces lo exaspera y lo irrita. Hable de lo que oyó mil veces la palabra genio ha que hable, siempre asoma el crítico: la ¿Lo hubiera expresado mejor el más alto lagar sus oídos y tuvo que soportar mosca. No ya sólo cuando menciona cui poeta dramático? luego, a su hermaotras tantas silbidos y denuestos; que, riosos lances de su niñez, visiones terri no, el bastardo que lo traiciona, así le en la cumbre de la gloria ya, mereció de bles que tal vez, como él dice, pudieron dice el mismo personaje; sus compatriotas un grandioso y memo. engendrar su afición a los desenlaces rable homenaje, acogido por él con la trágicos o espeluznantes dados a sus Dame los brazos, Manfredo.
dignidad de quien sabía que le era de obras; no ya cuando de muchacho se Es quizá la última vez, res. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica