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264 REPERTORIO AMERICANO De los gusanillos que fueron maestros colaboradores de un hombre de ciencia sin pretensiones Envio de la autora Al Dr. Ricardo Moreno Cañas, a quien recordé al ver el retrato del Dr. Baer y al leer más de un detalle de la vida de este hombre admirable. no Hará unos dos años que encontré en una revista un grabado que llamó mucho mi atención: el retrato del doctor William Stevenson Baer, pintado por el artista inglés Harold Knight para un hospital de niños de Baltim re.
Este hermoso cuadro me conmovió profundamente. Es el retrato de un hombrazo que se vuelve todo bondad ante la camita de un niño enfermo. na carota tosca con una seriedad más acogedora que la sonrisa más amable; una gravedad tras la cual uno sabe que no hay mal humor sino apasionamiento; una seriedad hospitalaria como la de la sombra de un árbol corpulento en un día caluroso. lo que más me impresionó fueron las grandes manos en las que se siente la fuerza hilarse en seda para apoyarse en el lecho del niño que sufre.
no le permite dedicar mucho rato a la meditación, pues que allí están sus semejantes asesinándose en nombre de la cultura y de la patria, y él tiene que correr de un lado para otro cortando y remendando huesos.
hay que olvidar que son más de dosciento; los huesos del cuerpo del hombre y que las balas no respetan a ninguno de estos doscientos huesos. La unica reflexión que quizá pudiera hacerse mientras se inclina sobre un pecho abierto, una pierna despedazada o un rostro desfigurado, y manipula con sus manazas tan hábiles y suaves, fémures, rótulas o maxilares, es que en este mundo hay unos gusa. nillos que mantienen libres de infección las heridas que los hombres se abren unos a otros con sus metrallas y sus granadas. Un día de estos me habló una amiga del interesante artículo que había encontrado en la revista The Country Gentleman, sobre un médico norteamericano que había logrado curar la osteomielitis con las cresas (o gusanos como llamamos en Costa Rica a esas larvas) de la moscarda, una mosca un poco mayor que la mosca común, la cual deposita sus huevos en la carne descompuesta. Me prestó la revista y encontré el artículo, ilustrado con el mismo retrato del doctor Baer que tanto me conmoviera en otra ocasión. El artículo es de Paul de Kruif y trae preciosa información sobre el doctor William Stevenson Baer.
Está escrito con amorosa devoción. tanto como el retrato, me han conmovido los detalles de esta vida sencilla en la que las distinciones y los honores no logran ahogar la sabia humildad.
El doctor Baer era el médico director de una Escuela Hospital de niños, profesor de cirugía ortopédica de la Escuela de Medicina John Hopkins, y el mismo Presidente de los Estdos Unidos figuraba entre sus clientes. Sin embargo, semejante peso no le impide ponerse en cuatro pies para que los chiquillos de su hospital se le monten en la espalda y olviden en el juego la tristeza de sus huesos enfermos; y cuando se da cuenta de que los gusanos de una mosca son capaces de curar la osteomielitis comɔ no ha podido hacerlo ningún cirujano famoso con sus fierritos y sus antisépticos, busca humildemente la colaboración de las desagradables criaturillas.
Yo siento que hay una armonía perfecta entre las manazas de este hombre que saben posarse sobre las heridas de los niños cuyos huesos han sido atacados por el estafilococo, con la suavidad con que se posa una mariposa en las flores, y el gesto de su inteligencia inclinada con Terminada la guerra regresa Baer a los Estados Unidos.
Su saber y sus trabajos le dan fama y honor, y es curioso que una y otro, Dr. William Stevenson Baer no sea suficiente para hacerlo olvi(Cuadro de Harold Knight)
dar los gusanos de la moscarda. Por los intersticios del éxito se deslizan y se ponen a hacerle gestos de intelisencillez conmovedora ante la enseñanza gencia con sus cabecillas viscosas.
que le ofrecen unos gusanillos.
El doctor Baer no tiene hijos, pero ama a los chiquillos de su hospital como He aquí como el doctor Baer entra a la misma médula de su vida amplia, en relación con las cresas de la moscarsin limitaciones, de egoísmo tan vasto da: fué por ahí de 1917, durante la Gran que dentro de él caben los niños del Guerra.
mundo entero enfermos de los huesos; Baer es uno de los cirujanos ortopédi los trabajadores con infecciones en los cos norteamericanos que prestan sus huesos producidas por algún accidente; servicios a los heridos en el frente. Es los soldados con los huesos rotos en la tando en Francia, días después de una barbarie de las guerras. Todos estos famosa batalla, encuentra dos soldados huesos roidos por el estafilococos se le heridos que han permanecido sin comer meten como espinas entre el pensamienni beber, ni recibir auxilio alguno du to. Cómo sonarían en sus oídos de rante siete días. mal heridos, el hue médico que de verdad se interesa por so de la cadera despedazado, el caso en la suerte de sus enfermos, las risas de que el ochenta por ciento no escapa ni sus niños? Como la alegría perseguida aún bajo la asistencia del mejor ciruja por bisturís, tijeras, cinceles, sierritas, Con todo, no presentan mal color mercurocromo, solución de Dakin, yodo ni señales de fiebre. El doctor Baer le y con las alas envueltas en algodones y vanta con todo cuidado la ropa ensanvendas esterilizados. Sería cierto, y grentada y sucia, y un espectáculo ho por siempre cierto, como lo afirmaban rrible se presenta a su mirada: dentro muchos médicos de renombre, que la de las heridas que llegan hasta el vienosteomielitis es una enfermedad incutre, hierven miles de larvas blancuzcas. rable? En su gran duda negra se abrían cosa extraña, cuando se sacan los as unas hendiduras pequeñitas, justamente querosos animalillos, no se ve la menor del tamaño necesario para dar paso a señal de pús, de huesos podridos, los gusanillos que mantuvieron limpias ni de carne descompuesta: en los dos las heridas de los dos soldados francepoilus, las heridas están limpias, tienen ses, con esa limpieza roja de la carne un hermoso rojo vivo. Frente a seme sana. Son milagrosas las feas y pequejante hecho, el doctor Baer abre de par ñas criaturas, más milagrosas en esta en par sus ojos y se pone a pensar. ocasión que los mismos rayos del sol Se dice a sí mismo que los gusanos se que son cosa tan bella y poderosa y que han comido los tejidos muertos y todas nos baja de los cielos. su paso la pulas bacterias. y así, gracias a la votrefacción desaparece y brota la carne racidad de estos gusanitos no hay bacviva como la hierba sobre los campos.
terias que vayan a producir envenenaBajo la acción de estas larva, sus que.
miento en la sangre.
ridos chiquillos, arrojan lejos las muPero el encarnizamiento de la guerra (Pasa a la página 270)
no. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica