C REPERTORIO AMERICANO El poeta y el campesino (Viene de la página 72. legiada naturaleza le había abierto? Pa. Vamos, mi zorrito. exclamó; abrarecía que ella viviera en apariencia una za al padre. con los dos brazos.
vida semejante a la suya; pero qué bien fuerte. Cóino has pasado desde abismo entre sus almas. Tendrían ellas ayer?
sólo algunas incliraciones comunes. Ha Sacudió la cabeza la madre.
bría algo parecido que probara su frater. Tosiendo sienipre, dijo en voz baja.
nidad origina. Cada vez más dudaba. Papá, no es nada, replicó el niño Arnoldo. Cuando más reflexionaba, más con voz aguda; Luis me había llevado le pareció que la poesía flor inmaterial muy ligero en mi silla de ruedas; pery de todas las cosas era el privilegio de. al estoy bien, muy bien; me siento fuerta gunas clases selectas, mientras que el. como un hombre.
montón vegetaba sin rumbo en el marco Lo puso con cuidado el campesino en uniforme del prosaísmo.
tierra, lo apoyó en las muletas caídas y Tales pensamientos comunicaron a sus lo miró complaciente.
maneras un cierto desprecio descuidado. No hallas que crece, mujer. dijo por su guía, a quien no dirigió más la en un tono de voz de hombre que sienpalabra. Moser no manifestó ni sorpre te deseos de que lo animen. Camina un sa ni resentimiento y se puso a silbar un poco, Juan; camina, muchacho! Camiaire que interrumpía de cuando en cuan na más ligero y firme, eso irá bien, va do con las voces de aliento que dirigía a bien, mujer; hay que tener paciencia.
los caballos.
La campesina nada respondía, pero su Así llegaron hasta la casa en donde mirada se volvió al niño enfermo con los anunció el ruido de los cascabeles. una desesperación tan profunda que ArUn muchacho y una mujer de regular noldo se conmovió; por dicha Moser. edad aparecieron a un mismọ tiempo en se dio cuenta de eso.
el umbral. Vamos. aquí los polluelos, dijo. Eh, es el padre. gritó la mujer enabriendo la canasta que había sacado trándose de nuevo hasta la cocina, en del carro; hay para todos. En fila y exdonde se oían voces de varios niños que tiendan las manos.
corrieron hacia la puerta con gritos de El campesino acababa de mostrar tres alegría, y se prendieron a las piernas del panecillos blancos, dorados por la coccampesino.
ción: tres gritos de alegría se alzaron a. Un momento más, muchachitos. in la vez y seis manos se alargaron a coger.
terrumpió el padre con voz gruesa, hulos; pero todos se detuvieron como a una yendo hacia el carro, de donde sacó una voz de mando.
canasta cubierta; Fritz, deja, desengan. Juan. preguntaron los niños.
char. Que se vaya al diablo Juan, dijo alPero los niños continuaban sitiando al gremente Moser; para él nada hay esta labrador y gritaban todos a la vez. Se tarde: Juan tendrá su parte otro día.
inclinó para abrazar al uno después del Pero sonreía el niño y trataba de leotro; en seguida, dirigiéndose al con vantarse y así ver en la canasta. El lajunto: brador reculó un paso, separó con cau ¿Dónde está Juan. preguntó con tela la tapa y alzando el brazo con aire precipitación, como con inquietud. solemne, mostró a los ojos de todos un Aquí, papá, aquí, respondió una vo. pan dulce y prieto provisto de almencesita aguda que salía de la puerta de dras blancas y rosadas!
la casa; mamá no quiere que salga co:2 Total clamor de admiración. Hasta esta lluvia.
Juan no pudo contenerse en grito de No venga, no venga, dijo Moser, dicha; un rosa leve tiñó su semblante que espantaba los caballos desengancha pálido y le tendió las manos con una exdos; yo voy hacia ti, hijito; entren uste presión de avidez placentera.
des para que no le den ganas de salir. Ah. exclamó el campesino, cuya Los tres niños volvieron al umbral en cara se iluminó de placer infantil; toma, donde Juancito estaba de pie junto a mi viejo, toma; es sólo azúcar y miel.
su madre.
Le dió el pan dulce al jorobadito tréEra una pobre criatura tan cruelmenmulo de dicha, lo vió marcharse y.
te contrahecha que de pronto no habría, volviéndose a Arnoldo, cuando el ruipodido decirse ni su edad ni qué clase do de las mulctas. se perdió en la casa de enfermedad padecía. Todo su cueradentro: po encorvado por la enfermedad hacía Es el hijo mayor, dijo, con ternura una línea tortuosa y, por decirlo así, que leve en la voz; el mal lo ha deformado brada. Su cabeza desmedida se metía un poco; pero es fino como el coral y entre ambas espaldas desigualmente re. de nosotros tan sólo depende hacerlo un dondeadas, en tanto que el busto lo sos.
tenían dos muletas que reemplazaban las Hablando así, había atravesado la sala piernas atrofiadas, inhábiles para soste y metió a su huésped en una especie de nerlo.
comedor cuyas paredes encaladas tenían A1 acercarse el labriego, le alargó los como única decoración grabados de colobrazos enflaquecidos con un semblante res groseros. Entrando allí, Arnoldo disde alegría y de amor que iluminó la ca. tinguió a Juan sentado en el suelo, ro.
ra surcada de Moscr. Este lo alzó en las deado de sus hermanos, entre quienes remanos robustas, con un clamor de dicha partía el pastel que le regalara su padre.
enternecida.
Pero cada uno hallaba muy grande su parte y reclamaba que le dieran menos; fué preciso toda la elocuencia del giboso, para obligarlos a que aceptaran las partes tal como é! las daba.
El joven cazador observó algún tiempo este debate con interés singular, y le manifestó la admiración del caso a la campesina, cuando los niños volvieron a salir. Es cierto, mire, dijo ella con una sonrisa y un suspiro, que hay horas en que se diría que les aprovecha ver las enfermedades de Juan: entre ellos difícilmente ceden, pero ninguno rehusa nada a Juan: es como un ejercicio constante de la complacencia y de la abnegación. Eso es. preciosa virtud. interrumpió Moser. quién pudiera negar algo a un inocente tan sufrido. Es una tontería que un hombre lo diga, pero ese niño, óigalo bien, señor, siempre me mueve a llorar! menudo, cuando estoy en el campo, pienso en él de repente y me digo. Juan está muy malito. bien, Juan ha muerto! y entonces me.
doy prisa en mi tarea, y es necesario que yo ponga un pretexto para regresar a casita y ver lo que sucede. Después de todo, él sufre tanto y es tan débil! Si uno no lo ama mucho más que a los otros, sería más desgraciado. Sí, sí, replicó la campesina dulceniente; la pobre criatura es a un tiempo nuestra cruz y nuestra dicha; quiero mucho a mis hijos, señor; pero cuando oigo el ruido de las muletas de Juan sobre el piso, me siento presa de un estremecimiento de alegría: es una advertencia de que a la querida criatura aún no se la ha llevado el buen Dios. Me parece que Juan trae la dicha a la casa, como los nidos de las golondrinas prendidos a las ventanas; si yo no tuviera que cuidarlo, en verdad creería que nada tengo que hacer.
Arnoldo escuchaba estas ingenuas confesiones de ternura con un interés mezclado de sorpresa.
La campesina llamó a una muchacha para que le ayudara a poner la mesa; e invitado por Moser, el joven se acercó a un fogón de zarzas que acababa de reavivarse.
Como él se apoyara en la campana ahumada de la chimenea, observó un marquito negro que encerraba una hoja seca. Moser lo notó. Ah! Usted mira mi reliquia, dijo riéndose; es una hoja de sauce llorón que crece allá abajo, sobre la tumba del antiguo. el Emperador. Lo obtuve de un comerciante de Strasburgo, que había servido en la vieja (guarnición. No lo daría ni por cien escudos. Usted ha vinculado este recuerdo a ideas particulares. preguntó el cazador. Ideas, no, replicó el campesino; pero yo también tuve licencia en el cuarto de húsares, un valiente regimiento, señor, que se alistó graciosamente en Montmi.
rail! No quedaron más que ocho hombres de nuestro escuadrón: también cuando el Pequeño Caporal pasó por delante de la fila, nos saludó. sí, señor, saludó con su sombrero. Caracoles! allí había gente capaz de dejarse matar hasta el fin, comprende usted. Ah, era el padre del soldado!
gran señor. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica