212 REPERTORIO AMERICANO su.
su profesión. Se la había enseñado a parecía realzar su encanto. Otras geisconducirse en toda circunstancia posi has adquirieron renombre, pero ninguna ble, pues lo que ella no podía haber sa podía comparársele. Ciertos fabricantes bido le era perfectamente conocido a obtuvieron el derecho exclusivo de usar Kimika: El poder de la belleza y la su fotografía en las etiquetas de emdebilidad de la pasión; la argucia de las paque de su producto; y esa etiqueta enpromesas y el valor de la indiferencia; riqueció a esa casa.
y toda la folía y el mal que residen en Pero un día corrió de boca er: boca los corazones de los hombres. De ma la sorprendente noticia de que a Kiminera que Kimiko cometió pocos errores ko al fin se le había enternecido el coy derramó pocas lágrimas. En corto razón. Le había dicho un adiós de ver.
tiempo demostró ser como Kimika de dad a Kimika, y se había ido con alseaba que fuese un tantito peligrosa. guien capaz de darle todos los trajes preAsí es la lámpara para los alados in ciosos que ella quisiera alguien deseosectos nocturnos: De otro modo, la apa so de darle posición social también y garían. El deber de la lámpara es volde callar todo chisme referente a su paver agradables las cosas visibles: No sado pecaminoso alguien pronto a motiene malicia. Kimiko no tenía malicia, rir diez veces por ella, y por ella ya y no era demasiado peligrosa. Padres do medio muerto de amor. Kimika dijo que familia preocupados, descubrieron que no un tonto había tratado de matarse por había de part: de ella intención de en amor de Kimiko, y que Kimiko se había trar a formar en familias honorables, pe apiadado de él y lo había cuidado hasta ro ni siquiera de prestarse a idilios en devolverlo a su necedad normal. Taikoserio. Pero no era particularmente mise Hideyoshi había dicho que sólo a dos ricordiosa para. con aquellos mozalbetes cosas de este mundo le temía a un neque firman documentos con su propia cio y a una noche oscura. Kimika siemsangre, y que le piden a una muchacha pre le había temido a los necios; y un de baile que se corte la puntita del me necio le había quitado a Kimiko. añañique de la mano izquierda en prenda día, con lágrimas que no estaban del tode cariño eterno. Con ellos era lo bas do desprovistas de egoísmo, que Kinitante juguetona para curarlos de su ma ko nunca regresaría a su lado; Era caso jadería. Hombres ricos que le habían de amor de parte de ambos y como para ofrecido sus casas y sus tierras, a condurar varias vidas.
dición de poseerla cuerpo y alma, la haEllo no obstante, Kimika sólo a inebían hallado aún menos misericordiosa.
dias tenía razón. Era muy sagaz, no caUno de ellos fué lo bastante generoso be duda; pers jamás había podido ver como para comprarle la libertad incon ciertos rincones secretos del alina de Kidicionalmente y a un precio tal que Kimiko. Si hubiera tenido esa visión humika se hizo rica; y Kimiko se lo agrabiera gritado de asombro.
deció pero sig:tió siendo geisha. Daba calabazas con tanto tacto que no desIII pertaba odio, y sabía, en la mayoría de Entre Kimiko y las otras geishas halos casos, cómo hacer sanas las deses bía una diferencia de sangre noble. Anperaciones. Hanía sus excepciones, des. tes de asumir su nombre de batalla, se de luego. Un viejo a quien se le ocurrió llamaba Ai, que escrito con el símbolo que la vida no valía la pena de vivirla debido, significa amor. Escrito con otro si Kimiko no podía ser exclusivamente símbolo, el mismo sonido silábico signisuya, la invitó a un banquete una nc fica dolor. La historia de Ai es historia che y le pidió brindar en vino con él. de dolor y de amor.
Pero Kimika, acostumbrada a leer caras Se la había educado muy decentemenhumanas, puso té (que as del mismo te. De niñita se la había enviado a una color) en vez de vino en la copa de Ki. escuela particular que tenía un samurai miko, y así, por instinto, le salvó la vi. anciano, donde las muchachitas se senda a la muchacha pues apenas habían taban, con las piernecitas cruzadas, sopasado diez minutos cuando el huésped bre cojines, frente a mesitas escritorios insulso hacía la vía al Meido, solo, y, de doce pulgadas de alto, y donde los sin duda, grandemente desilusionado. maestros enseñaban de balde. En estos Después de esa noche Kimika resguar días en que los maestros perciben saladaba a Kimiko como una geta montés rios mejores que los de los oficinistas cuida a sus gatitos.
oficiales, la enseñanza no es ni tan honLa gatita se volvió manía de moda, rada ni tan agradable como antes era.
boga loca el delirio una de las gran. Una sirviente acompañaba a la niña de des cosas que ver y sensaciones que sen su casa a la escuela, y de regreso, lletir, de la época. Hay un príncipe ex vándole los libros, la cajita de escribir, tranjero que recuerda su nombre: Le el cojín de arrodiliarse y la mesita.
envió un regalo de brillantes que ella ja Después ingresó en una escuela púmás se puso. Recibió multitud de otros blica elemental. Acababan de publicarse presentes de cuantos podían darse el lu los primeros textos modernos. de verjo de agradarla; y la ambición de la siones en japonés de cuentos ingleses. juventud enchapada en oro era obtc alemanes y franceses sobre el honor, el ner sus gracias, así fuese durante un deber y el heroísmo, con figuritas mesolo día. Ello no obstante a nadie le per nudas e inocentes de gentes occidentamitió creerse favorito especial, y se ne les en trajes que jamás fueron de este gó a pactar cariños eternos. toda pro mundo. Esos lindos libritos soñadores testa a ese respecto respondía que co son ahora una curiosidad: Hace tiempo nocía su lugar. Hasta señoras respeta que se les ha substituído por compilaciobles hablaban de ella no sin bondad nes pretenciosas, editadas con mucho que jamás su nombre figuró en desave menos cariño y buen sentido. Ai aprennencia o desgracia de hogar. En ver dió bien. Una vez al año, en época de dad que conocía su lugar. El tiempo exámenes, cierto gran funcionario acostumbraba visitar la escuela y hablarles a los niños corno si él fuese su papá, acariciándoles las sedosas cabecitas al distribuirles premios. Ese gran funciona.
rio es ahora un hombre de estado que se ha retirado de la vida pública, y sin duda que ha clvidado a Ai; y en las escuelas de hoy, nadie acaricia a las muchachitas, ni les distribuye premios. Luego vinieron aquellos cambios de la reconstrucción nacional que hundieron a familias de rango en la oscuridad y la pobreza; y Ai tuvo que abandonar la escuela. Sobrevinieron muchas grandes tribulaciones, hasta quedarse sólo con madre y una hermanita chiquitilla. La madre y Ai no sabían hacer casi nada sino tejer, y tejiendo y no podían ganar con qué vivir. a casa y las tierras primero luego, mueble por mueble, articu1o por artículo, todo cuanto no les era indispensable para existir trajes heredados, joyas, mantos costosos, vajịlla de laca adornada de escudos pasó barato a aquellos a quienes la miseria ajena enriquece y cuya fortuna llama el pueblo Namida no kane. dinero de lágrimas.
La ayuda que de los vivientes habían, era escasa pues la mayoría de las familias samurai de su sangre estaban en idént. ca pena. Pero cuando ya no quedó nada que vender ni siquiera los libritos de escuela de Ai se solicitó la ayuda de los muertos.
Porque se acordaron de que el padre del padre de Ai había sido sepultado con su espada, dádiva de un daimyo; y que los ornamentos del arma eran de oro. De manera que abrieron la sepultura y cambiaron la gran empuñadura de rarísima orfebrería por una común, y también le arrancaron los adornos a la funda de laca. La excelente hoja no la tomaron, porque el guerrero podría necesitarla. Ai le miró el rostro: El cadáver estaba sedente, muy recto de cuerpo, en la gran urna de barro bermejo que servía de ataúd a los samurai de elevado rango cuando se les enterraba conforme al rito antiguo. Aun podía reconocerse su fisonomía después de tantos años de sepultura; y parecía asentir con la cabeza a lo que se había hecho, cuando se le devolvió la espada.
Finalmente la madre de Ai se puso demasiado débil y enferma para trabajar en el telar; y el oro del muerto lo habían gastado todo. Ai dijo: Madre, yo sé que no hay sino una sola cosa que hacer. Permíteme venderme a las muchachas bailarinas. La madre lloró y no respondió nada. Ai no lloró, pero salió sola.
Recordaba que en otros días, cuando se daban banquetes en casa de su padre, y las bailarinas. servían el vino, una geisha libre, lamada Kimika, la había acariciado muchas veces. Ai se dirigió directamente a casa de Kimika. Quiero que me compres. dijo Ai. y quiero una gran suma de dinero. Kimika se echó a reir y le hizo cariño y le sirvió de comer y le oyó su historia que Ai contó valientemente, sin derramar una lágrima. Hijita. dijo Kimika. no te puedo dar mucho dinero; porque es poco lo que tengo. Pero esto puedo hacer: Puedo prometerte hacerme cargo de tu madre. Eso será mejor que darle mucho dinero por ti porque tu madre. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica