136 REPERTORIO AMERICANO Poesias LA MÚSICA DE MI HERMANA VIOLETA Hay necesidad de partir cuidado! con la tristeza se desmaya la máquina nerviosa y se enredan las poleas ágiles y sutiles.
Avanza el ojo pálido y la cadera lenta.
los gritos desde los jacales indios en la falda de la montaña las piedras y las plantas que hieren los ojos y el pecho del que atraviesa la noche. Envío de la autora. Los Angeles, Calif.
La casita blanca. la casita blanca. donde el niño se ha quedado dormido y en cada ventana llora un ángel. Bravos caminos del Universo! Hay que hacer el viaje decididamente sin entorpecer con lágrimas los pies, cándida y tierna la mejilla.
despierto el corazón y largamente el ojo.
La arena del jardín amanecerá manchada de sangre y en la humedad el tamaño de aquellos pasos tan delgados de una mujer.
Ahora es cuando miro en una playa lejana y verde el brazo cálido de mi hermana mayor en señal de fiesta.
Es una hermana robusta y marítima el mar es el río de la Plata: México, 1931.
LEJOS ESTAMOS.
Lejos estamos.
mientras escucho la serenata dorada de los montes ¿subirán hasta aquí los bailarines del viento y las aromas adormecidas. Quiénes llegan de calcetines verdes apretados y estrellas de papel. Oigo la música plateada de los circos y el aire de los acróbatas de algodón la proa de los pechos en los trapecios y el salto mortal, y pasa la yegua gris y lenta como una señorita antigua.
ARRIBA LAS NUBES OSCURAS.
Arriba las nubes oscuras y doloridas de agua Arriba también la firme cerrojería de las estrellas y abajo: que hondedad!
Como han podido pasar las cabras por este paisaje tan solitario y amargo, está tan solo y tan espantoso.
El circo se apaga, se va el viento y cuelgan como flores las mojigangas de yeso del payaso.
Pero hemos de llegar por el camino empapado donde las plantas nacen de noche entre los ruidos oscuros de las piedras.
TIERRA CALIENTE Atravesando el río de los caimanes ancho, inmensorio oscuro y sin corriente con los caimanes aplastados pardos, lentos y paralizados Blanca Luz Brun Se ha oido un silbido. Dos silbidos y el ruido seco, seco seco de una piedra que llega al fondo.
El olor seco y polvoso de tierra caliente entre los cerros y las rocas las raíces descuartizadas las piedras punteagudas moradas rojas y amarillas. Mi aliento y el gran aliento de la montaña Veo caminos interminables de grandes y chatas hormigas Adelante va la reina.
Oigo el ruido de las desvastadoras: pequeño y lujurioso, chirriante amarillo nervioso.
Me he resbalado, estoy tendida y junto a mi cabeza el tiro antiguo de una mina.
Es la vieja región de los minerales, la entrada debe ser redonda y oscura.
Percibo la humedad a miles de metros adentro y oigo el ruido lento del agua.
El camino angosto y seco.
Los cerros para adentro y para afuera las plantas brutales y extrañas como si no fueran plantas, las flores altas anchas ondas vivas y fragantes las piedras con caras de hombres.
Ya recuerdo la historia: Estas son las chontetas las más temibles Los viejos indios me han contado una historia religiosa: rodean las casas, mueven los cimientos, secart los árboles en las raíces.
y no pueden acabarlas nunca!
La luna lo ha aclarado todo y puedo ver en la boca del tiro descansando, muertos, helados extraños. un nifiito indio recién nacido. lo acompaña una gallina blanca y un jarro de barra con chitcha.
El camino angosto se curva y se deshace.
Busco el horizonte y me envuelven los ríos.
La noche está horriblemente fría y me da pena el viaje del pequeño muerto.
Mire:ales de Toxco, México, 1931, Sirven en el fondo de un hormiguero que es más profundo que las profundas minas a una serpiente enorme de 10 metros según el cuento populares la Reina.
Estoy en una emboscada de ríos y gigantes petrificados ay! sin respirar inc penetra un polvo ardiente por la piel y la boca!
Olgo rodar las cabezas de fuego de la noche los mangog oscurecidos árboles con cabezas dormidas.
LA MONTANA El hombre salió al campo una fina madrugada un hombre de pasos tristes con una fatiga larga.
BAJO LOS CHORREANTES MANGOS. Bajo los chorreantes mangos, la locura de las enredaderas Al hondo mediodía del trópico suben los cantos de las chicharras y el camino recorta los párpados de fuego, las grietas, los pozos las ruinas de los minerales.
La fundición abandonada con sus chimeneas destruidas el sol terrible la desnuda y la blanquea como a un montón de huesos DEJANDO ATRÁS LA CATEDRAL OSCURA.
Dejando atrás la Catedral oscura y el Convento viejo con el patio donde se hunden ias sepulturas antiguas y tiemblan las vacas negras de la noche.
Pájaros de canto increíble precipitaron la mañana, y habló una tremenda montaña: Camarada de pasos tristes, que amarga llevas la cara.
escucha et trueno del Sol removiéndome la entraña.
Las de la mañana, huir por primera vez, no ver, más la casita blanca ni la más pequeña luz en las ventanitas lejanas del pueblo.
Por aqui pasan ovejas de boca larga y morada buscando en campo tranquilo las aguas desbarrancadas Hace cien años pasó la larga caravana de mulas con el oro y la plata hacia el mar donde naves antiguas y extranjeras trasladaban la carga.
Vamos resueltamente en busca de nuevas maravillas.
Por aquí van campesinos con criaturas rosadas para arrancarle a la tierra la esperanza de mañana.
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El maizal espeso y oscuro, los altos montes punteagudos y fuertes Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica