Fragmentos Del libro El Sermón de la Paz. Montevideo, 1924 Mi casa colonial ro.
comer. bien: buscaremos algo de niñez en nuestras miradas. el religioso, sobre los otros instintos y facultades; tengo la En un extremo de Montevideo, mi ciudad natal, sobre avaricia de lo que no vale; la tacañería de lo que no quieren el Río de la Plata, en una pequeña punta llamada Punta Ca. los ctros. el menosprecio, en cambio, acaso irracional, de lo rreta o Punta Brava, tengo yo un pedazo de terreno, que que otros buscan como objeto de la vida, y que yo les cedo adquirí, cuando aquello era un desierto. por poquísimo dine. qué le hemos de hacer! sin resistencia ni pena, y sin llevar Lo he cultivado por mí mismo, lo cavo, lo riego, y le cuentas.
llevo árboles vivos y semillas. Hasta puede decirse que yo he hecho esa tierra, como el holandés la suya, porque le he.
sustituído; en gran parte, la arena y la conchilla de que es La casa no debiera ser, efectivamente, el individi4)
taba formada por tierra negra vegetal.
de un rebaño, que no deja de ser tal rebaño por estar Sólo yo sé la influencia de ese solar sobre el último compuesto de borregos de tipo convencional aristocrático, tercio de esta nii vida que voy viviendo: por él he sabido y de grandes carneros de la familia; ella será, por el conde las estaciones, y del beneficio de las lluvias, y del brillar trario, tanto más bella cuanto más tenga de la del caracol, de las estrellas en su plenitud; muchos matices del año hu hecha de la propia sustancia, voluta perfecta. Debiera, cobieran pasado inadvertidos para mí sin él; no me daría cuen mo ésta, nacer con su dueño, parecérsele, crecer con él y ta del momento en que florecen los árboles y cuajan los fru aún sobrevivirlo, como el tejado de la tortuga, que sirve tos; éstos, completamente muertos, me servirían sólo para de vivienda a las crías. La permanencia de la casa no se obtiene con dinero. La del millonario desaparece, y queda Por él, en cambio, las tristezas de las plantas me dan la del aldeano. hay más de nosotros mismos en nuestra tristeza, y puedo así, con cierto derecho, compartir también casa que en nuestro sepulcro.
sus alegrías, como si fuera un hermano: una cabeza de cardo caída sobre el pecho nos parece una persona; una manAlgo de eso tienc, o ha querido tener mi casita de zana a medio madurar, arrancada por el viento, nos da idea Punta Brava, cuya historia es casi la mía, la de mi espíri. de una hermosura inscpulta; uno la recoge, la mira con tu. Comenzó por sus cuatro paredes y su techo de zinc; pena; no se resuelve a dejarla en el suelo para nadie; se era todo cuanto yo podía hacer cuando la hice; era todo piensa en las hormigas, en los pájaros, en alguien que pueda lo mio. No carecía de interés, con sus dos ventanillas y su quererla.
graciosa solana o soportal de madera sobre la puerta; pero La casa que allí he construido no es grande, y es tam le faltaba estatura: no veía casi nada a su alrededor. la bién de muy poco precio; pero como está dada de blanquí, idea de darle el órgano de la visión nació de su propia sima cal, puede, por su color de porcelana, satisfacer, me naturaleza. Así nace el concepto de torre o atalaya. Una parece, el gusto más exigente. Es perfectamente amable, pequeña habitación saliente que tenía adosada creció por dígase lo que se quiera, con sus inocentes líneas, y sus te sí misma; con levantarle las paredes, hacerle en lo alto un chumbres ingenuas.
pretil o parapeto almenado, y abrirle un agujero ojival Nada puede darse de más insignificante que esa mi caque diera luz a la habitación superior, la torrecilla aparesa; pero no lo es para mí, por cierto. Como el terreno con ció airosa y robusta como la que más. erfectamente la naturaleza, esa obra de arquitectura me pone en conútil, por cierto, y razonada. Proyectada sobre el azul del tacto también con ella, con la naturaleza, y me habla fami mar, ella me recoge la porción de sol que a mí me toca en liarmente del arte más propicio a incorporarnos a la tierra el universo. No necesito más para la vida, y, queda sol de que habitamos. si alguien dijera que no es el caso de hasobra para todos los vivientes.
blar de arquitectura cuando se trata de una casa dada de cal Otro día, como se demoliera por su nuevo ducño la y con techumbre de tejas coloradas, ese dictamen no tendría vieja y amplia casa que fué mía, y que construyó hace casi maldito mi asentimiento; juzgo, por el contrario, que es la un siglo, el bisabuelo de mis hijos, prócer de la primera paocasión más propicia para hablar de arte, si, como yo lo tria, obtuve una de sus puertas, y la hice entrada de mi creo, el arquitectónico no es otra cosa que la expresión sincasa. Se ajustó a ella a maravilla; sirve para entrar y salir; cera del objeto de una construcción, impresa en su forma pero, sobre todo, para recordar y estar en reposo, viendo sensible, según los materiales de que se ha dispuesto, y que cómo corre el tiempo y se disipa. para hablar también, no hay por qué ocultar. Su enemigo mortal es lo enfático, lo si a mano viene de la historia de esta mi buena tierra del superfluo engañoso, que, como la cáscara de una fruta puesUruguay, que, sin ser tampoco muy grande, lo es bastante.
ta en otra, esconde, en vez de revelar con gracia decorativa, para llenar mi corazón, es decir para ser la más grande de la vida interior o denuncia la falta total de vida. Nadie deja las patrias pues sólo ella puede hacer eso, que no es poco: de distinguir un edificio muerto de uno vivo aunque ambos llenarme el corazón.
sean recientes y estén hal dos. La natura no es lujoEl día en que aquella construcción, con sólo crecer, sa; las estrellas son pobres; la vida es gratuita.
hubo de cobrar su fisonomía definitiva y revelar una inOtros han dicho ya, en otra forma, más o menos transtención o pensamiento arquitectónico, llegó también. Se parente, mucho de esto que yo digo, no, lo dudo: pero lo que le agregaron entonces, a un lado y a otro, dos cuerpos yo quiero expresar aqui de personal es el deleite que a mí cuadrados de edificio: bajo el uno, con su chimenea; alto me causa la idea de que aquello de que gozo y me satisel otro, con su tosco balconcillo de madera y su cohertizo face es barato, sin valor venal o poder de cambio; casi grade teias en el ángulo, como las casonas montañesas; se cotuito, como el aire del campo y la luz de la luna. No lo tenrrió entre ambos cuerpos un portal de tres arcos lisos, de go para cambiarlo, sino para mí, y para los demás, que es medio punto; sc cubrieron los techos de tejas coloradas; el obicto de la propiedad: mío, no quiere decir sólo para mi.
se utilizaron viejas puertas y ventanas conocidas, azulejos Yo pagaría, mucho dinero por tener cosas baratas, produciarrancados a casas demolidas de la ciudad antigua, alguna das por mi ingenio, sin dinero, salvando de la destrucción alacena de las que se empotraban en el espesor de los mulo que parece inútil, un pedazo de madera, una herradura, ros, rejas desdeñadas auténticas, y otros materiales inserun caión vacío mientras deio pasar sin pena de mis manos a vibles. Cobró así todo aquello el carácter de casona espalas aienas los grandes valores. Hasta llego a creer que es ñola que hoy tiene; pero no como simple fantasía, como perdido para mi todo lo que no doy. Es acaso el defecto de mi hubiera podido cobrar el de, un chalet suizo o el de un villivida: el predominio del sentido estético casi identificado con (Pasa a la página Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica