REPERTORIO AMERICANO.
Balada de la Cárcel de Reading Por OSCAR WILDE. Versión española de GUILLERMO VALENCIA Dedicada a su amigo Alfonso Villegas Restrepo IN MEMORIAM CARLOS WOOLDRIDGE, un tiempo Caballero de la Guardia Real, ajusticiado en la Cárcel de Su Majestad, en Reading (Berkshire)
el de Julio de 1896.
no da ruegos su boca tostada porque fine aquel mal sin consuelo; ni siente él que en su trémula faz posa el último beso Caifás.
No lucía el dormán escarlata porque sangre y vino son rojos, y en vino y sangre se teñía cuando en su lecho El mató un día a la bella de sus enojos. Andaba entre los acusados, con su cachricha de estameña y su vestido gris marchito; era su andar ágil y alegre pero jamás vi con tal fiebre mirar un hombre al infinito.
Seis semanas vagó el precito con su cachucha de estameña y su vestido gris marchito; era, su andar ágil y alegre, pero jamás vi con tal fiebre mirar un hombre al infinito.
Nunca yo viera un hombre así mirar con tal tesón de anhelo aquel toldillo azul turquí que los cautivos llaman cielo, y las nubes que el viento arrebata como naves con velas de plata.
Nunca se viera un hombre asi mirar con tal tesón de anhelo aquella tienda azul turquí que los proycritos llaman cielo, y las nubes que en. albo montón enmarañaban su vellón.
Iba yo con más almas en pena a través de otro patio sellado, sin saber la futura condena de ese grande o pequeño culpado, y una voz tras de mi dijo apenas. aquel hombre será colgado.
No torcia las manos a usanza de quien empuja en loco engaño a. ese niño falaz, la Esperanza, a la cueva del Desengaño; miraba al sol, inmoble, duro, y se embriagaba de aire puro.
Oh, Jesús! de la cárcel el muro parecía temblar, y a mi frente, ciñó el cielo su círculo duro como un casco de acero candente, y aunque mi alma de hiel iba llena, no podía pensar en mi pena.
Ni torcer de manos, ni lloro, ni lamentos; con ansia contínua pedia al aire el esquivo tesoro de su ignota virtud anodina; bebía sol con labio bermejo como un vino de cántaro añejo.
LA BALADA DE LA GARE Supe entonces la idea tenaz que cruzó de su mente al trasluz y por qué con ojo voraz miraba la fúlgida luz: el hombre mató lo que amaba y lo espiaba a él una cruz. esos seres que en pena conmigo agrupaba otro patio sellado, olvidaron su propio castigo y el valor de su propio pecado, y seguimos con ojo anhelante de pavor al futuro danzante.
LD (Dibujo de Efraim Martinez, pintor colombiano, de Popayán. Todos matamos lo que amamos; que cada uno sepa eso: unos hieren con la mirada o una doblez almibarada; mata el cobarde con un beso, el valiente, con una espada. era difícil comprender ese su andar ágil y alegre, y su extraña manera de ver la lumbre del dia, con tal fiebre, y era muy triste de pensar en la deuda que habría de pagar.
No se despierta un día medroso en medio de grupo fatal: no ve al capellán tembloroso; no ve la mueca emocional del alguacil, ni ve al alcaide con el negro gabán capcioso y una cara de Juicio final De jóvenes, matan su amor; lo matan, de viejos, también; unos al filo de su ardor, o con garra, de oro, a cercén: del puñal los mejores se fian, que asi, pronto los muertos se enfrían.
Porque el roble y el olmo ostentan, por primavera, fronda grata; mas son odiosos y amedrentan, árboles de raíz ingrata que muerden viboras astutas, y para dar sus rojas frutas izan al hombre a quien se mata.
No deja el lecho en triste prisa a vestir la postrer camisa ante ese bwrdo de doctor de ojo esculcante, de voz seca, que anota un tic, capta una mueca al caer de un martillo atroz que es el tic tac de su relox, Poco se ama, o mucho y largo, se compra amor y amor se riega; se infiere mal con loro amargo o sin suspiros se hace entrega; y aunque uno mate lo que ama a ése la muerte no llama.
Ese trono de gracia es muy alto; tras él corre el mundano destino; mas, quién gusta subirlo de un salto, anudar la corbata de lino, y ver cielo en postrer sobresalto, a través del collar asesino. No muere de muerte infamante en hora bien triste y sombría, ni ajusta a su cuello el bramante, ni a su faz la máscara fria, na través de la tabla inquietante sonda el pie la negrura vacía.
Ni la sed aflictiva le acose, que aridece el gaznate poco antes que la mano con sórdidos guantes del verdugo, en el cuello se pose y consiga con nudo eficaz que la sed ya no vuelva jamás.
Dulce, danzar entre violines, del Amor y la Vida al amparo: a son de flauta y bandolines, danzar es exquisito y raro; mas si hay algo que da escalofrío es danzar con el pie en el vacío.
El no vive con hombres silentes que lo siguen del alba al ocaso, que le atisban sus lloros ardientes, si aún murmura plegarias muy paso: lo espían con temor que no cesa de que robe a la cárcel su presa.
No doblégase al hórrido canto del Oficio de Muertos. Que dude si está vivo, y un íntimo espanto la embotada razón le sacude; ni al entrar en la lóbrega pieza con su propio ataúd se tropieza. así con mirada curiosa e insano cavilar crüel, nos mordía una duda medrosa: si acabaríamos como él.
porque nadie sabrá el laberinto en que pueda perderlo su instinto.
No echará su postrer mirada por el techo de vidrio, hasta el cielo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica