AnarchismCivil War

242 REPERTORIO AMERICANO principal de su grande libertad y que ambas son la causa de su gran prosperidad.
En Sud América la guerra es un cri.
men de lesa civilización. La guerra en Sud América, sea cual fuere su objeto y pretexto; la guerra en sí misma es, por sus efectos reales y prácticos, la antirevolución, la reacción, la vuelta y un estado de cosas peor que el antiguo ré.
gimen colonial: es decir, un crimen de lesa América y iesa civilización.
La guerra permanente cruza de este modo los objetos tenidos en mira por la revolución de América, a saber: Ella estorba la constitución de un go.
bierno patrio, pues su objeto constante es cabalmente destruído tan pronto como existe con la mira de ejercerlo, y mantiene el país en anarquía, es decir, en la peor guerra: la de todos contra todos.
La guerra disminuye el número de la población indígena o nacional, y estorba el aumento a la población extranjera por inmigraciones de pobladores civilizados: no se puede hacer a Sud Améri.
ca un crimen más desastroso.
Despoblarlo es entregarlo al conquistador. extranjero.
La guerra es la muerte de la agricul.
tura y del comercio; y su resultado en Sud América es el empobrecimiento y.
la miseria de sus pueblos; es decir, fuente de miseria, de pobreza y debilidad.
La guerra aumenta la deuda pública, sus intereses crecientes obligan al país a pagar contribuciones enormes que no deian nacer la riqueza y el progreso del país.
La guerra engendra la dictadura y el gobierno militar creando un estado de cosas anormal y excepcional incompatible con toda clase de libertad política.
La ley marcial convertida en ley permanente, es el entierro de toda libertad.
La guerra compromete la independencia del Estado inveterado en sus estragos, porque lo debilita y precipita en alianzas de vasailaje y de ruina, con poderes interesados en destruirlo.
La guera absorbe el presupuesto de gastos, deja a la educación y a la industria sin cuidados, los trabajos y empre.
sas desamparados, y todo el tesoro público convertido en beneficio permanen te de, una aristocracia especial compuesta de patriotas, de liberales y de propagandistas de civilización por oficio y estado.
La guerra constituída en estado permanente y nacional del país, pone en ridículo la república, hace de esta forma de gobierno el escarnio del mundo.
En una palabra, la guerra civil o semicivil, que hoy existe en Sud América erigida en institución permanente y manera normal de existir, es la antítesis y el reverso de la guerra de su independencia. y de su revolución contra España.
Ella es tan baja por su objeto, tan desastrosa por sus efectos, tan retrógrada y embrutecedora por sus consecuencias necesarias, como la guerra de la independencia fué grande, noble, gloriosa por sus motivos, miras y resultados.
Los héroes de la guerra civil son monstruos y abominables pigmeos, lejos de ser rivales de Bolívar, de Sucre, de Bel.
grano y San Martín.
El libre intercambio comercial traerá la paz en el mundo. Queréis establecer la paz entre las naciones hasta hacerles de ella una necesidad de vida o muerte?
Dejad que las naciones dependan unas de otras para su subsistencia, comodidad y grandeza. Por qué medio? Por el de una libertad completa dejada al comercio o cambio de sus productos y ventajas respectivas. La paz internacional de ese modo será para ellas, el pan, el vestido, el bienestar, el alimento y el aire de cada día.
Esa dependencia mutua y recíproca, por el noble vínculo de los intereses, que deja intacta la soberanía de cada una, no solamente aleja la guerra porque es destructora para todos, sino que, también hace de todas las naciones una especie de nación universal, unificando y consolidando sus intereses, facilita por este medio la institución de un poder internacional, destinado a reemplazar el triste recurso de la defensa propia en el juicio y decisión de los conflictos in ternacionales: recurso que en vez de su: plir a la justicia, se acerca y confunde a menudo con el crimen. Creéis que haya inconveniente en que una nación dependa de otra para la satisfacción de las necesidades de su vida civilizada. Por qué razón? Porque en caso de guerra y de incomunicación, cada país. debe poder encontrar en su seno todo lo que necesita.
Es hacer de la hipótesis de una eventualidad de barbarie, cada día más rara, una especie de ley natural permanente del hombre civilizado.
Es como si el planeta que habitamos se considerase defectuoso porque reci.
be de un astro extranjerú, el sol, la luz y el calor que produce la vegetación y la vida animal de que se mantiene el mundo animado, que anima su superficie.
Por fortuna la libertad de los cambios está en las necesidades de la vida humana, y se impondrá como ley na. tural de las naciones a pesar de todas las preocupaciones y errores.
La industria de una nación que pide al gobierno protección contra la industria de otra nación que la hostiliza por su mera superioridad, saca al gobierno de su rol, y da ella misma una prueba de cobardía vergonzosa.
El gobierno no ha sido instituido para el bien especial de éste o de aquel oficio: sino para el bien del Estado todo entero.
El gobierno no es el patrón y protector de los comerciantes o de los marinos, o de los fabricantes; es el mero guardián de las leyes, que protegen a todos por igual en el goce de su derecho de vivir barato, más precioso que el producir y vender caro.
Limitar o restringir la entrada de los bellos productos de fuera, para dar precio a los productos inferiores de casa, es como poner trabas a la entrada en el país de las bonitas mujeres extranjeras, para que se casen mejor las mujeres feas; es impedir que entren los rubios y los blancos, porque los mulatos, que forman el fondo de la nación, serán excluídos por las mujeres, a causa de su inferioridad.
Teméis los estragos sin sangre de la concurrencia comercial e indutrial y no teméis las batallas sangrientas de la guerra. Un país que ha vencido al extranjero en los campos de batalla, y que pide a su gobierno que proteja su inepcia e incapacidad por el brazo de la fuerza contra la sombra que le da el brillo del extranjero, prueba una pusilanimidad inexplicable y vergonzosa.
Si es gloria vencer al extranjero por la espada, mayo: lo es vencerlo por el talento, porque lo primero es común a las bestias, lo segundo es peculiar del hombre. Alberdi Las doctrinas pacifistas de Alberdi 16 que la guerra romana era inconciliable con la justicia, por cuanto la conquista, el derecho cínico y desvergonzado de la victoria, la ley de la fuerza material y brutal, justificaban su conducta en su incontenible aspiración de preponderancia en el mundo.
En un pasaje destacó que la guerra es la justicia penal administrada por la parte ofendida, y como nadie puede ser juez imparcial de sí misnio ni de su eneniigo, la guerra a menudo es la injusticia, es decir, el crimen cubierto con el ropaje del derecho.
Hechos notorios actualizan la prédica alberdista en favor de una Justicia internacio.
nal que debía administrarse por una tercera parte, ajena a los intereses y pasiones, parte que sería la nación de las naciones, el Estado de los Estados, el pueblo de los pueblos, la humanidad civilizada constituída en un cuerpo regular, obedeciendo a una ley comin de la realidad. La sanción se haria efectiva de manera semejante a lo que ocurre con el Estado, cuando dirime los conflictos de sus miembros. Es el principio dominante en la Sociedad de las Naciones, que en los últimos tiempos y a raíz de la conſagración europea, se impuso en la mayoría de los países civilizados. Viene de la página anterior)
Señalóse con oportunidad por el gran pensador, que la opinión de los pueblos represen.
ta un hecho práctico y eficaz al compenetrarse de todos los debates que afectan principios de derecho y humanidad e influir desinteresadamente en ellos.
Constituye un noble enpeño el designio de provocar la solución pacífica en las discordias internacionales, superando las dificulta. des opuestas al imperio del derecho y la ra.
zón. La tradición argentina para el arreglo digno, sereno y ecuánime de sus dificultades con las naciones vecinas es uniforme, y fué examinada en la conferencia mundial del desarme celebrada en Ginebra este año, por el jefe de nuestra delegación, con viva complacencia. Al recordar que la Argentina fué siempre uno de los firmes campeones de la paz, propiciada en la ideologia y acción de sus gobiernos dejó constancia de que esa poIſtica se encuentra sustentada por sus publicistas más destacados, tal Alberdi con su admirable libro El crimen de la guerra. que conserva en sus páginas, escritas hace 60 años, la frescura de una enseñanza de actualidad. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica