262 REPERTORIO AMERICANO José de. Quesada, el malagueño Envio del autor Hace ya sesenta años que duerme el sueño eterno la dueña de esta reminiscencia de cuchillo, recogido en una alacena vieja de cocina de adobes, sin que se haya atrevido nadie a tirarlo al basurero, no porque perteneciera a la madre de algún personaje político, pues era de una viejecita de camisa de gola, enaguas azules, zapatos morunos y que usaba un pañuelo de seda sobre las espaldas como cualesquiera de nuestras abuelas, así se llamara Ramona Quesada Rojas, Josefa Ugalde Rodríguez o Pe.
tronila Paniagua Pérez, que para el caso todas fueron igualmente humildes, y llevaban una gota de sangre malagueña, de Cádiz o Sevilla.
Por espacio de muchos años permaneció ese cuchillo en el mismo sitio, y solamente para hacer los panecillos de chocolate lo usaban, recogiendo de la piedra con la punta el cacao molido en caliente, medio derretido y aceitoso, de manera que chorreaban nino tras otro los panecillos sobre una tabla espolvoreada con harina, haciendo así las raciones de cacao para cada jícara de chocolate.
Es posible que mucho tiempo antes fuera un cuchillo de destace y que a fuerza de afilarlo tanto en molejones se desgastara hasta quedar convertido en un triángulo.
Para las mujeres de aquellos tiempos rėmotos todas estas cosas tenían un valor en uso, que ocupaba la atención de los Notarios; por ejemplo, Josefa Alfaro Arias lega en su testamento de 1797, a su sobrina Micaela, hija de don Antonio Alfaro su hermano, una olla de fierro y una piedra de cacao, lo cual ha servido para poner en claro cierto parentesco, cuya investigación costó largas horas de constante labor a personas que merecen toda nuestra consideración y respeto.
Dedicada la mujer a las atenciones del hogar se cuida más de los detalles pequeños que contribuyen al bienestar de la familia, la educación de los hijos y el amor de la madre, superior a todos los sentimientos humanos. En la descendencia de José de Quesada, el malagueño, encontramos humildad, honradez y trabajo, que constituyen los tres elementos básicos de nuestro pueblo.
El patrimonio de aquellas gentes en el siglo xviii sa fincaba en tener una familia numerosa, y en casar a sus hijas con hombres de buena cepa, adaptables a la vida del campo, para que llegaran a tener una chácara, un hato de mulas arrieras, o al menos una suerte de caña que asegurase la vida del hogar, ya que sólo a los potentados de Cartago les era dable dotar a sus hijas con un sitio de ganado o una finca de cacao, que era la moneda corriente en las transacciones comerciales. Algunos, sir. embargo, eran tan pobres que su hermano, el Sacerdote, tenía que pagar los gastos del funeral, aunque no pasara de doce pesos, como sucedió con Felipe de Quesada Ugalde, uno de nuestros abuelos maternos. No quiere decir esto que el ocio atrajera la pobreza, porque el Padre Isidro de Quecar, y finalmente el café como producto de riqueza exportable, viviendo siempre del trabajo y con la esperanza puesta en el porvenir, que como el horizonte nos atrae sin llegar a tocarlo jamás. medida que se alejaban de la altiplanicie nublada y fría del Irazú, buscando el calorcito de las tierr bajas, montañosas y fértiles del Oeste, iban despojándose de todo lo que les parecía superfluo, y los que salieron con el nombre de José de Viveros Escalante Pan Agua, cuando llegaban a la Cañada del Río Segundo eran José Paniagua solamente. cambio de los bienes terrenales les daban los Sacerdotes las venturanzas del cielo, pero aquellos bienes volvían más tarde al poder de sus familiares o servían para levantar santuarios, ermitas y conventos, mientras que los impuestos de los Gobernadores y lo que se pagaba de tributo a los forasteros mosquitos salía del país para no volver jamás, con detrimento de la riqueza pública y privada. Por razones similares procuraron lcs Quesada alejarse del Gobierno y de la costa Atlántica, pero con un carácter nacionalista tan marcado, que donde quiera que se establecieron se transförmó la montaña en una finca rural, con su casa de habitación, un trapiche y animales de servicio; asociados con los Ugalde, y otros hombres de trabajo, formaron hogares y familias en los campos de cultivo, luego aldeas y después Cuchillo que sirvió villas, como la de Barba, Villa Vieja, San.
para hacer panecillos de cacao, forja.
Joaquín, Río Segundo, Alajuela, San Pado en el siglo XVIII.
dro de Poás, Grecia, Palmares, etc.
La mayor ambición de las familias consistía en tener un hijo Sacerdote y para ello hacían grandes sacrificios, porque además de los estudios preliminares hechos con la ayuda del pariente más sada dejó entre sus bienes un telar con cercano, era necesario un viaje por tietodos sus accesorios, y en la casa de rra hasta León de Nicaragua para recidoña Margarita Quesada de González se kir las Ordenes Sacerdotales; pero despreparaba el achiote en grandes canti de el día de su regreso hasta después dades, ocupándose en esa faena laboriosa de su muerte recibía él y su familia las ella con sus hijas.
mayores atenciones, aunque tuvieran alNo falta en la historia antigua de gunos que hacer su pasantía en un pueCosta Rica quienes se preocuparan por blo de indios como Tucurrique, para la nobleza de sangre, como los Ocampo llegar más tarde al curato de Parroquia.
Golfín; pero de ellos no queda más que Aunque en casi todas las familias enel recuerdo de un sacristán en la Parro contramos algún Sacerdote, es el apelliquia de Alajuela. La adaptación al am do Paniagua el que mayor contingente biente establece una fuerza de vida da, tal vez por venir de Sevilla, la tierra perdurable, que culmina con el esta espiritual por excelencia, donde florecieblecimiento de centros importantes, co ron los pintores famosos Velásquez y mo la floreciente villa de Quesada, de Murillo.
origen malagueño, aunque para ello na De las calles angostas y casas estreyan transcurrido dos siglos, que son ho chas de Andalucía venían los coloras pasajeras en la vida de los pueblos. nos a encontrarse con una vegetación Nuestros antepasados tostaban y mo exuberante, tierras feraces, regadas por lían la moneda de cacao, como ahora pequeños ríos en todas direcciones y tostamos y molemos el grano de oro pa lluvias aķundantes, escenario completatomar chocolate o café, cambiando mente nuevo, en un ambiente de liberde nombre solamente.
tad absoluta, con los brazos abiertos de Cien granos de cacao valían un real sus parientes o connacionales para comde plata, ochocientos granos un peso, y partir el amor de la familia, aunque el zurrón de cacao se estimaba en vein fuera en una casa pajiza; más tarde se te y cinco pesos. En un tiempo sembra casaban y construían su casita de tejas, ron y trajeron el cacao de Matina; lue donde jugaban en el corredor unas mugo desmontaron las tierras del Poniente ñequitas rubias, de ojos azules, entre y cultivaron el tabaco y la caña de azú flores de amaranto, San Diego, rosas y ra Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica