108 REPERTORIO AMERICANO Historias de Jules Renard De la obra La Linterna Sorda. Ediciones ULISES, Madrid.
LA TORMENTA su bolsillo agujereado. Caen unas ju trezna verrugosa. si, a pesar de aqueA Byvanck días. Las recubre con el pie izquierdo, llas pruebas, algún incrédulo dudaba to.
Alrededor de media noche, por la y sigue.
davía, bastaría, para convencerle, con ventana sin postigos, y por todas sus mientras se gana la vida honrada decir a Piramo: rendijas, la casa de techumbre de paja mente, el antiguo y bravo militar, con las. Enseña la lengua!
se llena y se vacía de relámpagos.
manos a la espalda y la cabeza erguida. Voy a guardar el casquillo del carLa vieja se levanta, enciende el quinparece estarse dando simplemente un tucho. se dijo el señor Sud.
qué, descuelga el Crucifijo, y se lo da a paseo higiénico.
Se marchó. Sentía necesidad de volver los dos niños, para que, acostado entre ¿QUE PASA?
a su casa y de volcar su bolsillo delante ellos, les defienda. Adrien Remacle de sus amigos reunidos.
El viejo sigue durmiendo aparenteOía esta exclamación. Buen tiro. Sí. qué pasa? Los transeuntes se pamente, pero su mano estruja el edredón.
y contestaba, modesto: Es usted demaLa vieja enciende también una linterran. No comprenden generalmente más siado amable; he tenido suerte. Gracias.
na, para estar preparada, por si hiciese que las cosas que quieren decir algo, La próxima vez procuraré hacerlo mefaita correr al establo de las vacas.
y no saben ya si deben reírse o sentirse jor!
mal.
Después se sienta, con el rosario enSe acarició la barba, como hacía siemtre los dedos, y multiplica los signos de Un gran criado, con galones de oro, pre en los momentos de alegría. Nunca cruz, como si se quitase telarañas del lleva, bien cogido del brazo, a un vieje la había sentido tan flexible. La levantacillo a quien tiene orden de pasear corostro.
ba muy alta, cogiéndola por las dos punRecuerda historias de rayos, que inrrectamente, una hora, al anochecer. tas, y después la dejaba caer otra vez, cendian su memoria. cada trueno, Pero el viejecillo hace esfuerzos para extendiendo toda su nieve sobre su pepiensa: escaparse. Querría tocar los muros, mi cho varonil. Los jilgueros se movieron. Ahora ha sido sobre el castillo. rar los escaparates y trazar rayas, sobre El señor Sud cogió uno, con mucho cui; Oh. Esta vez ha sido sobre el nolas lunas, con la punta de un dedo, mo dado, y lo examinó para ver cómo era.
jado en saliva. Sus mejillas arrugadas gal de enfrente!
El jilguero tenía la cabeza roja y las Cuando se atreve a mirar a las tiparecen dos tablillas, amarillentas, de alas amarillas y morenas; una de ellas nieblas, en dirección al prado, un difuso escritura antigua. Su crecimiento se ha colgaba, rota. La movilidad de su pico detenido hace mucho tiempo. Tiene en rebaño de bueyes inmovilizados blany de sus ojos era el único signo de su el blanco de sus ojos unas minúsculas quea irregularmente bajo las llamas ce fino sufrimiento. Pero una observación, gadoras.
puntas de látigo, rojas y el color de su sobre todo, chocó al señor Sud. Aquel De repente, hay un momento de calpelo se ha estancado en el gris.
ser en miniatura no le hacía el efecto de Tan pronto tira bruscamente del criama. Ni un relámpago más. El resto de. una pieza de caza. Parecíale que sosdo, intentando desviarle, como le larga la tormenta inútil, calla, pues allá arriba, pechaba un frágil objeto de arte, tan precisamente encima de la chimenea, es un puntapié o le muerde la mano. perfilado, que daba la ilusión de la vida.
El criado, al que no ofende nada, ha seguro que se prepara el golpe defiManoseó los jilgueros, unos tras otros, y nitivo.
recibido unas órdenes y sigue, rígido, y todos le turbaron con su leve espanto. la vieja, que olisquea ya, con la seco, en línea recta, el centro de la acera. Se vió avergonzado, y no ya triunfador, espalda encorvada, el olor a azufre; y el El viejeciilo coge al fin, por sorpre ante las miradas de sus amigos, y oyó sa, el tirador de una puerta, se agarra a viejo, tieso entre sus sábanas, y los nilas risas estrepitosas de las pizpiretas ños, abrazados, apretando a manos lleél, se cuelga y lanza unos gritos agudos, chiquillas, mujeres ya por el don de monas el Crucifijo, todos esperan a que de garganta estropeada, una especie de farse.
chirridos.
aquello caiga. Sí se dijo. buen tiro. Qué verEl criado de alta escuela le desengan güenza!
EL SEMBRADOR MODELO cha, con respetuosas precauciones, y le Aminoró el paso. En aquel momento, dice con una voz bien educada, severa y Victor Tissot el jilguero que tenía en su mano voló, cariñosa a la vez: vacilo un poco en el aire, asombrado de El combate parecía acabado, cuando Le pido perdón por anticipado al sentirse libre, y desapareció. Aquella una última bala, una bala perdida, se señor, pero no tendré más remedio que travesura regocijó al señor Sud.
alojó en la pierna derecha de Fabricio. decir que el señor no ha sido bueno y. Ese no estaba muy mal! dijo Tuvo que regresar a su tierra con una que se ha portado como un niño. Los otros le imitarán, quizás!
pierna de madera.
Los sostuvo encaramados en la punta Al principio mostró cierto orgullo; LOS JILGUEROS Lucien Priou de su dedo, por turno, con palabras alenlas primeras veces que entró en la igletadoras. Pero, incapaces ya de levantar sia del pueblo, golpeaba tan fuerte las El señor Sud veía cómo los jilgue el vuelo volvieron a caer en el hueco de losas que se le hubiese tomado por un ros se posaban unas veces sobre el ála. la mano.
pertiguero de gran ciudad.
mo y otras tapizaban la tierra, como. Qué haría yo con ellos. se preLuego, una vez calmada la curiosi una bandada de flores voladora E1 guntó el señor Sud.
dad, se lamentó largo tiempo, avergon deseaba, sin duda, uno de aquellos ani No pensó ni por un momento en criarzado, creyéndose inútil en lo sucesivo. malitos, para ponérselo en el ojal. Es los, en una jaula bien cuidada.
Buscó con empeño defraudado muchas peró largo rato a que estuviesen bien Se aseguró de que nadie podría sorveces, el modo de ser útil. ahora, al agrupados, indeciso en cuanto uno de prenderle; sintió no estar detrás de una gozar de una modesta posición, he aquí ellos se separaba.
puerta, con el cerrojo echado, y dejó que, sin despreciar a su pierna de carne, De pronto, en un acceso de ferocidad caer delicadamente los jilgueros en la siente cierta predilección por la de ma y de valentia, disparó su magnífica es orilla del río. La corriente, felina, los dera.
copeta, volviendo la cabeza.
atrapó; ató, como con un hilo, sus alas Se alquila por el día. Le señalan un Cuando se recobró, su perro Píramo, apenas palpitantes, y se los llevó. Realcuadro de jardin. Después ya pueden se comía los jilgueros muertos. Otros mente, murieron ahogados sin haber luirse y dejarle actuar.
cuantos, heridos apenas o aturdidos, es chado, como moscas.
Su bolsillo derecho está lleno de ju capaban de las acometidas de sus fau ¿Ves? dijo el señor Sud a Píradías coloradas o blancas, a elección.
El señor Sud los recogió y se los mo. Prefiero, decididamente, la pesca Además está agujereado, no mucho ni guardó en el morral, todo orgulloso. a la caza. Los peces no parecen animales.
demasiado poco.
Así, pues, acababa de matar: gracias No tienen ni pelo ni plumas, y mueren Con paso regular, Fabricio recorre el a él, se habían desparramado unas plu por sí solos, cuando quieren, sobre la terreno a lo largo. Su pierna de madera mas; la tierra bebía sangre; se derrama hierba, en un rincón sin que se ocupen abre un hoyito a cada pisada. Sacude él ban unos sesos blancos como una lechede ellos. Basta de carnicería! Desde ces. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica