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286 REPERTORIO AMERICANO Los vengadores CUENTO DOMINICANO Envio del autor.
De Espasa Calpe, Madrid. Paul Rival: César Borgia. Versión Castellana de Luis López Ballestero y de Torres.
ESPASA Calpe, Madrid, 1932.
Enterémonos: Con la inclusión de la obra César Borgia, por el escritor francés Paul Rival; que ha traducido al castellano Luis López Ballesteros y de Torres, en la biblioteca Vidas Extraordinarias, recientemente iniciada por ESPASA CALPE, puede decirse que recobra relieve y actualidad uno de los momentos del pasado español y europeo no solo mas interesantes y dignos de evocación, sino que por mucho tiempo persistieron desconocidos, at no ofrecerse lúcido y certero cnjuiciamiento histórico acerca de los mismos.
La familia Borgia, originaria de España, cuya ideologia primaria encarnaba, indudablemente, al trasladarse con el primer Cardenal que seria más tarde Papa a la capital del orbe católico, fué un producto de la época y del suelo, o sea fiel reflejo de la orgia renacentista que fulguró en Itália a lo largo de los siglos xv y xvi. La preponderancia terrena de la Iglesia, la degeneración de los vinculos espirituales de la misma en torpe conſusionismo de sus fines, y, por último, las Oligarquias imperantes en aquella península, fraccicnada, en tantos estados, crearon un ambiente característico que también había de enmarcar a la familia valenciana propicia a la ambición y la pagania.
El libro de Rival cs una admirable exposición de la génesis y desarrollo de la familia Borgia y su poder en función del ambiente y la época, exposición plena de aniniación y vidi, henchida de color, rebosante de dinamismo. Puede decirse que predomina en ella la intención genuinamente literaria, o sea la amenidad y riqueza de la forma, sin honda preocupación crítica. De ello resulta esa su riqueza de datos con que se peralta el curso o proceso vital de los personajes, cuyo eje o nodo central es el protagonista que da título a la creación, y la inquebrantable tendencia a ofrecer, en la correlación de sus páginas, hechos con firmeza tal cual si la Historia hubiera ya pronunciado acerca de ellos su afirmación definitiva, su inapelatle failo. En este orden, habrá muchos lectores a quienes sorprenda la que dijérase constante obsesión del autor por atribuir faltas a los Borgia sobre todo estando tan recientes contribuciones meritisimas a la tarea reivindicadora de aquella familia por parte de eminentes investigadores, entre las que destaca la debida a Blasco Ibáñez y el hiecho patente de que, ho asome en ningún momento la duda del autor ante la inculpación rotunda.
Como pocos libros análogos, César Borgia, ofrece, a nás de esa su esencia y arquitecturación interna, un formidable poder divulgador de los diversos aspectos de la cultura y el espiritu de la época. Figuras y momentos, ideologia y empresas de la Iglesia, de los países contiguos pequeños reinos, ducados, etc. que se asentaban desde los Alpes hasta Sicilia y de Francia y España aparecen plasmados en una reconstrucción completa que maravilla por la minuciosidad y el detalle. esa riqueza conceptual e ideológica, que muestra siempre cohesión y armonia, no oscurece las figuras, antes bien contribuye a hacerlas destacar con vigoroso relieve. El libro de Rival es, dentro de su limitada extensión corriente, un acabado estudio del famoso gonfalonero de la Iglesia; de su padre, el pontifice Alejandro VI, y de su hermana, la discutida Lucrecia Borgia. El poder de sintesis que denota Paul Rivai hace qu: su obra cuente esa gran densidad evocativa que dijérase refleja la visión de quien fuera testigo de la vida de la época.
Volumen de 240 págs. tamaño 211 por 14 cms. con cubicita alegórica. Precio 00 ftis, Espasa Calpe, A, Apartado 547.
Madrid. Ese viejo es un gran sinvergüenza, montando airosamente en cualquier viey tó el que saque la cara por él, un jo y gastado animal tan orondas como lambón. Cómo lo oye!
si fueran en el rucio de don Mendo.
Los ojos de Casimiro se pegaron a ¡Pero la vuelta. La vuelta. Toda una su interlocutor. Tan claros estaban con maldición de sol, metido en la carretela luz de medio día, que parecían cris. ra como el agua en una zanja. los tales y no ojos.
burros, por cansados, empeñados en no. Últimamente. Aquí no me mien caminar sino a pulgadas!
tan más. ese degraciao!
La vida de Casimiro era eso: un eterDijo, extendiendo el brazo derecho, no trabajar y un eterno temer. Tenía como quien señala el camino.
muy malas pulgas el diache de viejo Después, rumiando algo, entró al bo Mendo! Por cualquier caballaíta armaba hío y se acomodó en una silla cuyo fon unos pleitos padres. Insultaba, gritaba, do era piel de cabra.
manoteaba. Una buena condición, en El cachimbo de Casimiro tenía curio cambio, adornaba a don Mendo: cada sos adornos. Regularmente, un cachim quince días, llegada la noche, llamaba bo de barro no dura arriba de tres me a Casimiro, le entregaba los tres pesos ses, pero éste contaba dos años ya. Más de la quincena y lo retiraba diciendo: de cinco veces habíale puesto nueva raíz. las tres de la mañana aquí. Hay Cuidadosamente, por lo mismo de sen que ordeñar.
tirse tan fuera de sí, lo llenó de legiti Jamás pudo Casimiro explicarse tal mo andullo; y para encenderlo rúsolo constancia en recordarle el ordeño. En boca abajo, de modo tal, que la llama cuatro años de trabajo, sin faltar un sodel fósforo, sin necesidad de esforzarse lo día, casi siempre antes de la hora, chupando, cubiera toda la picadura. Lue estaba: él al pie de la vaca exprimiendo go escupió, pasó un pie sobre el salila ubre, de modo que a las cinco salievazo y cruzó las piernas.
ra el muchacho con la leche hacia el. Anda al carááá. dijo en alta voz, pueblo. en todo el día no cesaba un a poco. Dique ese viejo ladrón metién minuto. En arrimándose la prima, a eso dose con un hombre de mi sangre! de las ocho, pasaba frente a la puerta ¡Concho!
y se despedía del viejo, lector incansable: se puso en pie. Jata mañana, don Mendo.
Ponía las trancas del portón, atrave.
Casimiro trabajaba con el viejo Men saba la carretera, y sin oír los cuentos do. Desyerbaba, talaba, ordeñaba, llevade su mujer se echaba en el catre, inba las vacas al abrevadero. El mismo, corporándose al rato para lavarse los después de cortar la leña en el fondo de pies y desnudarse.
los potreros, casi dos kilómetros distanciados, venía por los burros y tornaba con ellos cargados de trozos. Cuando el Esta mañana cuando descargaba la viejo Mendo consideraba tener demasiada leña para su consumo, mandaba a leña en la enramada, sin explicarse cóCasimiro venderla en el pueblo.
mo, rompió una angarilla. Cayó sobre ella la otra, y ambas tenían preñez de. Hay que aprovecharlo todo. decía el patrón.
trozos de pomos. Casimiro se apresuró Casimiro partía a pie, precedido por a terminar para arreglarla; mas el diauna fila de doce burros viejos, flacos, blo en la persona de don Mendo se metió en la enramada, sin hacer ruido, con enpeñados en mordisquear cada yerbajo que hubiera en las orillas de la carreaquellas sus malditas pantuflas marrotera. Al sonar una bocina, Casimiro innes, con aque! grasiento sombrero negro y con aquellos terribles insultos esconcrepaba su recua: didos ahí mismo, detrás de los labios. Tú, Prieto. Ajilate, condenao! siempre, a la ida o a la vuelta, te. Oigame, óigame. Se cree usté que nía el alma como de pie en una temblaestoy trabajando día y noche para que dera. Ay, si por desgracia un auto malvenga usté, por puro gusto, a mermar mi hacienda?
trataba alguno de esos mañosos. Pero si ha sido sin querer, don Algunas veces partía de mañana. Era Mando.
una fiesta, entonces. Gustábale ver las jembras, con sus flores entre el pelo. mí no se me contesta, grosero. mí no se me contesta, negro indecente!
Casimiro sintió que una mano gigantesca lo agarró por la cintura y lo zarandeó rápidamente. Fué como si le hubiese dado vueltas, pero tan violentas, Abogado y Notario que Casimiro no pudo ver sino un vacío. No estaba allí la enramada, los burros, don Mendo: nada estaba. enton.
OFICINA: ces le pareció que la misma mano arrancó su cabeza y la lanzó en un pozo cuyo 125 varas al Este del Almacén fondo jainás tocaría.
Robert, frente a Reimers. Indecente es su madre, degrāciao! tendió todos los músculos, maravillado de no haber ahorcado al viejo.
OCTAVIO JIMENEZ Extractos y otras referencias de estas obras, se Jardn en ediciones próximas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica