196 REPERTORIO AMERICANO para que los tiranos de América vivan en paz, seria necesario que no hubiese existido Montalvo. El nos mansa odiarlos y matarlos!
Juan de Dios Uribe.
mo, alguna vez, del poder, con que había sido dotado, de castigar, ya que no de corregir, a los perversos. Túvolo, en verdad; y fué su numen de los que, de tiempo en tiempo, envia a la tierra la Nemesis de las medidas inviolables, para ejercer, en la conciencia de los hombres, la jurisdicción de la vindicta.
ción. Lo más abstruso y abstracto asume en la prosa de Montalvo, concreción, figura coercible. Blanco Fombona. En el prólogo de los Siete Tratados.
Editorial Garnier Hnos. Paris, 1912. Del folleto Somalén, Quito, 1896. la calda de Veintemilla, reconociéndola como obra de Montalvo en su mejor parte, los liberales ecuatorianos se apresuraron a ofrecerle una curul en el Senado. No la aceptó, como tampoco en ocasión anterior. Su natural repugnancia a llenar otro papel que el de censor y guía, le mantuvo siempre en la órbita del filósofo militante, que no rehuye el peligro ni la responsabilidad, pero sólo aspi.
ra de verás a una autoridad superior de ár.
bitro inmune. Este violento y desapoderado combatiente, era en el consejo y en la acción directa hombre de justo medio y razonada largueza.
Gonzalo Zaldumbide. En el prólogo de El Espectador, Editorial Garnler Hnos. Paris, 1927. Fué la indignación lo que hizo de lo que no habría sido más que un literato con la ma.
nía del cervantismo literario, un apóstol, un profeta encendido en quijotismo poético; es la indignación lo que salva la retórica de Montalvo. Haberse muerto? No, haberse muerto, no, imorirse, no! Hay que vivir para combatir tontra la tiranía y vencerla; y hay que sobrevivir! Montalvo sobrevive porque venció, isl, venció! a la tiranía y no porque imitó a Cervantes. Porque imitó a Don Quijote. él tuvo conciencia de su misión y de su obra.
En aquella ciudad (1) nació Montalvo; alli La literatura de Montalvo tiene asentada reunió en una sola personalidad Naturaleza el su perennidad, no solamente en la divina vir.
dón de uno de los artifices más altos quc. lia tud del estilo, sino también en el valer de yan trabajado en el mundo la lengua de Que nobleza y hermosura de la expresión personal vedo, y la fe de uno de los caracteres más que lleva en sí. Pocos escritores tan apropiaconstantes que hayan profesado en América dos como él para hacer sentir condición el amor de la libertad, reparadora y tonificante de las buenas letras.
Su amenidad, su deleitoso halago, están imFué el Escritor entre los nuestros, porque, pregnados de una virtud más honda, que viea la vez que la insuperada aptitud, tuvo, en ne del innato poder de simpatia y del ritmo grado singular y rarísimo dentro de una cul enérgico y airoso de la vida moral. En horas tura naciente, la religiosidad literaria; la vo de abatimiento y displicencia, su lectura lecación de la literatura, con el fervor, con la vanta y corrobora el ánimo; y para quielies perseverancia, con los respetos y cuidados, le conocen de cerca y han llegado a ser inti.
de una profesión religiosa. Al elemento in mos con él, cualquiera página suya trae, aun consciente, activo y eficaz en su inspiración independientemente del sentido, una expresión de escritor, se unía un elemento consciente de sonrisa y de consuelo, como el són de esas y reflexivo, que nutre sus raíces en el mucho dulces voces familiares que llevan su propie.
saber y en el acrisolado dominio de su arte. dad balsámica en el timbre, más que en la paEste fecundo consorcio imprime a Montalvo labra. Hay autores que a sus prestigios y sello único como prosista americano de su excelencias de orden literario, reunen un no tienpo.
aprendido don magistral con que instituir la disciplina de la sensibilidad y de la mente y La integridad de la conciencia americana; formar el concepto de la vida. Montalvo es la integridad que comprende el sentimiento de éstos. La abundancia de ideas morales, profético de la cabal grandeza de nuestros pintorescas y cálidas; el generoso entusiasmo, destinos, y por tanto, Je la cabal grandeza de la fortaleza y alegría de alma, el temple vanuestro pasado, está presente en su obra, y ronil, le hacen particularmente apto como ella le mueve, en uno de los Siete tratados, mentor y amigo en los días de la juventud, a aquella gallarda afirmación de la superio cuando el hervor de esas primeras lecturas, ridad de Bolívar sobre Bonaparte, afirmación que, si son nobles y viriles, infunden en el que hubo de espantar en su tiempo a la gente. alma, para el resto de la vida, el dejo inexdiscreta y partidaria del apocamiento común, tinguible de un bautismo de fuego o de una y que aún la asombrará hoy mismo, aunque iniciación religiosa. Es de aquellos a quienes por ventura no tanto. Quién ha consagrado puede decirse: Armame caballero. Tuvo, acentos de más honda piedad a la suerte de entre los rasgos que más definen su carácter, las domadas razas indígenas. en cuan. la admiración franca y ferviente; el alma to a la originalidad de la naturaleza, tain abierta a la comprensión plena, entrañable, bién supo sentirla y fijarla a menudo. Nada de todo lo bueno, de todo lo grande, de todo más propio para oído por la montaña que la lo hermoso: en la naturaleza y en el arte; en voz con que imprecó a la majestad del Pichin las cosas del pensamiento como en las de la cha, de modo tal que imaginamos que aún acción; en el alma de los hombres como en el está retumbando en los contornos del gigante. genio e historia de las sociedades. Era un.
Nada más penetrado de aroma de la tierra y radical optimista por la constancia de su fe de humildad que aquel su elogio del en aquellas ciones superiores que mantiemalz, el trigo del pobre, el acumulador de la nen fija la mirada en una esfera ideal: bien, energía que ha de desatarse por los brazos del verdad, justicia y he!! eza.
Indio labrador, cuando, encorvado sobre el suelo hecho del polvo de los suyos, trueca su Cuando, en un cercano porvenir, los puedulce paciencia en oro del amo.
blos hispanoamericanos pongan en acervo común las glorias de cada uno de ellos, arraiLa prosa de Montalvo, después de Junín y gándolas en la conciencia de los otros, la ima.
de Ayacucho, es el desquite del Conquistador. gen de Montalvo tendrá cuadros y bustos que por cierto que hay en el rebusco y acumu la multipliquen en bibliotecas y universidades lación, que manifiesta esa prosa, de riquezas de América. La posteridad llamada a consadel tiempo viejo, cierto soplo marcial, cierto yrar los laureles de este primer siglo, dira impetu heroico, como de conquistador que en que, entre los guíos y mentores de América, trase a saco una ciudad antigua y volviera pocos tan grandes como el hijo de Ambato.
ufano y curioso del botín; cierta exaltación que es todo lo opuesto que pueda imaginarse José Enrique Rodó. a la asiduidad linfática del literato de la es. En el Mirador de Próspero, Montevideo, 1913. pecie académica.
Juan Montalvo, en ma, fué un apósNo se representa bien a Montalvo quien no le imagine en la actitud de pelear, y siemtol sincero, honrado, abnegado, cuya existen.
cia de incesante combatir por las ideas que pre por causa generosa y flaca. Alma quijo.
tesca, si las hubo; alma traspasada por la decreyó buenas y justas puede servir como un voradora vocación de enderezar entuertos, un filósofo moralista, mitad estoico, mitad desfacer agravios y limpiar el mundo de ma.
modelo de consagración y de bravura; fue landrines y follones. Tocando a esta condicristiano; fué un self made scholar; fué, como Castelar y Victor Hugo, a quienes se parece, ción, ponemos la mano en el fondo del carácter; en el rasgo maestro y significativo, que, un pensador de segunda fila y un escritor de concertandose con aquel otro, no menos escnprimera fuerza. Su memoria maravilla y el cial, de la pasión del decir hermoso y pulcro, tino con que la empleaba. Imaginación en.
diseñan, como el perfil de una medalla, el re.
cendida, poeta por la opulencia de la fantalieve de la personalidad. Jactábase él missía, su prosa, rebosante de imágenes, va arras.
trando un manto azul bordado de constelaciones. Tiene del poeta, junto con el pensar (1) Amboto, Ecuador.
amenudo por imágenes, el don de la objetiva. Voy a reprochar! e sus preocupaciones lexicológicas yo que las padezco también. Voy a discutir a. iterato?
Sintió acaso en exceso la voluptuosidad de la lengua. de una lengua artificiosa y de énfasis castellano. Rodó dijo que la espon.
taneidad natural y suelta de Montaigne es el término opuesto a la artificiosidad preciosa de Montalvo. Pero es que Montaigne era un sensual y un escéptico y Montalvo un apasionado y un dogmático y el énfasis es el lenguaje de la pasión.
Miguel de Unamuno. En el prólogo de Las Catilinarias.
Editorial Garnler Hnos. Paris, 1925. Pues Montalvo, por encima de todas las cosas, amaba y respetaba la virtud.
Es la característica más saliente de su ge.
nio. En toda coyuntura, por doquiera, enseña, mejor dicho predica, la virtud. Creeriamos a menudo oir a algún magnífico orador sagra.
do. Celébrala sin cesar, no sin cierto énfasis entre familiar y solemne, muy suyo; pero con intima y verdadera grandeza de alma, que levanta su elocuencia y salva sus homilias de la insipidez sermonaria. En rincones agrestes, fueron los libros su refugio. Leyó mucho, y bueno.
Esta ucha con a incomprensión ambiente le oblgaba a la rectificación preventiva, a la explicación innecesaria, que eran rémora al discurso, donde éste podía soltar su vena cuan ancha era. De las dos clases de ignorancia primitiva, una hay, arcilla candida e ingenua, dócil al toque del pulgar modelador; y otra que es suspicaz y cominera, por desconfiada.
Esta se alzó contra Montalvo, cuando precisamente más queria él esparcir el espíritu por lo alto. Porque Montalvo, más y mejor que polemista propiamente, es orador. Sobre todo Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica