REPERTORIO AMERICANO 153 In Memoriam (Recuerdos. Véase la entrega anterior)
III Así que salió de la cárcel, Oscar Wilde se vino a Francia. En Berneval, modesta aldea de los alrededores de Dieppe, se estableció un llamado Sebastián Melmoth: era él. De sus amigos franceses, quise ser el primero en volverlo a ver, como también lo había sido el último.
Apenas supe su dirección, corrí.
Llegué a medio día. Llegué sin haberme anunciado. Melmoth, llamado a menudo a Dieppe por la buena cordialidad de Thaulow, regresaría al anochecer.
Hasta media noche no llegó.
Aun no había terminado el invierno.
Hacía frío; estaba fco el día. Entero lo pasé vagando por la playa desierta, descorazonado y lleno de fastidio. Cómo pudo Wilde elegir a Berneval para residencia? Aquello era lúgubre.
Anocheció. Entré al hotel a encargar un cuarto, al mismo hotel en que vivía Melmoth, y por lo demás, el único que había en el lugar. Limpio, agradablemente situado, el hotel no albergaba más que algunos seres de segundo orden, inofensiva compañía a cuyo lado tuve que comer. Triste sociedad para Melmoth!
Por dicha yo tenía un libro. Lúgubre noche! Dieron las once. Ya no lo iba a esperar más, cuando oí el rodar de un.
carruaje. Ha llegado el señor Meimoth.
El señor Melmonth está aterido de frío. En el camino perdió su sobretodo.
La pluma de un pavo que la víspera le había traído su criado (presagio horrible) le anunciaba una desdicha; está feliz porque ha sido sólo eso. Pero tiembla de frío y todo el hotel se mueve para hacerle calentar un trago de aguardiente. Con dificultad me saludó. Delante de los otros, al menos, no quiere aparecer conmovido. mi emoción casi al instante tiende a hallar a Sebastián Melmoth tan sencillamente parecido al Oscar Wilde de antes; ya no el lírico arrebatado de Argelia, sino el dulce Wilde anterior a la crisis; y me sentí transportado no a dos años, sino a cuatro o cin: coʻaños atrás; la misma languidez en las miradas, la misma risa jovial, la misma Oscar Wilde ADVERTENCIA (Debió publicarse esta advertencia en la entrega anterior)
hacer es transcribir las hojas en que más o menos copié cuanto pude recordar de sus palabras. Oh! naturalmente! naturalmente, yo sabía que una catástrofe ocurriría esa, u otra, yo la esperaba. Era necesa rio que eso concluyera así. Piense si no: Ir más lejos, eso no era posible; y eso no podía durar más. Por lo que usted comprende que es necesario que eso haya concluido. La prisión me ha transformado enteramente. Con ella contaba para eso. 1) es terrible; no puede comprender esto; no puede comprender que yo no siga la misma vida; culpa a los demás de haberme cambiado.
Pero es necesario no volver jamás a la misma vida. Mi vida es como una obra.
de arte; un artista jamás comienza dos veces la misma obra. o salvo aquella en que no tuvo éxito. Delante de la prisión mi vida ha triunfado tanto como es posible. Ahora es algo concluido.
Enciende un cigarrillo. El público es de tal modo terrible que jamás conoce a un hombre sino por lo último que él hace. Si ahora volviera a París, en mí no se querría ver más que al. condenado. Yo no quiero aparacer de nuevo sin haber escrito antes un drama. Hasta entonces es necesario que se me deje tranquilo. añade de improviso. No es cierto que he hecho bien con venirme aquí? Querían mis amigos que me fuera a descansar al Mediodía; porque, al principio, me sentía muy fatigado. Pero les pedí que me buscaran, en el Norte de Francia, una playa muy pequeña, en donde no vea a nadie, en donde haga bastante frío, en donde casi nunca se vea el sol. Oh. No es cierto que he hecho bien en venirme a vivir a Berneval. Afuera hacía un tiempo horrible. Aquí todos son buenos conmigo. El cura sobre todo. cómo me gusta la iglesita. Ha de creer que se llama Notre Dame de Liesse. Aoh. No es verdad que esto es encantador. ahora sí que jamás me podré ir de Berneval, porque el cura me ha ofrecido esta mañana una silla permanente en el coro. los guardas. De qué modo se fastidiaban aquí! Les he. preguntado entonces si no tenían nada que leer; y ahora les traigo todas las novelas de Dumas padre. No es cierto que es necesario que yo permanezca aquí. los niños. oh. ellos me adoran!
El día del jubileo de la reina, les hicc una gran fiesta, una comilona, a la que asistieron cuarenta escolares ¡todos. todos. también el maestro. a festejar a la reina. No es cierto que esto es absolutamente encantador. Ud, sabe que yo quiero mucho a la reina. Siempre me acompaña su retrato. me enseñó el retrato de Nicholson, pegado a la pared con afileres.
Me levanto a verlo; hay cerca una escasa biblioteca; me fijo un momento en los libros. Yo quería que Wilde me hablara de algo más serio. Me vuelvo a sentar, y algo temeroso, le pregunto si ha leído los Recuerdos de la Casa de los Muertos. No me responde directamente, pero comienza. Los escritores rusos son extraordinarios. Lo que hace tan grandes sus li(1) Bosy, Lord Alfredo Douglas. VOZ.
Prevengo desde luego al lector: esto no es ni una biografía de Oscar Wilde, ni un estudio de sus obras; es la mera cum.
pilación de dos bosquejos que no tienrn ni el mérito de lo no editado, pero que las personas, cada vez más numerosas, que se interesan por el gran poeta irlandés, no sabrían en donde hallarlos pues uno está sepultado en un volumen.
de críticas diversas (1) y el otro todavía no ha salido de una entrega del Erniita.
ge, en donde lo publiqué, en agosto de 1905 (2. Incapaz de volver a escribir nada, doy de nuevo ambos artículos sin alterar una palabra del texto, aun cuando mi cpinión haya cambiado profundamente en un punto por lo menos: me parece ahora que en mi primer ensayo (3) he hablado de la obra de Oscar Wilde, de su teatro especialmente, con, una severidad injusta. ello me impulsaron tanto los ingleses como los franceses, y el mismo Wilde a veces manifestaba por sus comedias un gracioso desdén de que yo me contagie.
Confieso que durante mucho tiempo creí pues, que Un marido ideal y Una mujer sin importancia no pasaban de ser entretenimientos dramáticos, tamhián ellos of no importance. Es cierto que no he llegado a juzgarlas como obras perfectas; pero ahora que las conozco mejor, me parecen piezas de lo más curioso, de lo más significativo, y a pesar de lo que se haya dicho, de lo más nuevo del teatro contemporáneo. Si ahora la crítica francesa se asombra del interés con que se ha visto la reciente representación de Lady Windermere fan, iqué no habría pensado de las dos piezas antes citadas!
En fin, para quien sabe escuchar con perspicacia, El marido ideal y La mujer (Pasa a la página siguiente. 1) Pretextes (Mercure de France. 2) Este último ensayo se titula Le De Profundis de Oscar Wilde y no se traduce ahora (N. del 3) Este que hemos traducido. del Ocupa dos cuartos, los dos mejores del hotel, y los ha hecho arreglar con gusto. Muchos libros en la mesa, y entre ellos me señala mis Nourritures Te.
rrestres, salidas hacía poco. Una linda Virgen gótica, en un pedestal grande, en la sombra.
Ahora estamos sentados cerca de la lámpara y Wilde bebe su aguardiente a sorbos cortos. Noto, ahora que le da más la claridad, que la piel de la cara se ha vuelto roja y vulgar; y más lo está la de las manos, que sin embargo han adquirido ļas mismas sortijas; una, que quiere mucho, lleva en movible engarce un escarabajo de Egipto en lapislázuli.
Están sus dientes atrozmente arruinados.
Conversamos. Le vuelvo a hablar de nuestro último encuentro en Argelia. Le pregunto si recuerda que entonces yo le anunciaba casi la catástrofe. Acaso, dije, sabía usted poco más o menos lo que en Inglaterra le esperaba; sabía el peligro en que allí se precipitó. Creo que lo mejor que ahora puedo Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica