Liberalism

164 REPERTORIO AMERICANO El día de finados León se harto de del combate. Era vino fuerte, astrinverlo. Mario acompañaba al padre Emig gente, rojo, pero no dulce: Hecho de uva dio en el Pantión y había que oirle can de Icaria o de Lesbos o de Efeso.
tar en los responsos. qué galán es los atenienses del tiempo de Aristaba!
tófanes, dijo Cifuentes, les disgustaLlegó la Gritería, en diciembre, con ba este vino de los héroes. Del gran cóque León celebra la concepción inma mico es aquel verso que dice que a los culada de María. Ha terminado la no de Atenas les desagradan los malos poevena y en cada casa donde se ha rezado tas que sólo de to horrible y de lo brutal se hace. fiesta abierta a todo el mundo. saben ocuparse, igual que el vino pramEs fiesta de noche. Se va en grupos. Se niano que arruga las facciones y obsentra a las casas donde hay altar y se truye las entrañas.
gritan vivas a la Virgen. La cornada del bufón, obliquus ic. Quién causa tánta alegriya? tus, era para herir a Eurípides dijo. La Concepción de Mariya!
el padre Emigdio.
Los obsequios abundan, de dulces, de. El bufón? preguntó Mario, admirefrescos, de gofios hechos de maíz, de rado de que se llamase así a Aristófanes.
frutas, de bolsitas de papel de color con Bufón lo llamó ese bárbaro, semeconfites extranjeros, con pasas, con hi jantė, sin embargo, al padre de los diogos y ciruelas.
ses, único ejemplar de su raza, Goethe, En la calle los grupos llevan farolas replicó el padre Emigdio.
de papel con inscripciones en alabanza se habló del aroma exquisito del de la pureza de María. cantan: sapriano; del lesbiano que, añejo, merecía el nombre de ambrosía, según cuenta Toda hermosa eres María, Ateneo. del tasiano que olía a manzana; desde tu instante primero.
del ariusiano, que Strabo celebra como el mejor de los vinos griegos; del faMario corrió la gritería con el padre neano, que Virgilio corona rey de cuanEmigdio y dos de los colombianos. Qué tos bebe el hombre; de los embriagadodecir de León esa noche? El cielo vasto res vinos de Naxos, Rodas, Cos, Xacinto estaba tachonado de estrellas, pero León, y Leucadia; del argitis que uva pequecon sus altares, con sus farolas, brillaba ñita, pero muy jugosa, rinde; de los vimás que el cielo. Ah, y las voces de nos fenicios, entre los que sobresalía el León cantando las canciones lindas que byblos; de los vinos egipcios, el mareoen el recuerdo hacen llorar! Mario no tis y el tenia, con que Horacio dice que supo a qué horas habían llegado al hotel se embriagaba Cleopatra, y el meroe, de la Chepa, abajito del teatro, donde semejante al falerno, del que Lucano los colombianos tenían su cuartel. No cuenta, en el libro décimo de la Farsalia, iba a ser tan descortés como para negar que la egipcia le sirvió a César; del sase a entrar. Lo recibieron con efusión.
benítico, que se hacía de tres clases de Este vinito, javen, no le caerá mal, uva; de los vinos de Lydia, que Galesi bien no es de los de consagrar.
no elogia; del scybelita, gálata, dulce y La sonrisa amabilísima que acompa. espeso; del abates de la Cilicia, y del ñaba a estas palabras negaba paladina tibenio, el arsynio y el titucazeno, tomente toda intención de burla. El Ge dos de la uva que madura la primera en neral le decían al hombre, anciano ya, el Asia. De los vinos que Horacio canque hacía los honores de la casa. Finos, ta, Mario dijo cosas que los colombiaardorosos, elocuentes, eruditos, los co nos oyeron con deleite. La amistad eslombianos encantaron al seminarista. So taba hecha.
bre el vino rodó la conversación. Se ha Al obispo le gustaba repasar propobló de los vinos de la antigüedad, del siciones de la Summa y capítulos de la maróneo que Ulises recibió en la costa de Civitas Dei con su seminarista predilecTracia, cerca de la desembocadura del to. Mario no le disgustaba la tarea.
Hebrus, cuando iba hacia la tierra de La recia mentalidad del doctor Angélilos Cíclopes, vino que era obscuro y dulco le espantaba con agrado, y la intensice: Homero se hace lenguas para ala dad del africano, no obstante ser un tanbarlo.
to grosera quizás, le subyugaba. Pero En la novena rapsodia de la Odi los colombianos y su jugosa deleitación sea. dijo Uribe y Uribe, el poeta dice en los clásicos, su! clara enunciación del que tan fuerte es ese vino, digno de los castellano, su elegancia al quitarse los dioses, que mortal que lo quiera probar unos a los otros la palabra como si huha de mezclarlo con dos partes de agua. bieran ensayado la conversación, fue pa Después degeneraron los hombres ra él revelación de bellezas no soñadas.
a tal grado. comentó Cifuentes, que Mario frecuentó a los colombianos.
Plinio, en cuyo tiempo aun se celebra Hombres de revoluciones, de encarcela ba el dulce maróneo afirma que es preci mientos políticos, de destierros, de proso diluirlo en ocho tantos de agua. clamas, de fieras polémicas montalvinas. Ovidio. dijo Villa, celebra la uva varones fuertes, de vasta ilustración, lide Tracia en el tercer libro de los Fastos bres de mezquindades, estoicos en el iny Virgilio en el segundo de las Geórgi. fortunio, epicúreos de cepa en cuanto podían serlo, grandes señores de verdad. No menos antiguo que el maróneo, su amistad, su trato, era para Mario cau dijo Conto, es el pramniano que Ho tivadora educación. Ellos querían y resmero menciona en la undécima rapsodia petaban al muchacho. Sabían que era de la Ilíada. Hecamede, dirigida por sincero y procuraban no lastimarle en Néstor, le prepara la copa a Macaón sus creencias. Mario no se le ocurrió cuando éste vuelve, herido en el hombro, jamás, en compañía de ellos, abandonar la carrera eclesiástica, antes al contrario veía en ella ventajas cada vez mayores.
Estos caballeros insignes, por su condición laica precisamente, andaban en azares fatales para la cultura de que eran tan devotos. Las revoluciones liberales, pensaba Mario, acabarían con el humanismo si el humanismo no se refugiaba en el único seguro de este mundo, la Iglesia de Roma. El liberalismo grande e ilustrado, más cercano de Port Royal que de Manchester, dejaría hasta la última gota de su sangre en fusilamientos y cuartelazos, la gastaría hecha bilis en amargos exilios. Esos mismos liberales predicaban su propio exterminio sin saberlo: Que corra la sangre, porque si no se estanca en las conciencias. decía un Uribe gran orador: era sangre santa. de liberales ilustres la que correría tocando de púrpura los machetes de los liberales burdos y cavernarios que se repartían el botín del mando. los Barrios, los Estrada Cabrera, los Zelaya, los Alfaro, los Tomás Regalado. Veia a León, Mario, con sus generales que odiaban la cultura, con sus abogados pillastres, con sus finqueros torpes y montaraces, y sentía inmensa lástima por su adorada ciudad. Ah, pensaba, si estos colombianos fueran del clero y en vez de la oscura tertulia de que tanto se chismea en León tuviesen a su cargo los púlpitos de nuestras catorce iglesias, qué bella labor y duradera la que podrían realizar. Con el padre Emigdio y con Zepeda, el: leonés que les hacía los sellos de hule a los abogados, y que era de la tertulia de los colombianos. Mario hablaba de esta idea suya. El padre Emigdio suspiraba.
Para proseguir sus humanidades sin capitular en sus propósitos sacerdotales, Mario aumentaba los rigores ascéticos a que se sometía, castigándose el cuerpo a medida que mentalmente se entregaba con mayor y mayor goce a los estudios paganos. llegó la cuaresma.
Los viernes de cuaresma le tocaba dirigir los rezos dal Viacrucis que del templo de San Francisco, detrás del Instituto, sobre la Calle Real, salía por las tardes para entrar al Calvario, al final de la calle admirable, pasando por el costado de catedral y por el del mercado.
El Jesús de estas procesiones lo tallaron en Guatemala. Va, vestido de rico manto morado, doblado lastimosamente bajo el peso de enorme Cruz.
Con la una mano sostiene el madero sobre el hombro y con la otra bendice. Para bende cir lleva el rostro ladeado, y en la cara una expresión de dolor y sorpresa y ternura infinitos: Pareciera que se le hubiese eternizado este rostro en el momento cuando por primera vez se asomó al alma de los hombres y vio cuanto allí había de malo y de inocente, de digno de compasión, de digno de perdón, de digno de amor, de digno de castigo, todo inextricablemente entretejido y enmarañado. En las diversas estaciones, a lo largo de la calle, los altares estaban adornados de largas y gruesas sartas de amapolas, amapolas leonesas, amapolitas doradas como las que canta el pueblo, crecidas en árbol grande, que no cas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica