86 REPERTORIO AMERICANO.
XVI, tordilla me daba una vuelta por el dé Cuando yo alivio, ella está demacra. bles en la sala amplia, los sillones codalo triste de las calles del pueblo, y da como una muerta.
modos, donde mamá tejía gancho y el entretanto me contaba lindos cuentos al abuelo leía el periódico, los cándidos fulgor sonrosado, el céfiro jugaba con XII cuadros místicos, los retratos severos de su barba de armiño.
Tal vez, porque mamá era demasiado.
las abuelas, con su belleza antigua, y el Al llegar a casa, mamá me recibía en talentosa y vehemente y porque no vivió Niño Jesús en su vitrina, con su túnica sus brazos: su vida como ela soñaba haberla vivido, de terciopelo descolorido, recamada de Hijo, vamos a rezar.
la fatalidad siempre bordó en el canevá flores doradas ennegrecidas por los años Mamacita, tengo mucho sueño.
de su existencia cardos punzantes y floy bordadas por las litúrgicas manos de. Es que los niños no deben acostarres trémulas de loto.
unas monjas capuchinas.
se sin rezar.
Su corazón ardía en caridad y se. deEn el comedor, la vajilla incompleta. Mamacita.
tramaba en ternura; era sentimental, pero el lino de los manteles muy blanY me quedé dormido.
cordial y buena.
co, y en el interior, el corral, con su medianoche desperté angustiado, sollozando; mi corazón era una esquila Desde que nací se tornó triste; su mamugir de vacas, su aletear de palomas, yor alegría fué cuando mis manos pecasu algarabía de gallinas y los cantos so Mamá, mamacita!
doras, llenas de fervor, cerraron sus ojos noros de sus gallos esmaltados. Qué, mi cie o?
Soñé a Ojitos.
adorables, que habían llorado tanto. Ojitos era un hombre feo, era un XIII enano desprendido de un aguafuerte de El doctor dice que mamá no se alivia: Goya: tenía la cabeza enorme, los ojos Mauro Alfredo es pensativo y huraño la pobrecita sólo tiene alientos para desdesiguales, la nariz imperceptible ia como un hombre mayor; tiene la color trenzar las pestañas.
boca desdentada y babeante.
cetrina y en sus ojos el fuego de la geAnoche dormí en la biblioteca; hace Mamá me acarició los cabellos, me banerosidad y del talento.
veinte años que los libros están en los ñó de besos y comenzó el conjuro. Es mi camarada entrañable; siempre, mismos anaqueles. Con los ojos cerrados Padre nuestro, que estás en los cuando el sol prende sus últimos rizos cogí el libro de estampas con que me cielos.
fulgurantes en la cresta de la montaña, divertía en la infancia, en las veladas de nosotros jugamos en el arroyo.
invierno, mientras el viento rimaba su IX Su madre, doña María Esther, que poelegía en las rendijas de las puertas y Papá es un hombre virtuoso, liberal y see el gesto y la belleza de una gran en los esqueletos de los árboles; al cesabio; tiene la tez sonrosada y unas lar señora, lo mima locamente y quiere adi rrar el libro vi pasar una sombra en los gas manos de santo.
vinarle el pensamiento. Mauro Alfredo corredores mudos, a mi tía la abadesa, Su corbata es negra; su americana, ne nunca pide nada.
María de las Mercedes del Sagrado Co.
gra; su pantalón, también negro; sólo Becus, toma un confite.
razón, desgranando oraciones y sonando su camisa es blanca y sus luengas barMauro Alfredo finge no escuchar, su las cuentas de su enorme rosario.
bas de armiño.
madre ha comprendido.
Luego, nada. ah, sí. el cantar de los Me despierta muy temprano por la Becus, toma dos confites.
grillos en la fuente, las luciérnagas palmañana, y me hace estudiar Gramática, Mauro Alfredo va por los bombones pitando silenciosas en lo obscuro, y en Aritmética, Geografía.
y me da la mitad. Todo lo que tiene es mi pobre corazón, la inquietud de aqueLos hombres deben saber mucho, y para él y para mí.
lla marquesa encantadora que me dió sus tú ya eres un hombre.
labios y sus guantes negros.
XIV Luego, en su bufete, entre libros y al rubio amanecer, el canto de las montones de papeles, me dicta una, dos Por telegrama de papá supe que magolondrinas y el madrigal perfumado de cartas, que siempre empiezan así: Es. má estaba enferma.
los capullos abiertos.
timado señor: Hacía más de tres años que mis labios XVII no besaban su frente mustia.
Mi viaje fué lleno de afán y con el. El cuarto está en penumbra y en rinA veces, cuando yo jugaba en la calle corazón reventando de pena. Creí enchi las llamas lívidas de al coyote o me encaramaba en las carrecontrarla muerta y la veía acariciada por los cirios benditos.
tas cargadas de hierba fragante y moel trémulo fulgor de los cirios llorosos. Las mujeres devotas y emocionadas jada, salía papá con los lentes en la maMacilenta y temblorosa se incorporó lloran en silencio y murmuran rezos.
no y me llamaba cariñosamente: entre los cojines, y al echarme los bra. Con los ojos atónitos, mis hermanos y Ven; los niños no deben ser vazos al cuello débilniente, musitó una plo. yo, en torno de la cama, temblamos de gabundos.
garia: aflicción. en la paz ambigua de su estudio. Dios mío, ahora ya puedes lleEl sacerdote ha concedido todas las me relataba dulcemente la vida ejem varme!
indulgencias y sólo se oye ya en la haplar de un guerrero arrogante o la exisMis lágrimas, unas, se confundieron bitación el rumor escalofriante de las tencia florida y seráfica del limosnero de con el sudor helado de su frente, y otras plegarias y el mover de un periódico Asís.
Afuera, al rutilante embeleso de las anidaron en sus trenzas grises, mientras agitado misteriosamente por un soplo.
estrellas, inquietos como una alegre par.
sus manos cadavericas jugaban largade viento.
mente con mis cabellos. El alma se le escapa!
vada de gorriontes, mis pequeños cama.
Un suspiro bondadoso, que fué para La agonía de la amada enferma tiene radas jugaban a los soldados.
mí como una cadencia perfumada, rasgó la suavidad de una paloma.
XI su pecho.
Alza la mano exangüe y nos bendice; XV después, quieta, como dormida.
La fiebre me tiene postrado; veo un Mis dedos amorosamente, dolorosagran montón de periódicos que crece y Sigue grave mamá, y a pesar de sus mente, cierran sus ojos cansados.
luego se hace pequeño.
mortales dolencias no murmura una que Mis ojos no pueden derramar llanto, Mi cuerpo está sembrado de llagas ja, sólo sus ojos tristes, cuajados de ter pero siento que me sangra el corazón.
purulentas.
núra, se empapan de cuando en cuando, y XVIII Mamá lleva diez, doce, quince días al verme lo hace intensamente y levanta iqué sé yo. sin pegar los ojos; siem su mano amorosa, que apenas sostiene ¡Madre mia!
pre que despierto, agobiado por la ca un crucifijo, como esas manos sagradas ¿En dónde estás?
Ientura, de día o de noche, la contem de las santas bizantinas, y dibuja una en el azul apacible he visto floreplo reclinada en mis almohadas y me dulce bendición sobre mi frente.
cer una nueva estrella pensativa.
copio en sus pupilas dolientes.
Me paso las horas a su lado recordanSus manos taumaturgas, leves como do mi niñez y sus caricias.
Guillermo Jiménez un tul, han exprimido todas mis viruelas. La casa está igual: los mismos mue ico, 1921 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica