Liberalism

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226 REPERTORIO AMERICANO lla descendía, por la línea paterna, de uno de aquellos Paoli que lucharon contra Génova y contra Francia por la independencia de su Córcega nativa. El linaje se dividió entre Venezuela y Cuba, donde al apellido, trocado en Peoli, se había visto muy envuelto en la Conspiración de los Soles de Bolívar, el año 23. Martí a menudo le decía bromeando a Carmita que ella había heredado su temple con esa sangre libertaria. Ella prefería hacerle mimosas ponderaciones de su tierra caliente, tierra del sol ama.
da. como la había llamado Baralt en verso famoso.
Tales recuerdos contribuyeron no poco a compensar los consejos de Bolet y a aguzar el deseo viejo que Martí tenia de conocer aquella tierra, matriz de Amé. rica. Ahora, una carta de Carmita a su prima Merced Smith de Hamilton, vagamente eroparentada con Guzmán Blanco, le franqueó enseguida ese ambiente afectuoso de hogar que era su remedio de peregrino.
Más que nunca lo necesitaba ahora que nuevos vientos le habían separado del hogar propio. Podría reconstruirlo en Venezuela, hasta que llegase la hora de las graves decisiones patrias? Esta hospitalidad criolla con que le reciben las casas ricas anima sus ilusiones. Pero la imagen de Pepito no le abandona, y mientras Caracas se esfuerza ruidosamente por olvidar, en las pasajeras fran.
quicias del carnaval, la falta de más reales libertades, Martí contempla en su cuarto el retrato del hijo ausente, y prende a la cartulina el ramo de violetas que una dama le ha obsequiado. Toda esa noche la pasa escribiendo sus nostalgias de padre en versos de una ternura matinal: Principe enano. Mi caballero. Mi seyecillo. Mi despenA no de luz el espíritu. Había tocado, a Uno de éstos, andando el tiempo, conla vez, cuerpo de sabio y de santo. No signaría su recuerdo de aquel hombre recordaba haber conocido nunca otro joven, de continente gallardo y respe.
hombre tan por encima de los usuales table, de mirada penetrante y luminosa, niveles humanos. Pensó que, se las ha de frente ancha y despejada. y de tal bría con algún curioso rezagado de la modo comunicativo, franco y atrayente colonia retórica y clerical, y halló un in que, recién llegado, fué dueño de volungenio real. dotado de ancha visión y tades. Su palabra fácil y su imaginaancho saber. Su misma ortodoxia reli ción bullidora contrastaban con el ha.
giosa tenía una calidad viril que recor blar algo tartajoso de Acosta, y con su daba la de los viejos patristas. qué serenidad. Era casi siempre la tertulia enérgica fe al hablarle de América! Sólo un largo diálogo entre aquellos dos ar.
cuando la conversación rozó la actuali. quetipos de dos transiciones literarias: dad venezolana, una sombra veló el sem la clásico romántica y la romántico moblante del maestro; pero se disipó ense dernista. Sobriedad, sobriedad, sobricguida en el resplandor de una convic. dad. recomendaba Acosta a sus discí.
ción: Las usurpaciones son dramas pa pulos. Pero el cabrilleo de vocablos insajeros. La victoria ha de declararse al sólitos con que Martí se expresaba tenía fin por la fuente del poder. El pueblo un encanto de novedad lujosa.
triunfará. ni una sola palabra con Surgió la idea de darle a conocer en tra el déspota que Martí lo sabía le te una velada literaria. La Opinión Nacio.
nía amenazado y reducido a la miseria. nal, el diario de Aldrey, echó a vuelo Lo bien que Acosta a su vez pensó todas las campanas de la loa, y tal mude aquel joven cubano tan insinuante y chedumbre colmo los salones del Club suave en el preguntar, lo fué sabiendo del Comercio, desbordándose por la plapoco a poco la gente de letras de Cara za contigua, que Martí tuvo que hablar cas. Sobre todo los jóvenes universita desde un balcón.
rios, que acudían a la casita del maes Naturalmente, el discurso se inició con tro con una frecuencia y una devoción un canto a la belleza de las caraqueñas, rituales y también con cierto ánimo ta se demoró en el recuento de las glorias cito de protesta. Acosta los adoctrinaba históricas de Venezuela y terminó con suavemente en la teoría y en la práctica el elogio apasionado de la libertad, que del liberalismo, y los muchachos salían, aún aguardaba en América su hora de por lo común, muy alebrestados contra plenitud. Algunos de los oyentes se inel Dictador.
quietaron; pero Martí se. refería a su Guzmán Blanco, que sabía cuanto pa propia patria. Acababa de sufrir por saba bajo cada techo venezolano, no ig ella. Para ella vivía. El poema de 1810 noraba tales incitaciones. Pero el presti estaba incompleto, y él pensaba ayudar gio y el saber de Acosta le imponían a escribir su última estrofa.
aún ciertos respetos. Había tratado de Desde que el General Quesada había ganárselo por todos los medios. Desai estado en Caracas allá por el año 71, rado, quiso herir al maestro en sus va organizando veladas y corridas de toros nidades. La Academia Venezolana de en pro de la causa cubana, ésta tenía Literatura se rerorganizó sin que figura. allí un ambiente de simpatía en que a ra en ella el poligrafo que, con su eru. menudo se descargaban las ansias locadición y su pulcritud vigorosa de lengua les de libertad. Pero Martí hizo ahora je, había asombrado a los inmortales de vibrar a los caraqueños con la evocación la Península.
de Las Guásimas como si se hubiera Hombre de no escasa cultura él mismo tratado de las Queseras o de Carabobo.
y aficionado a todos los lujos, incluso el, Las señoras se quedaron arrobadas con de las ideas, Guzmán Blanco hubiera los madrigales en que había tejido tan apetecido una corte fastuosa de siglo de lindas alusiones a la flora y a la ornitooro, con él de Presidente Sol. Solía do logía del trópico. mientras la señora lerse de que las agitaciones de su vida Smith de Hamilton presentaba al orador política le hubiesen apartado de las ta profusamente, los memorialistas le cele reas de la imaginación y de las buenas braban en coro su crudición sanguínea, letras, y sólo le consolaba su fe en la como de un Michelet que le hubiera naomnipotencia popular y en la misión que cido súbitamente a América, y los homcreo llenar de la Providencia, toda vez bres de más estricta preocupación liteque no es de mi criterio aceptar en nada raria discutían vivamente aquel tipo la acción de la casualidad.
nuevo de oratoria: los verbos viejos, los Este hombre lleno de soberbia políti. adjetivos inéditos, la construcción baca y de respetos teóricos no se atrevía, pues, a ejercer sanciones directas contra Martí también quedó satisfecho. Al Cecilio Acosta por su decoroso aparta día siguiente le escribía su agradeci.
miento. Toleraba que sus amigos letramiento a Jugo Ramírez, uno de los or.
dos hasta el mismo director del diario ganizadores de la fiesta. al director oficial, Fausto Tedoro Aldrey visitade La Opinión Nacional. En esta carta, ran al prócer rebelde, a quien tal vez que el diario hizo pública, hablaba de lograran ablandar. Más de una vez se sus devaneos y ensueños de futuras encontró Martí con ellos en sus propias proezas. y se explicaba un poco: visitas, y vió desplegarse todas las inDe caer vengo, del lado de la honra.
sinuaciones de la inteligencia cortesana.
Pero perder una batalla no es más que la Pero don Cecilio se impermeabilizaba en obligación de ganar otra. servir modestaironías como hombre honrado que de mente a los hombres me preparo; a andar, be decir siempre verdad, pero no toda con el libro al hombro, por los caminos de la vida nueva; a auxiliar, como soldado hula verdad.
milde, todo brioso y honrado propósito: y a En tales reuniones conocieron tammorir de la mano de la libertad, pobre y fiebién al cubano los jóvenes de promesa. ramente, sero.
Cecilio Acosta le recibió una mañana en su casita entre Velázquez y Santa Rosalía. Por muchas elogiosas referencias conocía ya al insigne humanista y jurisconsulto, y sabía de su fecunda ejecutoria como estimulador de cultura y formador de conciencias, Acudió a él como un discípulo.
Acosta vivía con una modestia austera. En la amplia estancia, desnuda de muebles como el de vanidades. una penumbra como de capilla se acentuaba con el débil resplandor de una mariposa encendida frente a un altarcillo colonial de hoja doble, con su crucifijo al centro. Entre estantes colmados, algunas estampas religiosas. Después de saludar con cierta beatitud a su visitante, don Cecilio se envolvió en su ancha capa y se acomodó en el sillón frailuno. Era un hombre pequeño, flaco, con una cara rasurada y dulce y una frente altísima.
En aquel ambiente, tenía algo de as.
cético que sorprendió y hasta embarazó un poco a Martí ¿Sería de veras aquel hombre el escritor más egregio de Venezuela, el patrón de la libertad y del progreso que le habían pintado?
Creyó que la visita se quedaría en breve cumplido. Estuvo alli dos horas.
Cuando salió a la luz dorada del mediodía, a la visión del Avila, que recortaba su cumbre malva en el marco de una bocacalle lejana, llevaba él también llerroca. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica