REPERTORIO AMERICANO 361 quinta de de Horacio La De La Prensa. Baenos Aires Todos han leído, para delicia de sus ber elegirse devaneos frívolos y baratos.
facultades, esa clara página de Los nueEs una lástima recordar que el padre vos paseos arqueológicos de Boissier. titulada La quinta de Horacio. Leer de Horacio fué un esclavo. El no lo oculesta evocación y completarla luego con ta. Yo, nacido de humildes padres. dila. lectura general del propio vate, es ce un verso suyo. Pero nos da sutil anreanimar hasta el detalle aquel pasado gustia, que él tenga esclavos y se halle de las Epístolas. Casi vivir en él. Catana gusto. Con todo, no declamaremos si yivir con Horacio. Era lo que yo buscosa alguna, y menos del orden senti.
caba, pues me había trazado el designio mental, contra la esclavitud; ni habría de recoger juntamente con el deleite líaquí razón de hacerlo. porque ¿no esrico de tal vecindad la utilidad de una tamos viendo acaso cómo se le dieron al verificación. Quería conocer por dentro siervo letras y ciencias. Ay, sí. Mas la paz romana, que ya mostraba su prino será, aún tratándose de Horacio, pa.
mera faz, y saber algo verdadero de la ra alcanzar después mejor precio de venRoma de Augusto. ta? No hay una ley ni una costumbre Leyendo las páginas que digo, hube de Roma que no estén concebidas bajo de vivir en la quinta famosa. es aforel dictamen del egoísmo. El propio vatunadamente tan poderosa magia la del Horacio te de Venusa creía muy sinceramente arte, que mi propósito fué punto por De un medallón de bronce de la época de Constantino (Biblioteca Nacional. Paris) que aun la utilidad es como la madre punto realizado. Doy. por seguro que de lo justo.
cuando mañana se invente el instrumenPor otra parte. no se dió quien esto to capaz de captar. las visiones pretéri. jando perecer a tu amante? César forescribe el gran chasco de su vida unitas, poco habrá que enmendar a las ya jó de nuevo en el yunque los aceros emversitaria con el hallazgo del peculogradas reconstrucciones del arte. botados y domó con ellos a los árabes y lium. Imposible nos será desde entonlos masagetas. Muy bien. Pero eso no ces fiarnos de ningún progreso jurídico Horacio fué tan dichoso en su quinta fué guerra sino pacificación. La paz se en Roma, ni tomarlo seriamente como regio presente del regio Mecenas que va extendiendo a lo ancho y a lo largo signo de una evolución de la conciencia irse a vivir con él como lo hacemos mi de la tierra, dulcemente, tal vez letal: lector y yo desde este momento, pareHasta los caballos canos se adornarán de quiritaria hacia más generosas formas de justicia. El decantado peculium de ce cosa de gran sabiduría. Ya estamos rosas y se perfumarán con nardos de los siervos no fué sino un lazo, un nue su casa. nuestra vista la alta mon Asiria. Que se amen a su talante Mece vo lazo, parà retenerlos más diabólicataña de Lucretila; por nuestro, el arronas y Licinia: la paz reina sobre las mente sujetos, ya que siempre en las yo Digentia. Podemos entregarnos a la heredades: la paz de Augusto. La ciumanos del patrón venía a ser para este contemplación de la naturaleza, o simdad de Roma s? ciñe de jardines como como un fondo de reserva, precio even.
plemente andar tostados por el sol, reuna diosa que se coronara de flores de tual de rescate o bien premio de seguro, corriendo los fértiles campos. Encinas, hiedra. Toda la trayectoria está hecha, en caso de muerte o fuga. siempre nogales, olmos nos acogen entre va tal como Horacio lo cantó sin quererlo: así: el pacto leonino, las estipulaciones lle y el torrente vecinos. Viviremos en Si en tiempos de Rómulo eran muy avaras, la calculada burla, la tiranía sin tre montañas de grato verdor, oiremos cortas las fortunas privadas y muy granfin.
los rumores del follaje y del arroyo. Nos de la fortuna común. ahora acontece caPero es feliz Horacio, y ama y se parecerá que nos arrulla el propio eco balmente todo lo contrario. Pero el alde la inmensa paz romana que ahora ma de los pueblos está cansada, laxa. deja amar de los amigos. Quién duda, por ejemplo, que es hermosísimo el muestra su primera faz con el adveni va cundiendo tal vez letal la paz romana.
fervoroso celo de su amistad por Vir.
miento de Augusto, con la naciente Ro.
gilio? Enternece la oda a la nave que ma de los emperadores. pues HoraSiendo César el dueño del orbe, nadirigía al poeta rumbo a Grecia: Oh, cio nos sienta a su mesa, la bruñida fuen die teme ya morir en el tumulto de la bajel. Ruégote le conduzcas sano a te de sus manjares será, por así decirlo, sedición ni por el hierro de un malvalos confines de Atica y guardes esa preel mejor espejo en que nos sea dado do. Reina ya, segura, la paz del César.
contemplar todo el Imperio. Atentos a Todo se olvida, por lo demás, en el sociosa mitad de mi alma. Es feliz el cuanto dijere, de su propia experiencia siego de estos lugares habitados de las amigo de Mecenas. Sus amores, pasay testimonio iremos haciendo caudal. musas. Mas en los primeros días no conjeros; sus amistades, largas. Su mesa Es hermosísimo el lugar, y los tiem seguimos olvidar que Horacio es el hijo pródiga en añejo Falermo. Vino y an. no opípara, que más bien frugal, pos florecen públicas, dichas. No ha de un esclavo, de un liberto de Venusa.
vuelto el divino amo triunfador? Con él Recordamos silenciosamente la línea rotorchas! él apoyado sobre el codo se asentarán todos los Césares, triunfanta de su vida: su fracaso de Filipos. en el lecho del festín. como un dios tes. Es la hora de la confianza social. el otro: ayer, soldado de la libertad conrecogido y prudente. qué la exceLas eras de Libia darán mucho, mucho tra César; hoy su cantor. Muelle cosa siva bulla? Nadie lo dijo mejor que él: trigo. Alcanzará para todos los guerresu avenimiento con el nuevo régimen. Todos hemos de pisar una vez el sendero de la muerte. Como dijo tamros. El mundo conocerá otros hombres. Su asco por los negocios públicos nos bién: No volverá nunca más el funesto siglo llegamos a preguntar. lo exonera de de Pirra con sus inonstruosos porten toda responsabilidad ante sí mismo? El Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tos. El dios de los augurios, el verí: arrepentido soldado de Filipos vive para tabernas dico Apolo. sonríe sobre Roma, seño él y nada más. No tiene familia. No Regumque turres.
ra de la tierra. Crezca el benigno to se le conocen hijos. No quiso ni siquiemillo sin ningún recelo en las veredas ra esta carga para sus hombros. Contra Entretanto, pulsa la cítara y aun de la disolución de las costumbres se limide los montes. Son tiempos de amor los viejo quería tañerla. Pero en su dulce que vienen. De amor? Está mal dicho: tó a ser parco en los placeres, no dejan. casa, ora esté en la ciudad, que no ama, de amores. Tiempos de amores. Alguna do empero ni los más reprensibles por ora en su quinta, refugio cierto de su Lidia cortesana oirá constantemente el probar. Pero cuán arregladamentel Dę alma. Nadie en Roma, sintiendo llegar erótico estribilio: Duermes, Lidia, de. ordinario, fué un modelo en punto a sa de noche por la calle oscura, acompa. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica