EDITOR: REPERTORIO AMERICANO García Monge Suscrición mensual, C2. 00 EXTERIOR. El semestre, 00 El año, 85. 00 o. am.
Giro bancario sobre Nueva York.
Correos: Letra SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA ración, distäae el paseo solitario con su tablón ofreciendo alojamiento.
Es merester recogerse, empequeñecerse, sentir ie humilde, triste, mediocre, vencido, infeliz a la sombra de este jinete que se recorta del raso estelar. En este instante la luna le baña y cae, neta, sobre la arena, la silueta taciturna.
La jornada ha sido triste, dura, ingrata. Discusiones, polémicas, resentimientos, pasiones, tonterías. agazapado en la grada, al amparo de la sombra insigne, veo para donde él, desde arriba, parece mirar.
Con la noche total, hacia las once, bajé Cartas Hiperbóreas por la orilla del Parque. Allí se yerguen armazones siniestras; ocultan pozos de Desde la colina obras ciclópeas, inaderos, planchas metálicas, signos de peligro, lucecitas rojas que van bordeando el trazo de las zanjas sagrada profundas. Hay amontonamiento de ma Envio del autor teriales, de herramientas. ese como silencio insólito que rodea los grandes trabajos en suspenso. intervalos, por cada salida del enorme bosque urbano que oxigena la ciudad formidable, como abejorros en derredor de lámparas, los automóviles cruzaban, raudos. desde allí, por sobre los copos de los árboles cuyas hojas agita el soplo de los carros veloces y macula el hálito de las esencias quemadas, bajo esa capa impalpable de carbón grisáceo que todo lo baña y lu suaviza, contra el cielo estrellado los ángulos rectos, los conos truncados, los cubos de esta geometría que la noche envuelve en una onda de soberbia.
Por un senderito me interné en el parque. Hay duos de amor en los bancos, bajo los arbolillos. Iba trepando una cuesta suave; a la vuelta de un macizo, la plazuela enarenada. En el centro, El.
Velázquez hallaba gordos los Cristus de Rubens. la luz del día, este Bolívar del Parque Central es, indudableniente, gordo. Es más San Martín que Bolívar. la escultora americana le faltó la impresión amojamada, febril, nerJosé Rafael Pocaterra viosa y trepidante del enorme hombrecito que el pincel de Tito Salas supo colar sobre el lienzo de La Emigración. en la vaguedad del claro oscuro, sobre Es el único Bolívar en que yo creo; es el su ancha base de piedra donde han colauténtico. Así, con ese rostro reseco, gado sus escudos las cinco repúblicas del polvoriento, martirizado de fiebre, ator sur, el Bolívar que yo. amo profunda y mentado los fondillos destrozados del rc hondamente, parecía recogido de anguscio cabalgar, los ojos clavados en el te tia en el bridór; dijérase que trotaba, rreno que alumbra el precario farolillo dentro del manto suelto que henchía un de un tropero.
soplo de tristeza infinita, como cautcloDetrás un cuadro de la desolación so y tímido, como en los días de la costa errante.
del Tiznados y de las márgenes del CaSolían los muestros del Renacimiento sacoima; y a ratos parecíame que desitaliano darle fondo a sus figuras con un pués de una jornada interminable a trapaisaje vital; un paisaje de contraste. vés de su América y a lomos de su corcel Sobre el pórtico o la balaustrada, el hom de batalla, esta noche de setiembre habre, la figura. En la lejanía un panora bía llegado a la colina de una región del ma idílico: el caño de una fuente; la er norte, remota y desconocida, y como un mita en el prado. veces rocas, el cauce héroe de la trilogía wagneriana, detenía seco de un torrente y una rosa sobre la su paso para contemplar la maravilla de piedra. De esa idea de contraposiciones los genios maléficos, de los hijos de o de realización, el pintor caraqueño ex Odin, nietos del trueno.
trajo la del desastre, y la hora catastrófi Era estupefacto el héroe en su éxodo ca y aquel trozo de playa en siniestro que frente a la villa tremenda, donde la inuna lumbrarada amarillenta amortaja de dustria se ciñe de torres y de luces, co.
angustia.
mo la divinidad absoluta, inabordable, Siendo el de Bolívar Hill un homenaje ilimitada, feroz, Detenía el paso a su ca.
homérico, la estatua ecuestre, de tamaño ballo de guerra, y en las cuencas de sus heroico, tenía que ser la del héroe en oios de bronce llenas de eternidad el esla fama, no con el dramático realismo de tupor hacíase aún más trágico, como en los días de prueba, sino en los ya sere esos delirios de los antiguos cruzados nos de la superación egregia y de la im ante la ciudad divina o de los navegantes pasibilidad broncínea. Así que yérguese febriles frente a la Cóląuide imposible en su caballo bien cuidado un personaje a donde no se llega nunca.
bien vestido que cabalga eleganteinen Frente al héroe, se construyó una casa te en un desfile de glorias y de augus de vecinidad lujosísima: Bolívar Aparto respeto.
taments. Este homenaje de un extranPero en la noche, esa noche, no era ni jero al bronce fronterizo, pueril recurso alumbrado el sitio ni tropical la luna; y de especulador o sentido voto de admiImprenta LA TRIBUNA mi lado quien me acompaña guarda silencio y siento que callar es la virtud del amor profundo y de la abstracción absoluta.
Callar. Oh, sí, callemos: callemos para la insidia torpe y hueca, nula y pobre, mendaz e insensata; callemos perdonando y comprendiendo. Yo no sacrificaré mi silencio de honor por la deshonra de que me estimulen en un sector y tenga otro derecho, así sea un hombre solo. pero derecho real, positivo, sensato, de conciencia lógica. para despreciarme por mi insidia, por mi hipocresía, por mi falsedad.
Rodeado de silencio. oh Tú en quien yo creo porque sentí el vuelo de tus águilas solitarias. rodeado de noche y de torpeza, creciste cuando creció tu obra; no antes. tu lahor excelsa del bien debe de ser el paradigma de las nuestras, miseros trabajos de renovación, de reconstrucción, de orden, de piedad y de tolerancia entre zarabandas de epilépticos, de atacados del baile de San Vito de la exhibición; todo: complicados, entretejidos, o acéfalos. policéfalos; sin comienzo, ni fin, ni solución de continuidad, ni gestación de principios; suerte de pelota de lombrices en desesperado añudarse al capricho incidental con que ruleda la bola del pequeño mundo adherido entre sí y que trata de adherirse. yo he venido esta noche del 24 de setiembre, la inisma de aquella otra hace ya un siglo, para dejar en la piedra de tu pedestal al voto de mi silencio para consagrar en él a tu mayor gloria, que es la de nuestra cordura y la de nuestra circunspección, todo mi oscuro luchar, mis errores, mis aciertos, mis penas.
Es cuanto pueso darte; yo no tengo más. lo mereces poraue ¿a qué sacrificio no oliliga tu ejemplo? Horas después que un ase chanza de bandoleros y de evaltados, en maridaie con militares de aventura y extranjeros oportunistas, te fué a sorprender en el reposo nocturno, pedías para ellos, inermes y venci.
dos, la suavización de la simple justicia rus el cadáver de Fergusrn reclamaba.
Porque sabías que si habían allí Caruios también estaban otros infelices en lomueridos de la misma enfermedad delirante, el baile de San Vito político que ataca a las mentes débiles en los momentos del conflicto o de la inmediata arrian. si tú, grande, perdonaste. tengo yo el derecho sivuinta de menospreciar?
José Rafael Pocaterra Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica