REPERTORIO AMERICANO 285 vida y en la inquietud sin frutecer, como sedeño retoño de olivo, la rama del ár.
bol de la filosofía. El diablo interno se corporiza y adquiere ya no la vieja advocación del Satán bélico de Milton ni la del vencido de Klopstock, sino esa figura nueva del diablo consejero que gusta de sembrar su estela quemante por los arenosos océanos del mundo. aparecen la complicidad de la veci.
na que se llama Marta. contraste con la otra, la del servicio puro. la capciosa conquista, el tributo de las joyas, la noche de Walpurgis, los lances caballerescos de Fausto y la desgraciada caída y la condenación de Margarita, en medio de las exclamaciones en las cuales revienta el drama: Mefistófeles: Está juzgada. Voz de lo alto: Está salvada. Margarita a Fausto: Ven, ven a mí, Enrique!
El grito desaparecido de Margarita se volverá de realidad. Fausto envejece y ha de buscarla más tarde. través de visiones angélicas y diabólicas, su viaje es el del conocimiento. No tiene, como los héroes clásicos, un guía de tranquilo dominio, ni menos el báculo virgiliano como el afortunado Dante. Apoyaráse en sustentáculos de fuego, pero su tránsito ha de marcarsc por la rapidez y la simultaneidad de las visitas y de los sueños. Nada te turbele dice Mefistófeles. suene como sonarse, tú que desde hace tanto tiempo estás habituado a las cosas más estupendas. y si el plácido vuelo de Ariel (ideal shakeaspereano. la ronda armoniosa de los elfos y la rotación de las esferas: movimiento que no sentimos, según Aristóteles, y que forma la música universal, pueden mantenerle en victoriosa carrera o en estabilidad de dicha, le inquietarán las esfinges, las sirenas, los grifos y los seismos, las hormigas y los dáctilos, las oreadas y las lamias (1. El doctor Fausto es a la vez levedad y ponderación. Podría seguir la ruta de Ulises, le ha tentado el agua de Leteo, y sin depravada proposición ha deshojado a su Margarita en el horror del patíbulo. Viaja para dejar de arrepentirse, pero en los caminos extraños que recorre le asaltan diversas visiones, y en el sueño de su regreso, la divina belleza de Helena que volvía mudos a los ancianos de Troya y cuya aparición, sólo de imagen, removió la inolvidable palabra fáustica: Ape.
nas respiro; mi voz tiembla y se me corta. Esto es un sueño; han desaparecido los días y el sitio. Al término, Inquietud, la de cabellos de escarcha, apagará sus ojos con el soplo de gracia. Ciego el doctor Faus.
to! Ya no podrá buscar entonces pupila de alquimia deshaciendo en retorta magnética los topacics y los berilos, los diamantes y las esmeraldas. No resistirá al dolor de no ver el ansioso observante.
El sabio Enrique ha caído de espaldas para que lo recojan los lémures, y ya en el cielo contemplará a Margarita. Luz, más luz. La primera visión abigarrada y a la vez limpia, ha de mos sión, inocente tal vez, en el crisol de las trarle la gracia de los ángeles noveles; purificaciones, para elevarse después, en la diestra de la Samaritana, servicial pa gracia del arrepentimiento, ya sin color, ra la sed; el perfil ya quieto de la egip pero con el alma salvada.
ciaca María, asiduo eslabón de la peni Goethe ha perdido, per absorción in.
tencia.
telectiva de sus valores más altos, su El prólogo del Fausto se desarrolla poderosa marcha hacia el corazón de las breve y puro en el cielo. Goethe debió mujeres. ha querido perderla tan escribirlo cuando premeditaba el soplo conscientemente como la esencia que de la Inquietud sobre los ojos de su sabuscara su máxima concentración y cobio próximo a cegar.
Por eso las últi mo la forma que, escultora de sí misma, mas palabras del poema entrañan una quisiera elevarse y lucir en la línea pura, el firme contorno.
Su grande esperanza que sólo puede ser adcon vertida por los ojos interiores: Todo Bettina es de apaciguado cariño. Se crulo perecedero no es más que figura. Aquí zan breves frases de las que parece aulo inaccesible se, convierte en hecho. sente el recuerdo, pero que traen, como Aquí se realiza lo inefable. Lo Eterno en tácito gusto, la razón de aquella marFemenino nos atrae a lo alto.
cha hacia su retiro de Weimar, de su ad.
La exégesis pudiera penetrar con un miración infantil, paso que arranca de millar de páginas en el sentido de esinclinaciones devotas para él y que se tas veintiocho palabras.
creyeran ignoradas. Es el fervorosh culto a su recuerdo en casa de Bettina la Bettina. Del primero al segundo mayor, es la misma madre de Goethe Fausto en la vida de Gocthe han de tra quien se la envia y es el ingenuo Wiezarse una curva de elevación y una línea land, dudoso, quien cede a su pedido de horizontal de reposo. Ha merecido, al presentarla, otra vez, por medio de una cabo, la quietud. No se agitará en nue esquela. Todos los detalles de la entrevos llamamientos al goce o a las seduc vista trémula ha de conocer, en epistociones del amor y el encuentro de sus lario de abierta confidencia, la comprenpostrimerías con una niña dulce y asom: siva esposa del Consejero Goethe, la bradiza, con Bettina, ha de dictarle, qui que, casi en vida núbil, ya supo acuna!
zá, las últimas escenas del proceso fáus a Juan Wolfgang, a su hijo que se lc tico, calmado ante el logro de todo, con parecía extraordinariamente en la granuevas esperanzas que se doran de ciez cia de la balada. Ese regreso de limpia ta celsitud y que hasta nos subyugan trayectoria es ya un anticipo de la etercon la entrevista piedad de una morada nidad, si bien limitado y furtivo. Ya más luenga.
Cuando ella se duerme no lloraría como en el contagioso Ji cerca de aquel corazón bisabuelo, no tie rismo de Werther y más bien, el gesto ne, ciertamente, ninguno de los rasgos ya muchas veces modificado y reprimi.
que hubieran de buscarse en la Carlota do, casi cercano a la estabilidad de la más leve por su complaciente cariño que vida petrificada, que es, al fin, la única no es, sin embargo, el de las ataduras que desafiará al nervosismo menesteroso más irrompibles. Más bien en su rostro y fugaz de los hombres que pasan, acenclarea cierta simpatía en algo parecida tuábase en sus abios que se contrajeron a la de la Margarita transfigurada, aun en mueca de felicidad, cuando Napoleón, que el de Bettina estuviera exento de al verle y escucharle, le dijo, consagránla palidez en la cual suele bañar el do. dole: Sois todo un hombre.
lor a quienes dejaron que ardiera su pa Al atraer a Bettina sobre su corazón, al sentirla inocentemente dormida, al adivinar, en su verdad de los epílogos, el sentido de ese nuevo sueño angélico, la grata pesadez de aquella cabecita gobierna, quizá, con más fuerte reclamo, al. Se cura fácilmente usando latido que buscaría evadirse. Así le seguiremos después, como ya no se manifiesta ardoroso en su correspondencia con la Condesa Stolberg. Es ella quien le busca con exageradas solicitudes. Peen su dieta.
ro ha llegado para su Margarita el día de la plegaria definitiva. Después irán.
AGRURAS. FLATULENCIA. MAL se de su lado, por la distancia o la muerALIENTO. DOLORES DE CABEZA te, tanto los seres de su concierto verdaderamente fausto, como los que quiSíntomas todos de que sieron acompañarle en ia estancia más honda de sus cariños o sus pensamiensu digestión anda mal.
tos. Caerá hasta su hijo Augusto (octubre de 1830. como para que el viejo Desaparecen RAPIDAMENTE con constructor de figuras tan conmovidas: el uso de la tan serenas, no se prolongue en una sola de las ramas perecederas. entonces, en el cenit de sus ochenta años ha de entregarse a la formación de la que di.
ríamos la primera escultura (1. HERMANN ZELEDON (1) La obra maestra del hombre es durar, ha dicho el mismo Goethe que tenia como nadie la visión de las BOTICA FRANCESA cosas duraderas. Leonardo Pena. REPERTORIO AMEdie van Tiene Ud. Dispepsia?
SAL UVINA SAL UVINA (1) El paseo de Mefistófeles, Fausto y Homúnculo a través de inmenso campo alegórico.
RICANO. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.