Omar Dengo

REPERTORIO AMERICANO 327 Omar Dengo (ELEGIA. Envío del autor. San José, Rompan las Planideras las cántaras del llanto; y fan celeste el ritmo que hubo en su corazón, den a todas las campanas su más profunda voz.
había tanto espiritu entre su carne; habia la noche ponga el gajo sombrío de su manto tanto de Dios adentro de su cuerpo mortal, todo esté en silencio, porque hoy ha muerto un dios!
que al fin, hombre deifico, rompió la carne un dia y fué, rumbo a los cielos, a vivir su Ideal. Un dios por lo que había de luz sobre su frente, un dios por lo que había en sù serenidad, por su sonrisa honda, por su actitud valiente Cuando reencarne un dia de ser grande y ser noble dentro de su humildad.
y esté sobre la tierra nuestro querido Omar, con que inmensa alegría Omar Hizo el milagro de alcanzar en la vida va a ver que la obra suya pudo fructificar!
con el esfuerzo propio la mayor perfección: La Virtud, la Cultura, ésas fueron su egida Mañana ha de volvernos, como las primaveras, y el Carácter Invicto fué su mejor blasón.
ungido de lo Alto para darnos Su voz.
y habrá un renuevo en todas las viejas sementeras Pero fué tal su ensueño, fanta fué su pureza, y no se irá ya nunca Omar, el joven dios!
tan sutil el aliento que animó su emoción, fué tan alta la idea que alumbró en su cabeza Rogelio Sotela los pensamientos se estaban tan tibiecitos que se habían quedado dormidos. Yo no sé qué pensar, decía Yolanda con lindo azoramiento.
El Cardenai le mostraba el dibujo que había dibujado Mademoiselle Laurencin. Pero si yo todavía no he estado en París, decía Yolanda, ni sé a quién esté abrazando en esta lámina. Sí. dijo el Cardenal. La vida real tiene todas esas limitaciones. La muerte no es más que la última limitación de la vida y, quizás, la menos desagradable.
Pero cuando se vive en fantasía de poeta, iah!
Mademoiselle Aissé miró con ternura la almohada de la cama de su amigo.
Media vuelta a perilla de tornillo cortó la corriente En la oscuridad se sue.
ñan sueños entrañables. No es posible decirlos.
Hipólito Mattonel Mile: Marie Laurencin. Es que, en efecto, no necesita cejas el Cardenal. decía Dairené.
El Cardenal insistía en que se hablara de Yolanda. Dairene enseñó el dibujo de Yolanda. de cuando Yolanda tenía largo el pelo y era toda ella temprana primavera, que había hecho Mademoiselle Marie Laurencin (1. Todos quedamos encantados. Pero arreció la lluvia, y el Cardenal dijo que si nos íbamos dejándolo. solo, no respondía de lo que le haría a los bueyes. Estaba en tal estado de ánimo que se le borró la boca por completo. Es que no necesita boca, explicó Dairene.
Se dispuso, sin embargo, que el Cardenal fuese a la casa del poeta donde Mademoiselle Aissé le hacía compañía a Yolanda la Reina. Envuelto en periódicos el Cardenal se atrevió contra los elementos enfurecidos y cruzó el Mar Atlántico en tranvía, a eso de las nueve horas de la noche.
La tarde de ese día no había habido clase de inglés en la Biblioteca Nacional.
Cuando el Cardenal (entró, Yolanda miraba, lejano, el incendio de Troya. O, es lo mismo, estaría leyendo las Damas troyanas de Eurípides. Nada había visto el Cardenal tan encantador como su rostro de ella cuando lo volvió para ver quién entraba.
Bajo la cálida cabellera de Yolanda, de Picasso, se entrega antes que todo a expresar la novedad pintoresca de los objetos y de las figuras. También su arte es menos severo que el de Picasso, arte éste con el cual el de ella hoy día no deja de tener analogías.
Mlle, Laurencin se apega a la naturaleza, estudiandola con fiereza, pero descartando con cuidado cuanto no sea ni joven ni gra.
cioso, y los clementos desconocidos de las cosas, ella no los acoge si no se presentan bajo aspecto juvenil.
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MIGUEL OLIVARES Imprenta Falcó Hnos.
Teléfono 2071 Apartado 1311 (Viene de la página 325)
Pienso que es de propósito deliberado que ella ha orientado su arte así hacia la novedad joven, grave oriente. La estética femenina que anteriormente no se había mostrado sino sólo en las artes aplicadas como el encaje y el bordado, tenía antes que todo que expresar en la pintura la novedad misma de esta ferninidad. Más tarde vendrán mujeres que exploren otros aspectos femeninos del universo.
Como artista, se puede colocar a Mlle. Laurencin entre Picasso y el aduanero Rousseau.
No es indicación jerárquica sino simple constatación de parentela. Su arte danza como Salomé entre el de Picasso, nuevo Juan Bautista que lava las Artes en el bautismo de la luz, y el de Rousseau, Herodes sentimental, viejo suntuoso y pueril a quien el amor conduce a los confines del intelectualismo donde los ángeles llegan a distracr su dolor.
Todo cuanto hasta ahora componia la originalidad, la delicadeza, de las artes femeninas en los encajes, el bordado, la tapicería de Bayeux, etc. lo reencontramos aquí transfigurudo, purificado, en Mlle. Laurencin. El arte femenino se ha vuelto arte mayor y no se confundira jamás con el arte masculino. El arte femenino está hecho de bravura, de cortesía, de alegría. Danza en la luz y se languidece en el recuerdo. Jamás ha conocido la imitación, no ha descendido ja. más a las bajezas de la perspectiva. Es un arte feliz.
El arte femenino, el arte de Mlle. Laurencin, tiende a ser un puro arabesco humani.
zado por la atenta observación de la naturaleza y que, siendo expresivo, se aleja de la nueva decoración sin dejar un instante de ser agradable. 1) Véase el ensayo sobre esta grande artista en las meditaciones estéticas de Guillaume Apollinaire Les Peintres cubistes, editions «Athéna. Paris, 1913. EXPECTORANTE ORIENTAL Guillaume Apollinaire Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica