REPERTORIO AMERICANO V Constanza.
Llorando está mamá; sus triste ojos parecen un precioso manantial; sus lá.
grimas, mansamente caen sobre su negra falda de jerga, como las cuentas cristalinas de un rosario que se desengarzara.
Mamá llora casi todas las noches; envuelto en las sábanas, con la cabeza perdida entre las almohadas, escucho sus débiles gemidos y sus rezos temblorosos.
Nunca me contó su pena; cuando yo la descubrí, la pobrecita ya tenía los cabellos blancos.
II Mamá es muy hacendosa: cuando no teje estambre, marca las sábanas prladas de encaje y los manteles con su lindo nombre de reinia: Constanza.
Hoy acaba de bordar una manta de lino con hilaza encendida, y encantada mostrando su dentadura incompleta por la creosota ríe como una chiquilla, porque al dibujar las letras se le olvidó. una Su pañuelo, pequeñito, es un copo de nieve en el duelo de su traje.
III Mientras se peina mama frente a un espejo roto y un rayito mañanero de sol entra por la ventana, dorando los átomos como una lluvia de oro, me dice con dulzura. Es domingo, y llevarás tu vestido de gala; vas a parecer una flor de durazno, o un príncipe de Gales.
Mi vestido es soberbio: es blanco y tiene una ancla de seda azul bordada en el pecho.
Después de misa, en el jardín, cuajado de aromas, en un rosal recortado, sin piedad queda un jirón de mi blusa como si fuese el nevado vellón de una oveja perdida.
Llego a casa con el índice metido en la boca.
Mamá, angustiada, murmura con voz cálida y ondulante. Ves. El único que tienes!
Veo a mamá con mis ojos cerrados. sus manos celestes, Está sentada junto al gran ventanal, santificadas por la muerte. que inunda la pieza de plácidos chorros de luz. Mamá es dueña de una egregia hermosura marchita; me cuentan que, antes que yo naciera, ella era una de las más preciadas joyas del pueblo, de un melancólico pueblo que está a la falda de una montaña azul. Ahora, pobre mamá mía. su corazón es refugio de mil pesares y tiene ya los largos cabellos grises.
La estoy viendo tejer en gancho; es una chambrita para algún niño sin padres; sus afiladas manos de marfil son como las de una infanta de leyenda quc cardaran lino; sus ojos, plenos de ternura, están fijos en sus manos, y su boca, pequeña, como una flor desmayada, se mueve constantemente contando las puntadas.
Por la calle antigua pasa una carreta levantando una nube de polvo. que dora el sol, y los bueyes tardíos van marcando con paso lento la monotonía de la hora. lo lejos se oye el martilleo en el yunque sonoro de una fragua perdida.
Mamá se levanta; tiene una esbeltez incomparable; el sol que entra por el Maternidad ventanal baña todo su cuerpo aristocraBronce por Ricardo Musso tizando su larga sombra.
Suspira llevándose al pecho las manos en movimiento lánguido, y quizá, acorEres la madre dándose de mí, amorosa, hierática, musita una bendición.
de un niño.
VI Mamá, a los doce años es cuando he prinCuando en las noches de lluvia no cipiado a comprenderte. Te he comprendido, viene Leandro, voy a echar al pesebre lo mismo que a nuestra ciudad y a nuestra alfalfa fresca para los animales; atraviecasa, es decir, con muchas ideas interesadas, so el corral sin luz, lleno de charcas y pero también con algunas independientes. los doce años es cuando yo he comenzado a de lodo; el mugir lúgubre de las vacas y la lumbre del patear de los caballos Mamá, tú eres muy pequeñita, llevas una en las piedras, prenden desasosiego en cofia blanca, un corpiño negro y un delantal. mi corazón; todo lo hago con los ojos azul. Andas por nuestra casa, la arreglas, gui casi cerrados y cantando a media voz un sas y eres mamá. Te levantas muy de ma. coro de la escuela.
ñana para barrer, y después preparas la sopa, Entr las telarañas de los rincones y después vienes a despertarme. Oigo tus patambién los grillos cantan.
sos en la escalera. Es el día que llega con Cuando regreso a la sala familiar, pa.
la escuela, y no estoy muy contento. Pero abres la puerta, y es mamá que viene con pá lee el periódico, mi tía Concha tal valor y bondad. Me besas, y yo paso los bra vez piensa muchas cosas y mamá, llena zos en torno de tu cuello y te abrazo. Era el. de amor, me besa en la frente.
día acompañado de la escuela; ahora es el VII día que tú acompañas. Eres una divinidad buena que expulsa a la pereza. Entreabres la Leandro era el criado de confianza.
ventana, y el aire y el sol eres tú, y tú eres Me llevaba a la escuela, ordeñaba también la mañana y el trabajo. Estás aquí, las vacas, cuidaba amorosamente de los en el manantial de mis actos, y tus gestos me dan mis primeros pensamientos y tu ter papá y limpiaba la espada, una sonora becerros, ensillaba la yegua que montaba nura me da mi primera felicidad.
Mama: tengo doce años y einpiezo a comhoja de Toledo.
prenderte. Te diferencio de las otras madres, Yo acompañaba a Leandro cuando iba coino diferencio mi casa de las otras casas. a las eras a traer el rebaño, y me conTe vuelves una mujer particular, de la que taba trágicas historias, mientras las oveyo conozco las costumbres, y entonces me jas mordiscaban la hierba y la luna ardoy cuenta de que tú eres mejor que las de gentaba los polvosos caminos.
más mujeres. Mania, tú eres trabajadora. E! Leandro era el hombre de La Chemitrabajo de mi padre es el que nos da la vida, se de Anatole France, y tu trabajo consiste en ordenarla. El ruido Siempre fué feliz, y cuando murió no de tu tarea es el ruido del tiempo que pasa cada dia, con comidas, trabajo y reposo. Quietenía camisa; mamá, para que lo enteres que nada falte, y todo tu cuerpo, y tus rraran, dió una de papá, blanca, lustromanos, y tus ojos y tus piernas se ocupan en sa, sin una mancha.
este cuidado, y yo siento que tú has hecho de VIII ellos los servidores de nuestra vida y los ordenadores de nuestra alegría. Tienes la vajiPapá, cuando los últimos rayos del sol (Pasa a la página 87)
besaban la montaña azul, en su yegua verte.
IV Si estuviera mamá junto a mí, ardorosamente le echaría mis brazos al cue.
llo y lloraría sobre su corazón, como cuando era niñc.
Me acuerdo que mamá, en las tardes de estío, se sentaba en el patio de la casa, junto ai pozo, con un libro entre las manos que tenía infinitas estampas de colores; el pozo guardaba sobre el brocal un cántaro muy rojo que manaba claros hilos de agua; y sobre el tejado antiguo temblaba opulenta enredadera de flores. encarnadas.
La sombra inovediza de dos árboles cubría a mamá: la de un guayabo oloroso y la de un limonero puntuado de azahar.
Una tarde me mordió en la mano un gusano negro, y a mares brotaron lágrimas de mis ojos; mamá, asustada, tiró el libro y, corriendo, fué a consolarme; estoy oyendo su voz, cual un susurro. Veni, mi vida, pobrecito de ti. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica