REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO, DE CULTURA HISPANICA Tomo XXIV San losé, Costa Rica 1932 Sábado 16 de Enero Núm. Año XIII. No. 570 Fernando González El fermento del odio Joaquin González y los poemas de Kabir Fragmentos (2)
Hégel y América (y 3)
Divina actualidad Como lowa clama es preciso invostigar.
31 de Diciembre Quince años.
Un oprobio para América El cinismo Jovial de Fernando González.
SUMARIO: Iorge Luna Valdés Do. meditaciones Ralael Alberto Arrieta Bibiografia titular.
Juan Zorrilla de San Martin El parlamentarismo a la siglo diez y nueve.
Tosé Ortega y Gasset Ideales.
Max Jiménez Antonio Heras y su obra Juan del Camino El alma de las palabras Adolfo Ortega Díaz Lo que está ocurriendo en Cuba Américo Lugo Mensaie.
Luis Araquistain Veámonos en el espejo de Cali, Colombia Adel López Gómez losé Pijoán Marcelino Valencia Arturo Torres Rioseco Crisostomus Juan Marinello Luis Barrera Rodriguez El fermento del odio De La Nación. Buenos Aires ma de noble y bello tipo físico, inequívoca distinción, descendiente, sin duda, del viejo árbol genealógico de Lima, que extendió sus ramas por el camino de Tucumán hasta las provincias interiores.
Próximo a la dama se veía un hombre joven, silencioso, reconcentrado. mostraba en el semblante cierta imperceptible, irónica sonrisa. La dama interrogó, al.
fin. Una vez que acompañaba yo a Joaquín González, desde Chilecito a Buenos Aires, descendimos en una pequeña aldea montañesa bordeada de plantíos y al. falfares. Tierras hoscas aquellas, llenas de asperezas y de piedras, que sonríen sólo en la diáfana claridad del aire, en la blancura resplandeciente de alguna nube, en el azul de las contañas y del cielo, en el verde de los cultivos.
Era una tarde de mayo. Qué infinita paz y dulzura en el ambiente! Pero el alma del artista que sintió tan hondamente aquellos paisajes venía lastimada con los roces de la campaña política cue acababa de terminar. Entornados los ojos de largas pestañas, recogi.
do en sí mismo, parecia um córdor dormido. Meditaba.
En la pequeña, desmantelada estación, se había reunido la gente del pueblo.
Pocos. se aproximaron a saludar a González. La mayoría permaneció alejada, in.
diferente en apariencia, aunque atenta a todo lo que ocurría en torno al ilustre viajero. Seguro estoy que ninguno, inclusive los que daban la espalda, perdió detalle de la escena. Dos personajes resultaban muy interesantes alli: una mujer y un cura. Ella era producto genuino de la tierra: morena, airosa, dulce de facciones, no cbstante su expresión agreste; mezcla de manola española y de reina inca.
El sacerdote, con las manos juntas, la mirada lejana, la sotana negra, la actitud expectante. traducía no sé qué de resistencia pasiva contra el autor de. Mis Montañas. cuya sola presencia entre esas rutinas disciplinadas significata la revolución.
Conzález conversaba con una da ¿Conoce a mi marido, Joaquín? e indicó al hombrę joven.
Antes de que González tuviese tiempo de saludar, aquél rompió el silencio con acento brusco, impertinente. No. Para qué le preguntas. Qué me ha de conocer. Si es lo mismo que todos los que suben!
La reacción del aludido fué instantánea. Cómo pretende usted que lo reconozca. Usted acaba de estallar en odio ¿Cuántos años hace que no lo veo. Ha buscado un pretexto para ofenderme, porque aquí nadie enseña tolerancia ni mansedumbre.
Es que en sus casas, en la escuela, en sus reuniones no se oye jamás una palabra de solidaridad, de cooperación.
iQuisieran despedazar al prójimo. Ustedes, los sacerdotes, debieran predicarles amor. Si les predicamos. respondió el cura con la voz quebrada y nerviosa.
Imposible me resulta reproducir el torrente de palabras que salió de la boca de González. Relampagueaban los conceptos evangélicos en medio de los Joaquin González, El señor de SamayJOAQUIN GONZALEZ LOS POEMAS DE KABIR De Caras y Caretas. Buenos At:es Cómo. Usted fué quien dio a cono.
cer los Cien poemas de Kabir. traducidos por Joaquín González. pre.
gúntame, asombrado, un compañero de viaje que acaba de adge. en el quiosco de la estación, un ejemplar de la cbra. Pasa a la página 20. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica