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REPERTORIO AMERICANO 1:35 despejado y cobalto, se llena con la alga huerta de convento. El sol, que azota ya rabía loca y alegre de los pájaros quc vue de lado, alarga las sombras hasta lo infilan, picotean, riñen en las ramas y tien nito, manchando todo el lomo fronterizo den la curva de su vuelo sobre las pandas con grandes manchas oscuras en las cuaagua; del río en un chasquido que dura lez los arbustos se centuplican; torna de menos que un beso. Conforme bajamos. se oro las agudas hojas de la platanada del nos agranda el corazón, metida toda la frente y preña de luz todo el sembradio, montaña en él, acariciadas nuestras car el cielo, las oquedades de la hondura, los nes por tan rico y juguetón céfiro.
cirros alargados por el viento. Los árboles Nos sentamos. nuestros pies toje su tejen sobre el plafón de luz unos raros poema en hilos, con sordina quejun. brosa, arabescos nevrasténicos, y la selva, que coel rio. Nuestro río! Viene deslizándose con rona el anfiteatro parece toda poseída de serena actitud por entre los taludes de ne la misma rabiosa sensualidad del sol. Ragra tierra bajo el arco que la selva le yan los grillos el rumiar de la correntada; ofrenda. Todo él es verdoso, callado, quie ladera. abajo, ruedan los terrones de un to. No lejos, un tuete corcovado hinca sus barbecho sobre el que va hincando un diendedos sobre la verdosa lámina del río de to la figura polvosa de un hombre corcojando una raya blanca sobre el agua. Fe vado. Mugen las vacadas en la distancia, ro no bien se acerca a nuestros pies, deja y de tarde en tarde, como un reloj destoda ccmpostura y seriedad, y lo que fué compuesto, suenan apacibles y puras las quieto deslizar conviértese de pronto, al esquilas. La terronada sigue cayendo sobre asomarse al balcón de la cascada, en bullilaz pozas del río con hondos glú glús que cioso jolgorio, en alegria blanca de espuma, se agrandan en la cavidad cóncava del anen pujante revolver de salpiques y gotas, fiteatrc.
hasta escapar la corriente presurosa entre Bajo las frondas charlamos sin cuento, dos piedras que miran con impertinencia en loca vendimia de besos, temblores y risas.
la impertinente pujanza del agua. El es Toda la Naturaleza exuda un vaho de vitruendo de la cascada es sordo; pero tan da acre y perturbador. Lento y tibio. en poderoso y solemne que llena todo el cie lo alto de la cresta, otea la amplitud con lo, como si soplaran por los canutos de ojos bermejos de ladrillo cocido la rota toun órgano monasterial los pulmones de rre de una iglesia en ruinas.
cien gigantes.
Es el instante en que el sol fremuCanta el agua; pían los pájaros. se oye la unas largas caricias entre los muslos del el caer de las hojas; huele a tierra en tempaisaje. Acaricia sus pechos en las redonpero, a carne de mujer recién bañada, a das y claras piedras del río. Besa su boca y sus dientes en las aristas de los repechos oscilentes. Lame las caderas pomposas de los Testimonios lomazas, y, cuando al fin el paisaje se le entrega tartamudeante y encendido, él, fauYo tengo una costumbre muy bien no de los cuernos de oro, tiene, al ocultar conocida, que es leer frecuentemente el su pecado tras la complice sombra de la Nuevo Testamento. En él he leido, según noche, un gesto de gran señor; enciende el Evangelio de San Juan, que a Cristo el pebetero de la tarde.
lo crucificaron por antipatriota, por evitar Un largo quejido hace oscilar la quietud que vinieran los romanos; pero a los pode la hora. Es un silbo agudo y largo cobres judíos les cargaron la culpa. Amo una recta que no tuviera fin. Ei silbo Cristo lo hizo crucificar Pilatos, que era es paralelo a los surcos y a la vía férrea.
Llega punzando, tiembla un instante sobre el pretor. Cristo representaba la autoridad el agro y desaparece como por el ojo de espiritual, y el jefe de los pretorianos una aguja.
era Pilatos. Mira, corazón. Alli, alli!
También habréis leído la vieja leyenda Yo sigo la trayectoria que marca con su de que cuando Cristo expiraba un solda mano extendida.
do ciego le dió un lanzaso en el costado. Lo ves, mi vida. Miralo qué nono!
y al caerle la sangre de Cristo sobre los Parece un juguete.
ojos, vió. Ahora no se curan asl los ojos Nos quedamos mirando la figura inuñede los Longinos. Dudo que hoy sea poquil del tren de provincias que pasa todas sible proceder contra nadia que se nielas tardes. Se corona de espuma, vuelve a gue a confesar que bajo los accidentes coronarse y desaparece tragado por la boca azul del puente de Guadalupe. Todas del pan y del vino está la sustancia del las tardes lo esperamos. desde lejos, cuerpo de Cristo. Miguel de Unamuno.
cuando ya parece que se hundió en la lejania, nos saluda con el postrer silbn agudo, filoso, como una recta que no tuviera Según Diodoro de Sicilia, I, 22 y IV, fin.
Tifón destrozó a Osiris en veintiséis peSobre el parque monja ha ido anochedazos, que distribuyó entre sus complices ciendo.
icon objeto de que todos ellos sintiesen Regresamos.
odio común y asegurarse de este modo ¡Hace frío!
defensores de su reinado. Cita de Ma(Del Cap. XV)
rio Meunier. Créeme, Gabriel, ahora soy feliz. Ahora creo en todo. Hasta en la felicidad. En este instante en el que me he asomado al borde de la vida, al ver colmadas todas mis ambiciones, al sentir nuevos y buenos impulsos, el golpe sobre mi corazón ha sido tan fuerte, tan brutal y bárbaro, que de nada recordé, en nada he pensado, de ninguna herida volví a sentir dolor. Hay un momento en que una desgracia nos hace crujir de pena. En ese instante, todo sé nubla, todo se apaga, todo se diluye. Es tan fuerte el golpe que atolondra, desorienta, aturde. He aquí el verdadero vocablo. aturde! No fué más ancho, más fuerte y bruto, porque para hacerlo más ancho, más fuerte y bruto, hizo falta una cosa: hizo falta corazón, Pues si ello lo hace el Dolor. por qué no has de creer que tambien la Alegría pueda hacerlo! La Alegria existe, como corolario del Amor, de un amor sin manchas ni egoismos ni soberbias, ni deseas. Pura e inmaculada, aturdidora y machacante, fuerte como la pena, engrandecedora como la pena, clara y limpia como la pena. Por eso Alegría y Dolor tiene sólo un vocablo: las lágrimas.
Mira, la otra noche, rompió a reír. Reia.
tanto, que las lágrimas se le saltaron. De qué te ríes, Chidy? De que soy muy feliz. también la otra noche, mientras la atroz luna de enero se columpiaba 30bre la oquedad azul del nocturno, la pregunté. Por qué lloras, Chidy? Porque soy muy feliz. No crees aún en el Amor. Del Cap. XVI)
INDICE 7. 00 licidad. 00 22 LIBROS QUE LE INTERESAN: Ben Lindsey y Wainwright Evans: Matrimonio de Compañía Salvador de Maradiaga: Arceval y los Ingleses. Juicios póstumos sobre Inglaterra que escribió Julio Arceval 50 Bertrand Russell: La Conquista de la Fe3. 25 Grinko: El Plan Quinquenal de los Soviets 00 Boris Pilniak: El año desnudo. Novela. 00 Ravage: Cinco hombres de FrancFort. La historia de los Rotschild, 50 Rabindranath Tagore: El sentido de la vida (Sadhana) 00 Henri Béraud: Mi amigo Robespierre. 00 Bonn: Prosperity. Ascensión y caída de la riqueza americana. 50 Aristóteles: Obras completas VI: Etica a Nicomaco.
Salvador de Maradiaga: Guía del lector del Quijote. Ensayo psicológico sobre el «Quijote» 50 Hans Reichenbach: Atomo y Cosmos. 00 Luis Fernández Ardavín y Mauricio Bacarisse: Edipo Rey. Tragedia de Sofocles. Traducción directa del griego. 50 Poesias de Fray Luis de León. 50 Henri Rollin: La revolución rusa y su génesis histórica. 50 Marañón: La evolución de la sexualidad y los estados intersexuales 00 Lenin: Cartas intimas. Prologadas por la hermana del autor 00 Angel Samblancat: El aire podrido. EI ambiente social de España durante la dictadura. Auto en cuatro misterios. 25 León Tolstoi: Anissia. Narración de una canipesina rusa. 50 Hilaire Belloc: Danton 50 Francisco Agustin: Don Juan en el teatro, en la novela y en la vida 00 Benjamin Jarnés: Escenas junto a la muerte. Novela 50 Solicitelos al Adr. del Rep. Am.
Pero como todos los políticos geniales, Constantino saco provecho hasta de sus propios errores. José Pijoan.
DR. HERDO CIA Enfermedades de los ojos, oídos, nariz y garganta.
Habla en Tebas un cuadro que representaba a los jueces sin manos y a su presidente con los ojos cerrados: era para indicar que la Justicia no debe aceptar regalos ni dejarse seducir. Plutarco.
HORAS DE OFICINA: 10 a 12 de la mañana y de a de la tarde Contiguo al Teatro Variedades Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica