REPERTORIO AMERICANO 169 Federico García Lorca Por CARLOS LUIS SAENZ. Envío del autor. Heredia, Costa Rica, seliembre de 1936 Luces verdes de la luna cortada en las bayonetas; tú, soñando con las voces de tus aguas con estrellas. Granada, era una estampa goyesca!
Bajo la sombra rosada de tu gentil primavera, los grillos crepusculares nacían a la luna nueva.
Tu madrugada tenía chopos y nubes espléndidas tu noche de caballos y de azufre, entre las tinieblas, golpeaba los corazones con la terrible certeza.
Federico, tu guitarra abandonada en los trigos: racimo negro en la parra, pájaro negro en el higo y luto de las cigarras!
Gritos, tiros y tumultos, alborada de cornetas: reflorecía la sangre de Marianita Pineda. Granada, era una estampa goyesca!
La rabia de los traidores como loba de la sierra Se comia tu corazón de luz y de hierbabuena. Granada, era una estampa goyesca!
Federico García Lorca ¡Las bocas de los fusiles contra tu cabeza negra. la muerte allá en la luna, tocando su pandereta. Granada, era una estampa goyesca!
Cuando vuelva el miliciano, jah, Granada redimida!
te dará por almohada su bandera enternecida. las niñas andaluzas con sus pupilas en llanto, tejerán con brisas verdes el laurel de tu descanso, Vendrán de Fuente Vaqueros los niños y los ancianos; y tendrás sobre tu los azahares valencianos. te lavarán la sangre con nieve de Guadarrama, capitanas españolas madres de tu nueva patria.
Cuando vuelva el miliciano oh, Granada redimidal, su bandera enternecida plegará con suave mano bajo tu hermosa cabeza de gitano. piedra De celestes maravillas llevabas las manos llenas. toda la gitaneria estilizada tus poemas!
Casitas de cal y canto, verdes lunas de las sierras, torerillos con espadas, caballeros con espuelas; silencio de los jardines y cantos de las veredas!
Federico, tu guitarra vaga, sola, por los trigos: cinta verde, cinta negra, entre espantos amarillos.
García Lorca, García Lorca, iqué fresca tu agua en la alberca, con luna y con olivares, con amapolas y estrellas!
Federico, tu guitarra vaga, sola, por los trigos: cinta verde, cinta negra, entre espantos amarillos.
gratas, se exalta, no obstante, en algunos momentos y a veces alcanza su vuelo caudal. Tal, por ejemplo, al pintar la lucha agónica del capitán feroz, en su negro camarote. con ei mortal veneno que lentamente le paralizaba: Ya voy, ya voy, oh sombras espantosas!
exclama el pirata retorciéndose en el camastro: y al fin muere: anega la misma admiración y que da a ésta, sin duda, sus más nobles quilates.
Cervantes era todo renunciación y generosidad las virtudes del varón perfecto y atraviesa por el mundo por España y por las tierras y los mares lejanos desbordado hacia los hombres y las cosas, fuera de sí, por humildes que las cosas y los hombres fuesen. La Naturaleza era una maravilla entrañable para los ojos de este peregrino que pasó por la vida sin fausto, como soldado raso, como alcabalero inhábil, como escritor sin fortuna, pero vestido con esa púrpura de los seres universales que los contemporáneos no aciertan a distinguir cuando, por azar nada raro, cubre un traje raído y un continente famélico.
Como Lope, conoció Cervantes la vida ruda, pintoresca y varia de galeras y galeones.
Su alma, triste y segura, no tenía como la del Fénix de los Ingenios la quilla ce ovas llena. es decir, de pecados y apetitos. podía por eso saltar sobre la espuma y no tocar en los bajos de la pasión. Su alma estaba menos dentro de sí que derramada sobre las cosas. He aqui por qué su obra, aun la de la madurez y la ancianidad, lejanas ya las horas de aventura, está llena de mundo y de humanidad total y, entre ella, de alusiones frecuentes y expresivas a la actividad y al vocabulario de la marinería; y tan exactas que, a veces, basta una frase para evocar una maniobra o el paisaje, cargado de olores fuertes, de los puertos.
Habían pasado diez años desde el desastre de la Invencible, cuando Lope escribe y publica su obra más próxima a la experiencia del mar: la Dragontea. En 1598, en efecto, aparece el poema unido a otro, la Arcadia. Retiere en él, como es sabido, las gestas terribles del pirata inglés Francisco Drake, tan temido en los pueblos costeros de España que todavía en muchos de ellos se recuerda su nombre a los niños para aterrarlos.
Drake el Drakón y su hijo Ricardo atacaron en los años de 1595 y 1596 los puertos de Canarias, de las Antillas y de las costas de la América Central, apoderándose de las ciudades de Nombre de Dios y de Portobelo. Los españoles lucharon heroicamente contra el corsario y contra el almirante Vasville con fortuna varia. Al fin la escuadra inglesa fue derrotada por Avellaneda y Drake murió En Portobelo a manos de sus mismos hom bres. Este es el argumento del largo poema. El estro, un tanto mortecino del Fénix, mientras escribía la Dragontea. sin duda distraído en aventuras y en creaciones más y con ello quedó la lengua helada; paráronse las niñas temerosas y la cárdena boca traspellada a que la eterna del Infierno ocupe el alma pertinaz, del pecho escupe.
alborada Así, como un demonio, ven hoy al Drake, todavía los pequeñuelos de los puertos andaluces.
No sin alguna fatiga leemos en el poema lances guerreros increíbles, prodigiosos esfuerzos de aquellos hombres escuálidos que parecían titanes; y de aquellas mujeres de temple robie, castellanas secas, de fecundidad inaudita, que acompañaban a nuestros guerreros y cuando era preciso les servían de ayuda directa en la gesta descomunal.