266 REPERTORIO AMERICANO y al volver en torrente, coa caudales diversos, el lienzo milagroso que sin ocaso brilla perderemos la imagen en rugosa carrera y vive sin poniente, del Cristo a las Meninas. y con música pétrea, del dolor de rompernos Otras luces eternas y otras sombras que nunca mil encajes de espuma otra vez tejeremos. reposaron fallidas y estuvieron informes.
Para la vida breve el arte largo. Para Fara la esbelta encina subterránea el agua los sueños tropicales los deseos insomnes.
y sus diamantes lentos, llegan, ascienden, En el panal de suaves cristales de floresta aman, paladeamos el aire del huerto y de la encina, verdean en las hojas, se apagan en las ramas la sedativa esencia del eucalipto. y somos y en su corazón bondo el tronco se em ya unos con la savia de los campos y el río.
pretecen.
Abejas milenarias, ya la pereza enciende Para la vieja encina sólo el hacha es la sus obtusas luciérnagas sobre nuestro aban.
muerte, dono, pero allí, rediviva, alienta la existencia, mas como ayer vosotras, mañana y siempre y ha de volver proteica y ha de hacerse haremos cantora.
recolector revuelo y regreso fecundo, Paseos milenarios. Perpetuidad que roza y como ayer vosotras, mañana y siempre con su memoria cósmica la nuestra, adoroiremos mecida.
en la orquesta campera el diapasón del río, y abejas milenarias, con agudos buriles En la plática nueva, colorida, perfecta, labraremos el campo en cera y miel, iguales: en la memoria pronta de lúcido desfile, cirios de los fulgores, sabor de los pasales, la fiesta velazqueña quiere alegrar los postres el poema es la síntesis del colmenar del y, como en un museo, nuestra viveza evoca mundo.
Augusto Arias Goethe o la progresión. Viene de la página anterior)
que se prolonguen en la vida de nuevas memoria de la añeja seducción del roconcepciones, una suerte de continui mr. anticismo. Goethe visita a Carlota Buff, dad que ilumine el rostro de las imáge. la prometida de Kestner y el imán de nes, que las vueiva reconocibles por los iguales afectos emparenta más bien las ademanes y las palabras (1. La Fede almas de los dos amigos, de divergente rica de pasividades campestres y de cal inquietud, y sin embargo, para la hora, madas esperanzas ha de volver, más que. de igual transparencia. Ambos han de lleen el nombre, en la conciencia de otras var su imagen como la de una primorode las mujeres de sus libros y, para que sa virtud femenina. Pero si Kestner la no dudemos de su verdad, Goethe ha de saber rodearla de tal ambiente que nos contempla y la desea con el designio de recuerde el de sus visitas jubilosas y una grata prolongación, la de la esposa casera y ennoblecida por la maternidad, graves, guiadas casi por la traviesa de.
Goethe no puede pensaila jamás rodeaterminación del niño. Así ocurrirá, más da de pequeñuelos, seria y ensanchada.
tarde, con sus Carlotas. veces han de mezclarse sus atributos como si en el graCarlota tiene una viva y precisa comprensión de las realidades. pero todo ve juego del arte llegasen a intercambiar en ella es áureo, cristalino, de finura.
sus gracias y sus presentimientos. Y, en Goethe acaba por enamorarse de Lota y definitiva, el cuinpo de aspiración del Eterno Femenino está ocupado por la ejercerá en el alma del novio una influencia que se dijera de amores commujer única y varia que tuviera algo de partidos. El la ilevará, con frecuencia, la primitiva Federica, de Bettina y de los recuerdos de Goethe y cuando el Augusta Stolberg, de Carlota y de Lili.
Bien pronto Goethe desparrama su inpoeta se marche, dolido de imposible, Kestner sentirá como suya propia la genio y sus admirables decires. Se retristeza de su amigo. En esencia no se parte, entre la existencia de los estu.
ha frustrado el amor. Elevaráse, más dios, la de los amigos que gustan de bien, en virtud de su ingravidez, de su pulir el contorno multifásico de la ale.
carencia de realidad y el sollozo sofocagría y la de las llamarias profundas o do ha de soplar vida perdurable en el superficiales de los salones. La próxima Werther. 1774. Quién aparece en la fiimpresión de su agradable continente y de sus maneras finas y distinguidas, 12 gura del amador de Carlota, con tal exha llevado por ja hondura de la conficeso de sensibilidad y pasiones afinadas, dencia, por la iluminada discusión litecasi olvidado de la seguridad de la interaria o por el brillo de sus concepciones, ligencia que sabe conducirnos por la vial pavés desde el cual muestran su perda que afirmará nuestros pasos? Se mue.
fil, como predestinado para no desapave como un sonámbulo, divaga y cultiva, recer, los hombres geniales. La onda con tenacidad aficbrada, su obsesión. Esconcéntrica de la curiosidad que busca, tá disgustado de todo y quisiera, muy y la que ha de quedarse estática, la de pronto, cumplir con el viaje, morirse, rela admiración que interroga y se baña, vivir. El romanticismo, se dirá más tar.
al fin, de la propia luz del hombre adde buscando para el Werther el gusto mirado, volviéndose a repartir una mide las clasificaciones. Igual empleo de la riada de fulgores, le rodean entonces con leyenda o de los temas tradicionales, más poderosa sõicitud.
idéntica preferencia por el sentimiento y Para el enlace de su aventura trunla imaginación que se destacan, triun.
fando de las otras facultades. Idealiza.
ca, surge la signada con infértil riego que se habría de evocar más tarde, en ción extraordinaria de los personajes y de las pasiones. 1) La vida de Goethe es un comentarlo perpetuo de Se ha dicho, y con todo fundamento, sus obras. Bossert: Doethe, sus precursores y sus contemporáneos.
que en el Werther demora, como un fantasma, el recuerdo de Jerusalén. Goeth conocía, con detalles, la historia de sus amores y de su invencible desesperación.
El recuerdo de la Señora del Secretario del Palacio no dejaría en reposo. a Jerusalén y de su inconformidad ha de nacer el designio de partir para nunca. Su hipocondría, su misantrópico vagar, desparramados en las Memorias, ahondados en el estudio de la filosofía, de la libertad, de la ética, han de vaciarse al fin en el lago profundo del suicidio. Una fugaz lumbrarada y en los ojos de Jerusalén se iniciará el principio de la sombra. Como el ahogado se arrastrará nacia la ventana para pedir, por última vez, para su angustia de moribundo, el respiro de la tierra.
Goethe ha tomado la patética vida de Jerusalén para su Werther. Pero alii existe, con fuerza permanente, el auto recuerdo. Carlota es su Carlota Buff. Alfredo es Kestner. El desesperado amador es él. Rara fortuna la de la novela.
En breve tiempo ha recorrido Europa, ha penetrado en las alcobas nubiles y ha removido, en la frágil biología de los hombres, el amor del suicidio. El plomo destroza las frentes de los nuevos Jerusalenes y las Carlotas rubias han de ceder ahora, pues que más allá de su beso negado presienten el trágico hierro de las pistolas, el :ilo espejeante de la daga, la gota incendiaria.
En la Carlota de Werther todos reconocen a la señora de Kestner. El mismo Goethe no podrá negar la fidelidad del retrato y ha de buscar explicaciones cordiales para la inquietud de su amigo.
El rostro moral de Alberto, por lo demás, de la bondadosa fidelidad y de la inteligencia tranquila, no desagrada Kestner y después expresará de la dulce figuración del Werther, con frase que se parece a la de la gratitud: Los rasgos amables e irreprochables de Lota son los de mi mujer. Ya pueden ustedes com prender que no podía menos de amarla.
Sabía Goethe que el estremecimiento es la mejor parte de la humanidad y por eso hubo de perseguir la curva de los temblores más profundos y modeladores. En su vida de veinte y cinco años. El Werther. también se sintió tentado por la onda de oscuridad y de misterio de la cisterna sorda. Sombras del Hamlet le asaltaron entonces, y quiso dar a la calmada sapiencia de seguir, el gesto brusco y liberador de desatarse.
El también no supo, en días vacíos e indeterminados, si quería escaparse, vencedor y vencido, y, sin palabra igual, interpretará el estado de Jerusalén cuando su confesión se rompía, extraña, a los pies de Anita Brand. Ay, si me hubiera muerto. Pero así dará desahogo a sus vacilaciones interiores. elevando a la vida del arte la desesperación y el total ofertorio de Werther ha de marcharse a nuevas excursiones de poesía y de ve:dad (1. Goethe mantiene rara continuidad en (1) Goethe y Carlota volviéronse a ver cuarenta y cuatro años después de la aventura de Wetzlar. Vino Welmar a visitar a una de sus hermanas, cuando la encontro Goethe. Lota contaba más de sesenta anos y había tenido doce hllos. Alfonso Seche y Jullo Berlaul Goethe, la vida anecdótica. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica