REPERTORIO AMERICANO 215.
tó el pezón con los dedos y emitió un alegre silbido. Precisamente. Qué mejor biberón. Ni kirek. Ni. Basta ya de kirek. Lo que quiero es esto otro. Arrea! la arrastro de un brazo. El tizón cayó al suelo. La sombra volvió a reinar en la hurta. En la oscuridad, atravesó la mujer.
sobre la montura del caballo y galopó a rienda suelta hacia el campamento de Selivanov. De tiempo en tiempo, tentaba el pecho de la mujer.
Ya está, muchachos gritó alegremente con lágrimas en los ojos. Mejor no podía encontrar.
Con furiosos gritos, Afanasij se, precipitó do de los cascos resonaban las hurtas, toda la sobre él.
estepa. Voces salvajes les gritaban desde los. Eres un canalla inútil, un provocador del juncos: género humano. Quieres que te rompa la. Ak. Ak. jeta?
Splamente un viejo cayó del caballo, de caY como ya juraban y se insultaban, Seliva beza, en una olla de leche que se derramó. Abranov, el presidente de la Asamblea, interrumpió: sado, gritaba con profundo quejido, mientras. Bueno. Basta. votar!
a su lado, un perro peludo, de cercenada cola, os mujiks votaron este acuerdo: Afanasij hundía. ávidamente su hambriento hocico en la Petrovich, y otros tres con él, irían a caballo leche caliente.
al campamento de los kirguises y traerían una Las yeguas relinchaban. Asustadas, como si vaca. o dos, o cinco, si se podía, porque la car ventearan el lobo, las ovejas en el redil se atrone comenzaba a escasear. Ataron la escopeta pellaban y topaban. Las vacas, como fatigadas, al arzón de la silla y vistiéronse pieles de zorro alentaban trabajosamente. para parecerse a los kirguises por si estos los Las mujeres de los kirguises, sumisas, se descubrían de lejos.
tumbaron boca arriba, como siempre que venian Dios sea con vosotros!
los rusos.
Los que quedaban arrebujaron al niño en Drevesinin reía descaradamente.
sus mantas y le pusieron a la sombra, debajo. Todavía si fuéramos garañones! No se de una carreta. Junto a él, sentose un mozuelo está a punto a todas horas.
que, de cuando en cuando, para distraerse y Apresuradamente, llenó de leche su cantimdistraer al pequeño, disparaba su revólver con plora, y a golpes de nagálka reunió una. vaca tra las matas.
y sus becerros junto a las hurtas. Los becerros, desatados, hundieron a embestidas las cabeza en la henchida ubre y se prendieron aleArenales! Tristes arenales de Mongolia!
gremente, con sus gruesos y suaves labios, a Piedras, piedras azules como brazos peryersos los pezones.
que salen hozando de la tierra. Los rusos. ca Tienen hambre, los animalitos.
balgan por la arena. Es de noche. La arena Drevesinin arreó la vaca.
exhala fuego y perfume de ajenjo. En las Ya Afanasij Petrovich había dado una vez tiendas de los kirguises ladran los perros, a más la vuelta a las tiendas, cuando en el molos lobos, a la tinieblas. En las tinieblas aúllan mento de montar nuevamente a caballo, algo los lobos, al hambre, a la muerte. Los kirguise le ocurrió de pronto: ses han huído de la muerte. Pero escaparán. Un biberón. Necesitamos un biberón!
también a la muerte sus rebaños? Densas ti ¡Diablo! Ya se nos olvidaba!
nieblas, verdosas se estremecen sobre las are se precipitó a las hurtas en busca del binas, como si la tierra las retuviera con esfuer berón. Las hogueras se habían apagado. Afazo, como si quisieran soltarse y escapar vo nasij había agarrado un tizón y buscaba, haTando al Oeste. Las tiendas huelen a leche ciendo saltar las chispas y tosiendo por causa agriada y a estiércol seco. Junto a las páli. del humo. En una mano blandía el leño chisdlas hogueras del campamento están los enfla porreante, en la otra un revólver. Pero no quecidos niños de los kirguises. su lado, los encontraba el biberón. Las mujeres, con el perros flacos, de estrecho hocico. Las hurtas rostro cubierto, yacían de espalda en el suelo, semejaban, en las sombras, bala gares de heno. dóciles. Los niños plañían. Afanasij, enfuTras ellas, juncos, una laguna.
recido, gritó a una joven kirguisa en una de Escondidos entre los juncos, los mujiks dis las hurtas. pararon contra las fogatas amarillentas. Un biberón, canalla, en seguida un bi 0 a al.
berón!
Los kirguises se lanzaron en un instante fue La mujer lloraba, y comenzó a desabrocharse ra de las hurtas. Angustiosamente, primero apresuradamente el caftan y después la camisa, uno, después todos, a la vez gritaban. Ni kirek. al. al. Ui boi. Ui boi, ak kysyl. Urus. su lado lloraba un niño de teta envuelto Uio boi. Matan. Matan. Los rusos. en harapos. La mujer cerraba las piernas.
Saltaron a caballo, como si los caballos es Al. al.
tuvieron embridados día y noche. Con el rui Afanasij. Petrovich le agarró un pecho, apreYa en el campamento, Afanasij se dió cuenta en la oscuridad no había notado nada de que la mujer había traído consigo a su niño. Es iguai dijeron los mujiks; hay, leche de. sobra para los dos. Tenemos una vaca y la mujer es robusta. La kirguisa era silenciosa y arisca. Daba de mamar a los niños oculta, sin que nadie la: viese.
Los dos niños estaban acostados en su.
tienda uno blanco y otro amarillo y lloraban al unísono.
Pero una semana después, Afanasij Petro.
vich hizo esta declaración en una asamblea general. Nos engaña, compañeros. Esta maldita kirguisa no amamanta a los dos como es debido; da primero a su niño todo el pecho y al nuestro las sobras. Lo he observado por mí mismo.
Los mujiks quisieron comprobarlo: Los niños eran como todos los niños; uno blanco, otro amarillo como un melón maduro. Si; parecía. en efecto, que el ruso estaba algo más delgado.
Afanasij Petrovich estaba conmovido. Ya le había dado nombre. Se llama Waska. y ahora, mira lo que nos hace ésa.
Dravesinin apostrofó al niño. Qué delgad ucho estás, Waska!
Se trajo un palo largo, y se le cruzó sobre la lanza de un carro, tanteando hasta que ninguno de los dos brazos levantó más que el otro. cada extremo suspendieron un niño para ver cuál pęsaba más. Los niños, envueltos en trapos, lloraban, colgados de las cuerdas de crin trenzada. Un penetrante olor a pañales trascendía de ellos. Là mujer también estaba allí, junto al carro; no comprendía nada y lloraba.
Los mujiks miraban en silencio. Suelta dijo Selivanov.
Afanasij Petrovich dejó libre a la balanza y el niño ruso subió de golpe. Mira, mira, diablo amarillo. prorrumpió Afanasij, colérico Mira si has comido de firme!
Entonces, alzó un cráneo de carnero que por allí había y lo puso sobre la cabeza del pequeño Con este suplemento, los niños pesaron igual. Los mujiks alborotaban y gritaban. Una cabeza más. Le ha dado de mamar una cabeza más que al nuestro. Tenemos que abrir el ojo. Fiera salvaje. Pero algo más. hemos de hacer que compadecernos del pequeño.
Todos estuvieron de acuerdo. Hay que vigilarla. Después de todo, es su madre.
Afanasij Petrovich azotó el suelo con el pie, chillando. Entonces. va a perderse un alma rusa por este muñeco sin bautizar? Vamos a dejar que perezca Waska, eh?
Los mujiks miraron a Waska, tendido, på.
lido, enclenque.
Por fin, Selivanov habló así a Aafanasij Petrovich. Llévatelo. Ya sabes. En nombre de Dios, debe morir. El kirguis, quiero decir.
ruso.
JOHN KEITH Co. Inc.
SAN JOSÉ, COSTA RICA AGENTES REPRESENTANTES DE CASAS EXTRANJERAS Cajas Registradoras National The National Cash Register Co.
Máquinas de Contabilidad Burroughs Burroughs Adding Machine Co.
Máquinas de Escribir Royal Royal Typewriter Co. Inc.
Muebles de Acero y Equipo para Oficinas Globe Wernicke Co.
Implementos de Goma United States Rubber Co.
Maquinaria en General James Montley, New York RAMÓN RAMÍREZ JOHN KEITH Soclo Gerente Socio Gerento Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica