REPERTORIO AMERICANO Tros.
Placia.
Te juro por mis canas que a la segunda aurora serás de Ganimedes legitima señora. Plácida quiere de nuevo interrumpir al Rey, pero se detiene ante su gesto de mando. Tros. Venid, pues, bijas mías. Sentaos a mi vera.
La bora es avanzada y el lecho nos espera. Tros se sienta en un tronco de árbol, al pie de la encina junto a la cual se hallaba Placii. Las.
dos mujeres se sientan a su lado. Tros. Es bueno que reanude mi interrumpida bistoria y os cuente de mi casa la venidera gloria.
Pues bien, cuando Dardano dejando Samotracia, confiado en un madero, lloraba su desgracia, en un dorado sueño revélale el Destino de sus futuros triunfos el esplendente sino.
Del mismo modo, anoche, después de haber cenado, pensando en los asuntos urgentes del Estado, senti que de mis ajos se apoderaba el sueño y que mi faz bañaba dulcisimo beleño.
No sé por cuánto tiempo permaneci dormido; si sé que los arcanos del tiempo be sorprendido, pues mis internos ojos, en mágicas regiones, tuvieron de mi raza profélicas visiones.
Primero i una cueva al pie del Monte Ida, de pardos aguiluchos altísima guarida, y en ella habia tres huevos. El uno parecia un coágulo de sangre que al sol resplandecia, el otro como un astro sujeto en mallas de oro, y el siltimo una perla con lumbres de meteoro.
Al punto de esos huevos tres águilas salieron que con potentes alas el firmamento bendieron.
La del rojizo buevo, rolando presurosa, salvó del monte Etna la cumbre pavorosa.
y luego descendiendo desde el Inciente espacio clavó sus fuertes garras en la región del Lacio, por el horizonte un igneo dedo asoma que escribe en grandes letras esta palabra: Roma.
La del buevo de oro, bajando el Monte Ida, en estos mismos talles detuvo si caída y con su curio pico desentrañó en la tierra una ciudad potente que al universo aterra.
Entonces de los ciclos grito una voz lejana. Es ésta la bendita, la gran ciudad troyana.
Por fin, del buevo blanco rompiendo la envoltura, un águila de nieve subió railiante y pura, agujereando el éter con raudo morimiento, veloz como una paja que corre sobre el viento.
Cayó celeste lluvia, los valles se inundaron, las tierras fecundadas un cántico entonaron Joiase una estrofa mil veces repetida. Es el Dador de Vida! Es el Dador de Vida. Caliroe. Qué quieren esos signos decir, amado dueño?
Tros. Aguarda Caliroe. Després tuve otro sueño que todo lo explicaba. Un renerable anciano revela a mis preguntas el misterioso arcano.
Me dijo que del sueño las águilas caudales daban de mis tres bijos clarisimas señales: la gloria de Asaraco, de llo la prudencia, del bello Ganimedes la candida inocencia.
Que del primero de ellos un nieto fundaria en las lejanas tierras donde se oculta el día, la gran ciudad de Roma. Que del segundo hermano un bijo aleroso seria el soberano de la ciudad de Troya. Pero dejó en misterio del dulce Ganimedes el celestial imperio. Qué representa el águila por el cenit perdida. Por qué llovió del cielo. Qué es el Dador de Vida?
Por eso al despertarme con afamoso empeño de traje a estos jardines para contarle el sueño. Qué piensas. Qué adivinas. Qué mérito concedes a todas estas cosas. Qué crees de Ganimedes. Placia da un grito de dolor y se arroja sollozando a los pies de Tros. Placia. Ay! idy! Horrendo abismo prepárame la suerte. Por qué no ballo en tus brazos consoladora muerte?
Ay, padre, padre mío! Tu sueño paroroso penetra en mis entrarias como un puñal filoso.
Mil muertes son más dulces que todo este martirio, que toda esta agonia, que todo este delirio. Qué sier pe em ponzoñada de pronto te ha mordido. Qué quieren esas roces significar. Qué ba sido. Caliroe levanta del suelo a Placia y la acaricia tratando de calmarla. Caliroe. Serenate, bija mia, y di lo que le pasd.
Tu Amargo sufrimiento mi corazón traspasa. Placia screnándosc. Señor, ahora comprendo la voluntad divind.
Del dulce Ganimedes la muerte se avecina.
No es en excelsas cumbres donde su reino espera; su reino es en las sombras donde Plutón impera.
Abi donde Tanatos de corazón de bierro defiende las entradas del infernal encierro y braman roncamente las agnas de Aqueronte que atraviesa la barca del araro Caronte.
Abi donde cohabitan en confusión horrible el Duelo, el Hambre, el Miedo y la Veje: temible.
Ahi donde silbando vomita la Quimera sus llamas pavorosas y la Gorgona espera sus renovadas victimas y las bórridas Furias vengando a los mortales apagan sus Injurias. Oh sombras espantosas que nublan mis sentidos y arrancan de mi peclin frenéticos gemidos!
Tros. klas di. cómo bas podido lejer estas leyendas?
Placia. Dirélo, señor mío; y a fin de que me entiendas lo que mis ojos vieron te contaré al instante.
Salia del palacio en busca de mi amante, cuando escuché a lo lejos dos voces que porfiaban y vi que sobre el césped dos sombras se agitaban.
Era una Ganimedes, la otra un extranjero de talla majestuosa y de mirar severo.
No sé lo que se hablaban. No sé lo que dirian.
Los vientos caprichosos tan sólo me traian fragmentos de palabras, murmullos y sonidos.
Mas a la argentea lumbre del celestial lucero, jo vi que de su manto sacuba el extranjero un vaso reluciente que mis pupilas ciega que a mi Ganimedes con prontitud entrega.
El extranjero fuése y Ganimedes toma en sus Jirinas mavos la divinal redoma; llevándola a sus labios su contenido a pura y corre por sus miembros frenética locura.
ti cómo sus ojos atónitos abría, y vi como su rostro la palidez cubria y or cómo su boca de música embriagada Divino Ganimedes! decía embelesada.
Mi pobre Ganimedes corrió por ese ralle. señalándolo)
Quizás, quizás ahora su espíritu se balle on los oscuros antros del reino de la muerte, contento de su sino, gozoso de su suerte; porque él odiuha siempre la terrenal bondura, Porque el amaba siempre la celestial altura.
Esta es de tus visiones el águila nevosa que vuela a los confines de la región dichosa.
Ya vés, el ba purtido; ya rés, me lo ban robado.
Mi rinico tesoro, señor, me lo han quitado. El Rey y la Reina escrutan el valle por donde Placia les señala que ha partido Ganimedes. Caliroe. Ven, adorado esposo; es preciso buscarle.
Tros. Corramos presurosos; debemos encontrarle. Vanse)
ESCENA IV Placia (sola)
Placia se dirige desfalleciente hacia el palacio y subiendo las gradas del atrio, dirige desde ahí este apóstrofe a los Dioses infernales.
Placia. Oh Dioses infernales que cruzáis el Cocito, oid de mis plegarias e suplicante grito.
En esta borrenda noche uestra presencia evoco y con salobre llanto uestro poder invoco.
Si ha muerto Ganimedes dejad que yo le siga y que en el negro Tartaro su espíritu persiga, hasta terle, y gozar de su amada presencia que es gozo y hermosura y luz de mi existencia.
Mas si acaso no ba muerto, dejád me que yo muera y así tendré la dicha de llegar de primera.
Estoy pronta a seguiros; conducidme en seguida. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica