REPERTORIO AMERICANO Dos artículos de Alomar La santa ilusión De La Libertad, Madrid, Conviene decirlo muy altamente: La República no viene como un impulso de demagogia ni como un desbordamiento de plebe. Viene como la gran ejecutoria de aristocratización del pueblo, por contraste con las rebajamientos de una casta que llegó a los inconfesables días de un Carlos IV, un Fernando VII, una Isabel II. conste que yo precisamente, por distinción espiritual, soy incapaz de ensañarme con los caídos.
1931 ha sido digno parangón con aquel caballeresco 1830 que nos sugiere el centenario del romanticismo. No podríamos soñar más alta ni digna celebración de esa efemérides que la proclamación de nuestra República. me place evocar ahora el glorioso cortejo de sombras: los hombres de la Constitución de Cádiz, la generación de los emigrados, los poetas exaltadores, desde Quintana a Espronceda; los ciudadanos cuyos cuerpos de mártir oscilaron en las horcas, los militares caídos bajo el plomo, como el nobilísimo Torrijos, como Lacy, cuya sangre fecundó con semilla de libertad nuestro suelo y cuya sombra espera en Bellver el desagravio triunfal de nuestra generación vencedora. Evoco a los hombres de la primera República y, sobre todo, la magna triada de Salmerón, de Pi y Margall, de Castelar, que estremecieron la tribuna española con un idioma que entonces no podía recibir contestación del pueblo, porque éste no había recibido aún la alta categoria del coro, en la gran tragedia nacional. Evoco al ilustre educador don Francisco Giner de los Ríos, cuya mano he tenido la honra de estrechar, verdadero creador de la generación intelectual que ha forjado la República. Evoco, en fin, emocionado a los dos heroicos jóvenes que en Huesca dieron su sangre para que ella fuese la única derramada en el parto de nuestra República; hermanos en el dolor y en el heroísmo, verdaderos Castor y Pólux de la Libertad: Dióscuros alzados a una constelación de Géminis, en el Zodiaco de la nueva España.
Bello ensueño el que ante nuestros ojos se presenta. Desaparecida la herencia secular del poder personal y absoluto, nuestras hermanas las Repiiblicas de América, tan vacilantes todavía en la afirmación de su régimen, podrán al fin recibir de España un magisterio de libertad. Quién sabe si lo que separaron las viejas tiranías de la metrópoli podrán rehacerse al amparo de una gran confederación transoceánica, verdadero Commonwealth rival del británico, y a través de los mares la Iberia reconstruída por otra federación que reintegre libremente a Portugal formará uno de los grandes núcleos de la cooperación universal por la paz y por la indefinida superación humana. Gabriel Alomar Dos cartas y un comentario Envio de Qué ha ocurrido verdaderamente en España?
Permitidme una inmodestia: el advenimiento de la República, en esa forma ejemplar que ha concentrado en España el alma de Europa, es el triunſo de algo muy unido a mi esencia de escritor: es la victoria de la política idealista. Recordad las frases usuales anteriores a nuestra revolución. Las izquierdas defienden vaguedades. Lo interesante son los problemas concretos. Nadie se preocupa ya en el mundo por quimeras. Hay que apoyar bien los pies en el suelo. Nada de ilusiones. Amigos mios: ved la gran lección que la realidad, precisamente la realidad, ofrece a nuestro pequeño mundo estupefacto. La santa ilusión ha triunfado, y un gran viento ha purificado la selva de los tópicos. No ha sido verdad, afortunadamente, que los Gobiernos agotados y perniciosos tuvieran una fuerza irresistible en la seguridad científica de los armamentos, ni que la ametralladora y el avión de guerra fuesen divinidades fatales, erectas sobre nuestro pueblo como ídolos siniestros. No; porque esas armas eran sólo materia, y tras ellas estaba el alma generosa de los soldados del pueblo, que ante el gran latido patriótico se negarían a derramar la sangre de los ciudadanos y dejarían paso libre, in.
clinándose reverentes, a la voluntad soberana del país. Ante el arma de guerra perfecta e invencible, España ha podido agitar al viento una mariposa sutil, la papeleta electoral, ágil mariposa o psiquis de la ciudadanía, y ha podido decir como Victor Hugo: Esto matará aquello. ΕΙ espíritu prevalecerá contra la materia.
Si no femiese enojaros con disquisiciones académicas, podría ahora perfilar un ensayo sobre el tipo histórico de nuestra revolución española, comparándola con las extranjeras. Ahí radica precisamente el grande y legitimo orgullo que me invade. España se ha incorporado en la selección de los pueblos libres, no por el golpe de fuerza de una parcialidad, sino por un acto de capacidad soberana de toda la masa social. Dónde quedan ahora las viejas afirmaciones pesimistas, como aquella que afirmaba con Silvela que España era un país sin pulso? Yo mismo he comprobado con sorpresa jubilosa que la ruralidad española era muy superior al concepto en que la tenía y que ha sabido corresponder dignamente a la dirección de esa intelectualidad gloriosa, que desde el estudiante al profesor excelso ha difundido la palabra salvadora. Qué lejos quedan los días amargos del vía crucis español, las últimas tiranías coloniales, las represiones crueles y desaforadas, el prestigio de la autoridad entregado a asesinos!
Nuestras Bastillas no han necesitado el empuje de un 14 de Julio, sino que han caído por sí solas al conjuro de nuestro grito, como Jericó al estridor de las trompetas. el canto de liberación universal. La Warsellesa, ha surgido de las piedras de nuestras calles sin salpicadura de sangre, como una victoria alada. Cuánta sugestión guardan estos días vibrantes! España se ha estructurado como un organismo; Madrid ha ascendido a su condición de. cerebro nacional, y desde sus orígenes de villa y sus esplendores ficticios de corte ha pasado a ser ciudad y capital. Como una etapa superada, quedan el Madrid castizo y chispero, el Madrid chulapón y de género chico, el Madrid irónico, guasón y despreocupado, que sonreía ante todos los Quijotes.
Saludemos el Madrid ejemplar que ha erigido el Ateneo como verdadero templo de la diosa que es a un tiempo inspiradora de ciencia y maestra de civilidad. Saludemos la integración de España en su verdadera tradición de grandeza. Saludemos el retorno triunfal de Don Quijote, no entre un coro de carcajadas, sino entre una aclamación de hosannas. y saludemos también al buen Sancho de las payesias, que ha sido al fin capaz de comprender que el ideal tiene potencia para suscitar el milagro de las grandes transfiguraciones sobre las bajas apariencias.
Xiza, 11 de mayo de 1931.
Señor don Gabriel Alomar.
Madrid.
Mi muy distinguido y admirado amigo: En momentos en que me disponia a enviar a usted mis felicitaciones entusiastas por el nombramiento de Embajador de la República Española, leo, con estupor, que los hombres que hoy gobiernan en mi pais no lo consideran a usted persona grata. Quiero, como argentino, ser el primero en protestar, contra la injusticia incalificable.
Usted representa una de las cimas mos altas del pensamiento español, no sólo por el ralor de su obra literaria, sino por la reclitud ejemplar con que supo defender en todo momento las verdades. Por su labor y por el sacrificio de tantos años merece la admiración y el respeto de sus colegas y de la juventud.
Nadie más indicado que usted para representar en el Nuevo Mundo a la España que surge. Fué un acierto confiarle la misión simbólica de mostrar a América la verdadera fisonomia de la Madre Patria. debemos felicitarnos hasta del absurdo contratiempo, porque así podrá ver España, a su vez, cual es la situación de la Argentina actual.
El pequeño grupo que rive transitoriamente nuestros destinos no representa la roluntad del país. No es la Argentina la que declina el honor de recibir a Gabriel Alomar; es una oligarquía, temerosa de la influencia y de la acción que, aún sin buscarlo, tiene que determinar la presencia de un hombre libre. Pero esto es pasajero, como fueron pasajeras las tristezas de España; y no está lejano el dia en que fra.
ternizaremos al fin, de pueblo a pueblo, en impetu de renovación y de vida nuera. Asi (Pasa a la página 12. El alma nueva del estudiante. De Pron, Madrid, He de hacer, ante todo, una advertencia. Mis palabras no podrán tener hoy la amenidad y fulguración que tendrían si fueran destinadas a un acto de propaganda o a una reunión política. No olvidemos que persiguen un fin cultural y se dirigen a una Asociación de jóvenes estudiantes.
He de rogar, por ello, al público en general, que perdonen el tono pesado de la parte técnica de mi trabajo, necesariamente enojosa para muchos de las que me escuchan. dejadme agradecer, ahora, la deferencia honrosa para mi con que la Juventud Escolar me ha pedido inaugurase sus tareas. Es natural que hoy os hable el profesor. Pero la verdad es que nunca he logrado sentirme revestido de esta solemne designación, que en las naciones doctas acompaña al nombre de las personas como una vegetación parasitaria y le comunica una responsabilidad espectacular que acaba por devorarlo. El profesor No. Ni profesor, ni mucho menos esto tan solemne de catedrático. Yo seré siempre un franco tirador de ia. Parlamento leído en el acto inangural de la Jutentud Escolar de Palma de Mallorca. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica