REPERTORIO AMERICANO 273 IV una ciudad muert Cartagena de Indias 1932. 1583, 1697.
Ciudad que fuiste reina del mar! Vagan ligeros en paz los tiburones en tu tranquila rada, Donde las nubes tienden su sombra prolongada, que vió los antiguos galeónes iberos. ante vos inclinado, pues quería en mi duelo Una dulce mirada de vuesira gentileza, Mi presencia esquivasteis, y airada y con prestesa Os cubristeis los ojos recogiéndoos el velo.
Pero el Amor que manda, áun al alma más dura, No quiso que en la sombra de mi callado abismo La piedad me negara su fuente de dulzura; Porque tan lenta fuisteis al cubrir la faz bella, Que ví vuestras pestañas palpitando lo mismo Que las frondas que filtran el fulgor de una estrella.
Desde Drake y el asalto de infieles bucaneros Ta muralla de siglos se arruina abandonada, cual collar sombrío, de grandeza pasada. Aún de Pointis las balas muestra los agujeros.
Entre la mar y el cielo que abrasa tu bahía, Bajo el sol de un monótono y ardiente medio día, Con los Conquistadores sueñas amodorrada; en el enervamiento de noches placenteras, Te duermes, arrullando tu gloria ya borrada, Bajo palmas, al lento rumor de las palmeras. El antepasado La gloria, con arrugas dejó su huella hundida De ese gran Caballero sobre la fas severa, fulgor en su frente, que siempre irguió altanera, Lleva de las batallas en que júgó la vida. En Costa Firme, en valles y cumbres, su aguerrida poderosa manio plantó la Cruz doquiera, del Ande condujo su familiar bandera Hasta el golfo en que blanca se eleva la Florida.
Tu pincel en la tela, para los de su raza Hace que surja ahora, bajo férrea coraza, El noblé antepasado, con su marcial decoro. parece, archelante, que su mirada busca, En un cielo metálico cuyo fulgor ofusca, El gran deslumbramiento de la Castilla de Oro.
VIII un fundador de ciudad Un Ofir imposible de perseguir cansado, De ese golfo risueño fundaste en la ribera, Donde plantó tu mano la española bandera, Una Cartago nueva, en país ignorado.
Quisiste que tu nombre quedara cimentado Sobre el suelo en que alzaste tu ciudad y que fuera Eternamente gloria de tu raza guerrera, Mas tu anhelo escribiste sobre arena ¡oh Soldado!
Cartagena abrasada bajo ardiente azul puro, Ve sus grises palacios dertumbarse y su muro En el mar que la costa cavando se dilata; hoy, Fundador! tan sólo brilla en tu alta cimera, Heráldico testigo de tu ideal quimera, Bajo una palma de oro, blanca ciudad de plata.
IX El prisionero Ållá, lejos, cesaron del muesin los clamores.
De oro y púrpura el cielo se cubre en el poniente; El cocodrilo, lecho de fango en la corricnte busca, y el río calla sus últimos rumores.
Con las piernas cruzadas, como los fumadores. El Jefe, de haschis ebrio, doblegaba la frente, impulsando la barca con esfuerzo potente, Desnudos se curvabar dos negros remadores.
En la popa, dichoso, y en la boca el ultraje, taiendo una guzla, ruda canción salvaje Un albanés cantaba, de ojo vil y agresivo. sangrando, y sujeto por pesados grilletes, Miraba un Jeque anciano, ya estúpido, ya altivo, En el Nilo, temblando, los altos minaretes.
VI La siesta Vidriera Ni de insectos el ruido, ni de abejas el vuelo; Bajo el sol la gran selva reposa adormecida, tamizan las frondas una luz parecida De musgos de esmeralda al suave terciopelo.
Cribando ei dombo, irradia la claridad del cielo, a mis ojos que el sueño ya vence, entretejida De fulgores furtivos, forma red encendida Que al través de las sombras se extiende por el suelo. la ĝasa que tejen los rayos lembladores, Vuela de mariposas bandada reluciente, Embriagada de luces y de aroinas de flores; mis dedos entonces juntan hilos sedeños, en las mallas de oro de esa red trasparente, Cazador de armonías, aprisiono mis sueños.
Ante la Esta vidriera ha visto damas y altos barones Vestidos de azul y oro que la luz abrillanta, mano ungida que la hostia levanta Inclinar el orgullo de frentes y de airones; después, de clarines y cuernos a los sones, o de guerrera música que hechos de gloria canta, Iban, la espada en alto, para la Tierra Santa, para cacerías, al puño los halcones.
Hoy, de las castellanas y los nobles feudales, los pies los lebreles, en losas sepulcrales Las sombrias estatuas yacen en larga hilera; sin voz, sin oído, bajo una luz dudosa, Con sus ojos de márniol, miran, sin ver, la rosa Abierta eternamente sobre la acul vidriera. Trad. de Ismael Enrique Arciniegas)
VII la manera de Petrarca Saliais de la iglesia, y con piadoso anhelo los mendigos dabais limosna con largueza, en el pórtico oscuro vuestra clara bellesa los pobres mostraba todo el oro del cielo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica