236 REPERTORIO AMERICANO. Cuentos de barro, de Salarrué La brasa. Si juma, jume bajo el sombrero, tata. Si miran la brasa nos hallan.
En la cumbre más cumbre del vol Sí, hombre, tate tranquilo. Dorcán, alla donde la tierra deja de subir míte.
buscando a Dios; allá donde las nubes Es que currucado no me puedo dorse detienen a descansar, Pablo Melara mir luego.
había parado su rancho de carbonero. Estiráte, pué.
Medio rancho, media cueva, en una fa No puedo, tata, mucho yelo lla del acantilado aquel nido humano se la vida con vos. Cuchuyáte conagazapaba. De la puerta para fuera emtra yo, pué. pezaban las laderas a descolgarse, teY Goyo Cuestas, que en su vida harribles, precipitadas en deslizones brusbía hecho una caricia al hijo, lo recibía cos, abismándose, rodando, agarrándose contra su pestífero pecho, duro como un aflegidas. Los pinos enormes, eran nutapesco; y rodeándolo con ambos brazos bes obscuras entre las nubes; humazos lo calentaba hasta que se le dormía ennegros entre la niebla. Mecían al viencima, mientras él, con la cara añudada to, lentamente, sus enormes cabezas, code resignación, esperaba el día en la mo si oyeran una música dulce salida de punta de cualquier gallo lejano.
lo gris y de lo frío. Las ramas chiflaLos primeros. clareyos los hallaban ban tristemente llevando en ritmos naallí, medio congelados, adoloridos, amosales una melodía de inmensida. Era dorrados de cansancio; con las feas bola cumbre una isla en el cielo y el cielo cas abiertas y babosas, semi arremanun mar de viento. En las noches trane gados en la manga rota, sucia y rayada quilas, como por alta mar, pasaba silencomo una zebra.
ciosa la barca de la luna nueva. veces De izquierda a derecha: Salurrut, Pero Honduras es honda en el Chael horizonte fosforecía.
Gabriela Mistral y Adolfo Ortega Dias melecón. Honduras es honda en aqueEl carbonero iba apilando los leños llas soledades, Honduras es honda en el en pantes enormes.
De cruz en cruz Comento silencio de su montaña bárbara y cruel; formaba una torre como un faro que en El Salvador da sus sorpresas: a mí me ha dado Honduras es honda en el misterio de sus las noches largas, llenas de ausencia, la de un fermento intelectual admirable, la de la leterribles serpientes, jaguares, insectos, vadura que pone un grupo selecto y que acabará por ardía, ardía roja y palpitante, señalan enlindar al país. No todos están en formación; algu. hombres. Hasta el Chamelecón no do el rumbo a los barcos de silencio con nos se hallan formados; son dueños ya de su lengua llega su ley; hasta allí no llega su jussus grandes velámenes de sombra.
aun maestros en algún género. Asi este Salarrué, prosista de una originalidad que se podrá apreciar en ticia. En la región se deja como en los Solo y negro en la altura, el carbo los cuentos de esta página y persona fascinante en tiempos primitivos tener buen o mal nero iba viviendo como en un sueño.
la rida interior que confiesa sin confesar y que le labra la obra del buen modo: de adentro hacia afuera.
corazón a los hombres y a las otras besTenía un perro mudo y una gran trisAntes de ser un escritor ha querido ser un hombre tias; ser crueles o magnánimos, matar teza. Acurrucado y friolento, encendi depurado y rematado, artesano lento y seguro de sus o salvar a libre albedrío. El derecho es do siempre el puro y el corazón, se.
potencias.
Gabriela Mistral claramente del más fuerte.
estaba allí mirando el abismo, sin remeSan Salvadur, Octubre de 1991.
dio. Como a los pantes de leña obscura, Los cuatro bandidos entraron por la la brasa del corazón le iba devorando palizada y se sentaron luego en la plalas entrañas y aquel resplandor de misterio piaban para sestear bajo los pinos chi zoleta del rancho, aquel rancho náufrago.
se le iba subiendo a la concencia.
flantes y odoríferos. Calentaban café con en el cañaveral cimarrón. Pusieron la caja Una noche, aflegido, lió sus trapos y se ocote. En el bosque de cunzas las taltuzas enmedio y probaron a conectar la bocina, marchó pa nunca.
comían sentaditas, en un silencio nervioso. La luna llena hacía saltar chingastes de Puerca, mano, mei juido dialtiro e la Iban llegando al Chamelecón salvaje. Por plata sobre eľ artefacto. En la mediagua cumbre! Miatracaba un pensar y un pen dos veces bían visto el rastro de la culebra y de una viga, pendía un pedazo de venado sar carretía, angostito como fuella de pial. Al olisco.
Semos malos sesteyo, mientras masticaban las tortillas Te digo ques fológrafo.
y el queso de Santa Rosa, ponían un fostró. Vos bis visto cómo los tocan?
Goyo Cuestas y su cipote hicieron un Tres días estuvieron andando en lodo, atas Ajú. En los bananales los ei visto.
arresto y se jueron para Honduras con el cados hasta la rodilla. El chico lloraba, el Yastuvo.
fonógrafo. El viejo cargaba la caja en tata maldecía y se reiba sus ratos.
La trompa trabó. El bandolero le dió bandolera; y el muchacho la bolsa de los discos y la trompa achaflanada que tenía El cura de Santa Rosa había aconsejado cuierda, y después, abriendo la bolsa de los discos, los hizo salir a la luz de la luna Goyo no dormir en las galeras, porque la forma de una gran campánula; flor de como otras tantas lunas negras.
lata monstruosa que perjumaba con música. las pandillas de ladrones rondaban siempre Los bandidos rieron, como niños de un. Dicen quen Honduras abunda la en busca de pasantes. Por eso, al crepúsculo, planeta extraño. Tenían los blanquillos plata.
Goyo y su hijo se internaban en la monmanchados de algo que parecía lodo, y era Si tata. y por ái no conocen el fonó taña, limpiaban un puestecito al pie diún sangre. En la barranca cercana, Goyo y su palo y pasaban allí la noche, oyendo cantar sipote huían a pedazos en los picos de los Apuráʼl paso vos; ende que salimos los chiquirines, oyendo zumbar los zancucopes; los armadillos habíanles ampliado de Metapán trés choya.
dos culuazul, enormes como arañas, y sin las heridas. En una masa de arena, san Ah, es quel cincho me viene jodien atreverse a resollar, temblando de frío y de gre, ropa y silencio, las ilusiones arrastrado lomo.
miedo.
das desde tan lejos, quedaban abonadas Apechálo, no siás bruto. Tata: brán tamágases. talvez para un sauce, talvez para un pino. Nóijo, yo ixaminé el tronco cuando Rayó la aguja, y la canción se lanzó (1) Dice Gabriela Mistral que en este cuento está anochecía y no tiene cuevas.
en la brisa tibia como una cosa encantada.
toda la magia de la cordillera.
a grafo, dicen Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica