REPERTORIO AMERICANO Placia.
Tros.
Placia.
Tros.
Placia.
defienden de la joven la candida inocencia.
El iracundo Zeus se niega a la clemencia.
Ganimedes. Mi corazón solloza de angustia al escucharle y con preguntas necias no quiero molestarte.
Lo que tu padre ba hecho produce ejecutoria.
Mas, di. por qué me cuentas esta doliente historia?
Tántalo. Cuando asomaba el Alba sus dedos sonrosados, de ricas pedrerias y gemas, adornados, y en el sublime alcázar los pájaros cantores sus melodiosos bimnos gorjeaban entre flores, abriendo las cortinas de su mullido lecho me dijo el Prepotente, con aire satisfecho. Las faldas del Olimpo desciende presuroso, escoge en mis establos el potro más brioso y anda, corre, vucla, si es que volar tú puedes, al reino de Dardania do mora Ganimedes.
El es mi predilecto. Me place su belleza, su alma sensitiva, su candida pureza.
Le nombro mi copero, mi escanciador divino; y si su padre fuese ad verso a su destino, ordena a Ganimedes que al despuntar el dia apure de este cáliz las gotas de ambrosia.
Así me babló el Excelso y en la cerulea frente temblaron sus cabellos cual lumbres del Oriente.
Se estremeció el Olimpo. En vuelo desalado salvé del mar Egeo el piélago rizado.
He aquí por qué he venido. He aqui la rica copa y ojalá que nunca la lleves a tu boca. Vase)
ESCENA II Ganimedes, besando con frenesí la copa.
Ganimedes. Ob éxtasis divino. Qué tiene mi garganta que en notas no convierte lo que mi pecho canto. Gritar quiero y no puedo. Mi alma siente frío.
Mis pensamientos buyen. Acaso desvario?
Tengo los huesos húmedos y el corazón en llamas. Canta en la lejanía el ruiseñor)
Qué voz oigo en la noche. Por qué mi nombre aclamas?
Divino Ganimedes. Divino Ganimedes!
Me envuelven esas voces en impalpables redes.
Recuerdo ya. Es de Procne la leng melodiosa que canta en lo más bondo de la montaña umbrosa. Divino Ganimedes. Mi nombre han repetido. Vase. Divino Ganimedes. Placia sale del palacio real y corre tras la sombra fugitiva de su amado. No pudiendo alcanzarle se detiene al pie de una encina en el bosquecillo de la izquierda. Va vestida de blanco y su figura se destaca en la sombra. Placia.
Se fué, se fué; se ha ido. Partió; me lo han robado Qué pérdida de ploras. él, Ganimedes, la luz de mi existencia. Qué dices, desdichada?
Perdonen la imprudencia que mi dolor comete, mostrando los secretos que a pechos valerosos parecen indiscretos.
Tan sólo sé que tengo amor por Ganiniedes, si bien no fui acreedora de todas sus mercedes.
Ya que mi débil lengua couló mis desuarios, mejor es que os confiese mi amor y sus desvios, y cómo le be querido desde mi tierna infancia, y cómo en su cuidado mostréle mi constancia.
De aquestos aledaños jardines rumorosos, cogiendo nidos de ares y frutos olorosos, ora mirando el nuclo de candidas palomas, ora trenzando flores de exóticos aromas, ya tras los ricos jas pes de alguna mariposa, ya tras el escondido rubor de alguna rosa, crecimos siempre juntos y juntos disfrutamos de todas las, bellezas que por doquier hallamos.
Pero él sólo queria la luz de la Natura y yo sólo queria la luz de su hermosura. fuerza de quererle le dí mi vida entera, mas ¡ay! que para Placia su juventud no era.
Recuerdo que una tarde, cogiendo mis cabellos, un beso apasionado dejó prendido en ellos y cuando mi cariño mostrábase en sonrojos, mirėle, y sólo habia nostalgias en sus ojos. Tu cabellera es de oro me dijo sonriente parece los reflejos de un cálido poniente; o bien los áureos ritos de Ceres Eleusina que ofrenda en los trigales su dádiva divina.
Besaba en mis cabellos la tarde esplendorosa; besaba en mis cabellos los ricos de la Diosa! así, desde ese dia, le adivine su anbelo: rivia en esta tierra muriendo por el cielo.
Perdonen de mis quejas la confesión horrible y que ante vuestros ojos mi antor baga ostensible. Se arrodilla ante Tros y Caliroe)
Postrada a vuestras plantas, aguardo uestro fallo y busco entre vosotros lo que buscando no ballo: amor, piedad, consuelo.
Lerúntate, bija mia, y tuelta a tu semblante la plácida alegria.
Nada be de reprocharfe. Tu corazón valiente que sufre los rigores de un amor inocente, indigno no es de elogio. La gloria de tu casa quizás si de la mía la gloria sobre pasa.
De mi amorosa madre la tuya era sobrina; por eso a tus deseos mi corazón se inclina.
Enjuga entre mis brazos las buellas de tu llanto, recobren tus mejillas su juvenil encanto, y Caliroe conmigo tu frente sellaremos en prenda de la alianza que en este instante hacemos. Tros y Caliroe besan a Placia. Escucha, padre mio.
Pero canta estás llorando. Qué nuevo mal te aqueja?
Sollozas todavia. No te ballas satisfecha de bacer nuestra alegria?
Oh niña candorosa; ya sé lo que te ocurre.
Mi corazón de madre por el twyo discurre.
Tú crees que Ganimedes acaso no te ama porque en sus ojos nunca de amor este la llama. No sabes que los hombres a la emoción despiertan más tarde que nosotras? Sus pechos se conciertan en pos de otros ideales. a quieren ser soldados, artistas o poetas o reyes afamados, ya sueñan en navios cruzar los anchos mares volviendo victoriosos a los paternos lares, o buscan que los dioses les colmen de favores o a sueños imposibles consagran sus ardores. No sabes que todo eso, cuando los tiempos llegan, en nuestras dulces manos solicitos entregan. Pero es que.
No prosigas; bastante bas escuchado para sentir de muero tu corazón calmado.
Tros.
ESCENA III Placia.
Caliroe.
Tros.
Caliroe.
Tros.
Caliroe.
Placia, Tros y Caliroe.
Canta en la lejania de nuevo el ruiseñor. Tras un breve lapso aparece Tros conduciendo de la mano a Caliroe; ambos permanecen silenciosos a la entrada del palacio, iluminada en el interior por la luz amarillenta de moribundos hachones.
Tros. Es ja lu media noche. Los pálidos hachones se apagan ante el brillo de las constelaciones y lamen las paredes com lumbre mortecina.
En esta dulce calma, bajo la noble encina que allende nos presenta su sombra hospitalaria, de muchas confidencias te baré de positaria.
Fue allí donde una tarde, quizás la más dichosa de toda mi existencia, juraste ser mi esposa.
Por eso nuevamente la busca mi desvelo, tomando por testigo la inmensidad del cielo; y así sus verdes ramos cobijarán prolijos mi amor por Caliroe, mi amor para mis hijos.
Pues bien, cuando Dardano dejando Samotracia.
Caliroe. No ves ahi una sombra. Tros. Por Júpiter! Es Placia, la joven de cabellos color de oro fundido.
Ven bacia acá, bija mia.
Placia.
Se ha ido, sí, se ha ido.
Caliroe. Qué son esos lamentos. Qué lienes. Por qué lloras?
Placia.
Tros. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica