156 REPERTORIO AMERICANO Poemas de Gabriela Mistral Envio de la autora, en estos dias con nosotros, La fuga Madre mía, en el sueño anilo, por paisajes cardenosos.
Uo monte negro que se contornea siempre para alcanzar otro y el otro. y tú estás en aquel monte que sigue y siempre existe otro monte redondo que circundar para pagarle el paso al monte de tu gozo y de mi gozo.
Pero a veces tú misma vas haciendo el camino de engaños y de expolio.
Vainos las dos sintiéndonos, sabiéndonos; inas no podemos vernos en los ojos, y no podemos trocarnos palabra, como Orfeo y Euridice en nosotros, las dos cumpliendo un voto o un castigo, las dos con mudos corazones rotos.
no te digo a petitos de arcángeles ni potencias que me hagan arder; no te busco los prados de música donde a tristes pusiste a pacer.
Pero a veces no vas al lado mío: te llevo adentro en un peso angustioso y amoroso a la vez; te llevo como hijo galeoto a padre galeoto, y hay que enhebrar los cerros repetidos sin decir el secreto doloroso, que yo te llevo burtuda ndioses crueles y que vamos al dios que es de nosotras. nunca estamos, nunca nos quedamos como dicen que quedan los gloriosos: delante de su Dios en dos anillos de luz o en dos medallones absortos ersurtadas en un rayo de gloria o acostadas en un calice ile oro.
o te busco y no sabes que te busco, o vas conmigo y no te veo el rostro, o vas en mí, y en conveuio terrible, sin dar caricia ni Aceptarme diálogo, siempre por el rosario de los cerros que cobran sangre por entregar gozo y hacen danzar en torno a cada uno hasta el momento de la sien ardiendo del cascabel de la vieja demencia, o de la trampa en el vórtice rojo.
Tanto tiempo ha que masco tinieblas que la dicha no sé reaprender; tanto tiempo que piso las lavas que olvidaron vellones los pies; tantos años que muerdo el desierto que mi patria se llama la sed.
La oración ya se me ha ennegrecido hierro oscuro que fué brillantez; la oración de colinas divinas se ha raido en la gran aridez, y ahora tengo en la mano una nueva la más seca ofrecida a mi Rey.
escalera de limo por donde ciervo y tórtola, oiste otra vez.
Esta tierra de muchas criaturas me ha llamado y me quiso tener; me toinó cual la madre a su entraña me lo ilí por mujer y por fiel.
Ella bien me ha mecido en sus pechos para bien macerarme después.
Yo no he sido tu fuerte Vicente, confesor de galera soez, besador de la carne perdida con su llanto siguiéndole en grey, aunque le amo inás fuerte que mi alma y en su pecho he tenido sostén.
Mis sentidos perversos no curan una llaga sin se estremecer; mi pie ad ha volteado la cara cuando Lázaro ya es fetidez y mis manos vendaron tanteando, incapaces de amar cuando ven. ni sé ser el otro Francisco. con el rostro en el atardecer, tan sereno de haber escuchado todo mal con su oreja de Abel, corazón desde aquí columpia lo en los coros de Melquisidec.
Yo nací de una carne tajada en el seco riñón de Israel, macaben que da Macabeos. miel de avispa que pasa a hidromiel que há cantado cosiendo sus cerros por cogerte en el grito los pies.
Carilad no mayor que una rosa me ha costado jadeo tener.
Ni perdón es sombría jornada en que miro diez soles caer; mi esperanza es muñón de mí misma que volteo y que ya es rigidez.
Te levanto mi canto rencido con vergüenza de hacer descender tu semblante a este campo de muerte y tu mano mi gran desnudez.
Tú que losa de tumba rompiste como el brote que rompe su puez, ten piedad del que no resucita ya contigo y se va a deshacer con las cosas que a Cristo no tienen y de Cristo no baña la ley. Cielos morados, avergonzados de mi derrota; Capitán vivo y envilecido de mi derrota.
Nuca pisada, ceno pisado de mi derrota; Cuerno enlodado de ciervo noble de mi derrota. New York, nov. 1930.
Viejo leon Tus cabellos ya son blancos también, miedo la dura voz, la boca amén, Tarile se averiguo, tarde se ven, ojos sin resplandor, sorda la sien.
Tanto sa padeció para aprender apagado el fogon, rancia la miel. Francisco de Sales, Dame Tú el acabar de la encina en fogón que no deje la hez; dame Tú el acabar del cela je que su sol hizo y quiso perder; dume el fin la pobre medusa.
que en la arena consuma su bien.
He aprendido un amor que es terrible y que corta mi gozo a cercén; he aprendido el amor de la nada a petito de nunca volvor, voluntad de quedar con la tierra mano a mano y mudez con mudez, despojada de mi propio Padre, rebanada de Jerusalem.
New York, nov, 1930, Nocturno IV Nocturno III Te olvidaste del rostro que hiciste en un valle a una oscura mujer; olvidaste entre todas tus formas sus facciones de ansia y de sed; cabras vivus, vicuñas doradas te cabrieron la triste y la fiel.
Te han tapado mi cara rendida las criaturas que te hacen tropel; te han tapado mis hombros las dunas y mi frente algarrobo y maitén.
Cuantas cosas gloriosas hiciste te ban cubierto a la pobre mujer.
Como Tú me pusiste en la boca la canción por la sola merced; como Tú ine enseñaste este modo de estirarte mi esponja con hiel. yo me pongo a cantar tus olvidos por hacerte la cara volver.
Yo te digo que me has olvidado: pan de tierra que es insipidez, leia triste que sobra en los haces, pez sombrío que afrenta la red.
Yo te digo con otro que hay tiempo do sembrar como el de recoger. No te cobro la inmensa promesa de tu cielo en niveles de mies. Salomon.
Yo no he sido tu Pablo absoluto que creyó para nunca descreer, una brasa violenta cosida de la frente con rayo a los pies.
Yo le quise, le quise el destino, pero yo no lo pude tener.
Brasa breve he llevado en la mano, llama corta ha lamido mi piel.
Viento triyo no vino a ayudarla y blanquea antes de perecer.
Yo no he sido tu Santo Francisco. con su cuerpo en un arco de amén, sostenido entre el cielo y la tierra cual la cresta del amanecer. Francisco de Asis. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica