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REPERTORIO AMERICANO 105 las páginas del libro una tibia ráfaga de amor sublimado en goces suprasens:bles. La nota pagana surca, a trechos, la serena floración de simbo los.
Transparencia. el poema inicial tiene una cristalina dulcedumbre franciscana.
tora. ción poética, hoy exteriorizan jubiloso entusiasma ante estas publicaciones.
DR. HERDOCIA ¿Se populariza el arte de Ribera Chevremont. Toma nuevamente los derroteros de la anteEnfermedades de los ojos, guerra. Rinde el poeta sus erguidas flámulas de avance ante el grito plural de la democracia lec oidos, nariz y garganta Entedemos que la publicación de estos libros Horas de oficina: no constituye una victoria para las derechas del verso. Se trata de una creación marginal, no 10 a 12 de la mañana.
de un canto de palinodia. El poeta ha abierto un y de a de la tarde paréntesis en su obra de fuerte cerebración y de renovado decir para obsequiar a la burguesía literaria con este lindo libro de versos: Los Contiguo al Teatro Variedades Almendros del Paseo de Covadonga todo ingenuidad, todo emoción y este otro de más discutible empeño lírico: La Hora del Orifice.
del nuevo vivir, deleita su espíritu recorriendo el mundo de sueños de su primera edad. Aquellos Anotamos la superioridad de Los Almendros sobre La Hora del Orifice. El primero es árboles del Paseo de Covadonga que miraron un libro, en la dignidad integral del vocablo; el los juegos ingenuos de la infancia. ayer hermasegundo, una compilación de poemas. Es erróneo nos en travesuras son hoy más hermanos en desazón y lágrimas. Viene a la memoria del poellamar libro a cualquiera publicación sin consideta Una larga fiesta de jubila que se vuelve rar el espíritu que la informa y la esencia total de su contenido. Hay ocasiones en que un centristeza. Aquella noble rama que cubría el techo de la casa donde él y sus hermanos cantaron tenar de poemas no forma un libro, en su cabal sentido de unidad espiritual. veces, veinte poem. vieja rama sin flor. La muerte vino a ver una mala canción que nunca más se canta. ya es una mas lo definen maravillosamente. El número de ñana a la abuelita que, con mimo, suavizaba sus poemas es un dato sin importancia. Sólo cuenta bucles. Añora las viejecitas del asilo que tantas el espíritu, la calidad de la inspiración, el tono licosas han visto desde el tiempo español, cuando rico prevaleciente, la uniformidad del enfoque había más alma y más corazón. luego. la temático. Un libro responde a un estado de alma.
Así ocurre en Los Almendros. La exaltación vieja casa solariega; la hermana de los anchos ingenua de la infancia asoma en el rizos de oro; la plazoleta donde las niñas cantainicial poema ban bellos romances en el atardecer; el aljibc y perdura a través de la obra con ritmo vario y emoción pareja. La Hora del Orifice, por el de aquel tiempo quieto, sin afanes, sin voces, contrario, es hija de ánimos dispares. Entre sus sin angustias y aquel os tipos prestigiados de leyenda: el barquillero y el amolador. Así contipoemas no existe parentesco espiritual. Sólo les núa el viaje sentimental del poeta por los rinaproxima la semejanza formal: el libro consta de cones emocionados de la niñez.
cincuenta sonetos de corte clásico. Corrobora La diafanidad del estilo, la sencillez concepnuestra opinión la circunstancia de aparecer en la tual y el delicioso caudal emotivo de estos poeobra, junto a poesías de reciente concepción, algunas escritas en los años mozos de! poeta tal mitas, imprimen a Los Almendros del Paseo de Don Quijote, publicada originalmente en Des.
Covadonga méritos definidos.
file Romántico.
Pajarera En Los Almendros. libros de añoranzas in.
fantiles lógico resulta que la evocación ocupe En Pajarera logra Ribera Chevremont destacada preeminencia entre los estímulos gene: elevación no alcanzada en sus libros anteriores.
radores del contagio lírico. Subraya, en verdad, Comienza a madurar el fruto de la nueva estéuna evocación sin complejidades literarias, sin tica. Gana el verso en hondura. La emoción hiesesgos eruditos; evocación transparente, directa, re cuerdas más sensibles. Un suave misticismo vivificadora de las realidades emotivas de la in panteísta dota las palabras de inusitada gracia.
fancia. El niño se hace hombre y ante la dureza Penetrante ensayo de poesía metafísica, cruza De sangre toda espiritu es mi fuente y sombra de demonio no la empaña.
Venga el que tenga el cántaro. Es para los sedientos este río!
En Vaso interior y Formas errátiles la metáfora adquiere un hondo simbolismo expresional.
Somos dos silencios es uno de sus mejores poemas: penetrante la imagen, bello el decir, musicalizado el ritmo, plenamente lograda la emoción: Somos dos silencios en un solo espíritu; somos dos silencios que trenzan sus ritmos.
Estás en mi sombra dentro de mi mismo, y eres en mi sombra profundo latido.
Puedes tú ser pájaro porque yo soy nido.
El amor, que pone su pátina de luz en los poemas más hondos del libro, no es amor de bastas sensualidades ni de vuelos a flor de carne.
Es amor de exquisiteces quintaesenciadas en filtros de alto lirismo: bella sombra de mujer amada que ha perdido valencias físicas para cobrar sentido espiritual y proyectar su gracia animado. ra en los símbolos poemáticos. Radiosa, ebria de esencias metafísicas, ella alienta en Sol y pájaro, Llama recondita, Manos antiguas, Tu ban rro. Canción de primavera. Minuto de profunda ideación y diáfana palabra traduce una alta inquietud del poeta: Yo quiero un dulce tránsito, no quiero eternidad.
Yo quiero este minuto, humilde tren de paz, esencia de la Vida, que es la ciencia cordial.
Yo quiero este minuto, gránulo sideral, que cae en mi silencio lleno de tu verdad.
Yo quiero un dulce tránsito, No quiero eternidad.
Ribera Chevremont, que en Los Almendros del Paseo de Covadonga cantó al árbol con voces de tan intima emoción, incluye en Pajarera un poema de exquisita ternura Crimen lamentando la muerte de un árbol que alguien ha dejado tendido al borde del sendero. En el poema se confunden gritos de protesta y acentos de elegia: Encarcelad al que ha cortado el árbol.
El árbol tiene alma y es un ser casi humano.
Yo lo he visto reir en primavera con su carga de ramos y teñirse de oro y rosa y ser cosa de fiesta para el pájaro.
Recuerda haberle visto inclinarse para servir de apovo a un árbol flácido y luego levantar al cielo, lleno de humildad y gracia, las manos que buscan luz y huyen del barro. Evoca la tarde de verano en que sus ramas dieron albergue propi. cio al amor: una JOHN KEITH Co. Inc.
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Maquinaria en General James Montley, New York RAMÓN RAMÍREZ JOHN KEITH Socio Gerente Soclo Gerente se unieron nuestras bocas, y sentimos cómo tremaba de contento el árbol. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica