62 REPERTORIO AMERICANO un por este libro. Asturias se recuerda y Dax Daireux, exigia de los escritores triste, Turin donde entre pinos romántoda una infancia entregada a lo prodi hispanoamericanos «que la originalidad ticos, sobre la nieve, paseaban el idilio gioso se anima y se une a las épocas personal del escritor renovara la origi egregio el Príncipe do Piamonte y la desparecidas. Las ciudades mayas antes nalidad de los demás. Asturias, no so princesa María José recién casados; Géde la conquista, las ciudades do los conlamente ha escogido temas de una ori nova con sus palacios antiguos y Nápoquistadores, las antiguas. y las nuevas ginalidad absolutamente nueva, sino tam les. con su Vesubio y panorama encancostumbres se entretejen. Allí, el Maestro bién ha sabido tratarlos con una origi tador. Ayer desde Nápoles con un deseo Almendro de la barba rosada, que renalidad nuy personal. La poesía de su de entrenamiento marítimo, tomamos un parte su alma entre cuatro caminos que, estilo, la riqueza y la pureza de sus vaporcillo ligero que nos condujo a Case marchan hacia las extremidades del imágenes solo pertenecen a él misino. pri y Sorrento. de Capri guardaremos cielo. Allí, el Sombreron que bajo la forRaramente la lengua española había co siempre el recuerdo imborrable de la rrido de una manera tan límpida. Un Grotta azzurra en. costado de la ma de una pelotita tienta un monje piadoso y sabio. Allí, al Cadejo que rootro poeta de la América Central, Rubén isla, una gruta en la que penetramos por ba las trenzas de las mozas. La naDarío, le había logrado todas las nuan un breve boquete de la roca, tanto que ces de un simbolisino desvestido de la lo hicimos tendidos en la estrechísima turaleza entera se anina: el Volcán, los pomposidad y del énfasis que invadían barquilla que lo franqucó. La gruta azul.
árboles, los animales, las aves, revisten el castellano. Miguel Angel Asturias, es un prodigio. Azul, de un azul irreal, misteriosas personalidades. Las antiguas contribuirá a esta evolución de la len. de sueño, de leyenda, lo cs gracias a una ciudades indias se llenan de tumulto de guia, a esta especie de clarificación que hendidura tan baja en la roca que el cerenionias y sacrificios. las ciudades han emprendido los Ventura García Cal agua iluminada desde el fondo, resplande la epopeya colonial se cubren mútua derón; los Zaldumbide, y, además, la en decida, fosforescente, se torna una gran mente alrededor de las iglesias para riquecerá de resonancias preciosas. Su ågata de fulgor quimérico. Urios muguardarse mejor de los diablos y del libro es desde todos los puntos de vista, chachos gallardos como diosecillos, por demonio.
una verdadera revelación.
unos céntimos, se sumergen en la plata líquida y transparente de aquel agua Georges Pillement azul y en su hondura, ahilados, estatuarios, plateados, ágiles y bellos parece que (La Revue Européene. Paris; números 5, y 7; mayo, junio, julio; páginas 633 639. De las Leyendas de Guatemala tenemos fueran a quedar prisioneros en el cristal ejemplares disponibles. 3. 50 cada uno.
marino, como en un pisapapeles colosal.
Capri huele a azahar y por doquier orquestas de guitarra y citaras tocan la Un express sobre las olas romanza de Santa Lucía. Italia nos sugiere remembranzas inefables. Envio del Lic. Alejandro Alvarado Quirós Pero pasado el estrecho se va borrando: Europa; la vida de a bordo nos va ga. La salida de un trasatlántico sugiere, el argumento. Eļ director del film no nando y además nos enfrontamos con el un gran hotel que se desplaza.
olvida captar una ola brava que os com Océano gris, verdoso, hosco, jaspeado conoEs la impresión exacta, al subir al plete la marina ilusión, mejor dicho, sin una serpentina de flojas mayas de esConte Biancamano por la escalerilla al ella olvidaríais que estaban en el mar. pumà. El Atlántico nos hace pagar el fombrada con grandes letras que anun es que son tan seguros estos palacios. tributo al mareo. Por fortuna es leve y cian el Lloyd; un enorme hotel de via se inueven tan poco no obstante ir vir nos permite reintegrarnos a la grata jeros que se trasladara en masa. tiginiosos y abundan en ellos tantos vida de a bordo. En un hermoso barco Estamos en Nápoles. La gran mole mármoles y bronces; arañas sutiles de como éste, es deliciosa. Levantados temnegra y blanca del flotante palacio pa cristal y pesadas columnas en magnos prano, suele uno irse de paseo al puente, rece que llena el puerto. El hormigueo salones que no viendo el mar creeríamos. o si el día esta bueno, a la cubierta en de gentes en torno del buque; la ani hallarnos en cualquier gran hotel con donde hay varios juegos propios del va. mación en la cubierta amplísima donde sólidos cimientos en la tierra. Si pene por: una especie de tennis con pelota de en confuso desorden se acumulan los tráis en el hall, en el comedor, en la trapo u otro juego semejante al croquet.
pasajeros de primera y de segunda; el an sala de concierto, aún en vuestro ca las once el caldo, a las doce el alcho resoplido de la sirena anunciando marate con su cuarto de baño encanta muerzo, en el comedor o sobre cubierta, la salida; los adioses postreros en los dor, evidentemente la ilusión marina se como queráis. Con buen acuerdo al conque sorprendemos lo patético y lo cor esfuma, se aminora, casi desaparece. El cierto se aplaza a la sobremesa para detés, el pañuelo agitado elegantemente mar pierde importancia, como si fuese dicar cuanta atención inerece el suculento como marina ala o el que se acerca a sólo un tei soraso sin abismos, con li banquete. la tarde podéis oír música los ojos arrasados en llanto. una anciana geros encajes de albas espumas jugue y ver cines. la radio os tiene al tanto dama enlutada solloza a nuestro lado; tonas y acariciantes.
de noticias, y a la noche os sorprende unos ingleses con gorras blancas, que Cuando dejamos Nápoles nos asalta el el salón poblado de damas elegantes y se estrechan las manos en serio shake temor al mareo. El día. es espléndido. de caballeros de smoking, sel baile es hand y se hacen las últimas recomen El Mediterráneo azul y encalmado, bajo como el de cualquier Palace cosmopo daciones de negocios.
la cúpula de un cielo magnífico sin más lita.
Entre tanto, el barco, como una bes que unas nubecillas almohadilladas, blan ¿Es esta toda la vida del gran erpress tia poderosa y mansa que consciente de cas, resplandecientes y benignas hacia el que nos aproxima a New York? No.
su poder temiera hacer daño tal dice sur, nos indultan de él. Así, pues, goza Permitidme que os cuente de tres aniPurkin se empieza a mover y se des mos del hechizo. del mar, mirando la guitas mías las amistades se traban liza al fin, lento y dócil, tras los remol estola profunda de revueltas esmeraldas pronto por la necesidad de hacernos una cadores que lo conducen a alta mar.
desde la cubierta. La calidad del agua «sociedad» en lạ fugaz travesía. que son Dentro del hermoso trasatlántico co de alta mar, y sus olas en pesadas masas vecinas nuestras de cubierta. Junto a ini mienza la vida. En general pocos pue poderosas nos devuelven el respeto hacia silla de extensión está la de Eiling: es den darse el placer de hacer un viaje el Océano. Es prodigioso como, perdido una nena americana de diez años, rubia, en un express de lujo, sobre las olas, el puerto, lejos de la costa, el barco intensamente pálida por el marco perpero casi todos habréis sentido la su gigantesco se empequeñece. En la des tinaz. En estos días do Atlántico fuerte.
prema sugestión de él. Quizás lo cono nudez de esta planicie iufinita el Glorioso ver las olas, oír el zumbido marino me céis, a retazos, por las películas donde Conte se torna in juguete minúsculo. hizo reposar muchas horas, tendida en la heroína o el héroe, una Greta Garbo Sentimos una impresión física de cal. mi colchoneta, envuelta en mi manta, o un John Barrymore cruzan por los ma, de honda placidez que nos invita sobre cubierta. Hacía frío. Con frecuenanchos pasillos o plácidamente conversan a recordar poéticamente a Italia, el país cia el salobre de las espumas ligeras nog en sus sillas de cubierta, o diabólicamente que dejamos. Roma en la exuberancia humedecía los labios. Eiling. solita, flirtean en un regio salón para enredar primaveral, Venecia, Milán, Bolonia la los ojos cerrados, la faz angustiada, dor Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica