62 REPERTORIO AMERICANO Dos baladas. Envío, del autor La balada de los oídos encantados La balada del pobre loco que andaba buscando Franciscos (Oyendo Jicarita, de Guty Cárdenas. Son malos estos buenos, malos, malos, de boca, como la desalmada boca del tiburón, En esta casa, lejos de los hombres peores para que sicte veces temblando, viva, loca que el de rojas historias, clásico jabalí, nuestra vida: Los gritos. Asesino. Ladrón!
con estos mis dormidos amigos de colores bajos y un silencioso buen olor de alheli ;on las únicas voces que oímos, en la ciega tiniebla, donde Hamlet se burla del amor; La novia de mi amigo pone los discos, ella y mi alma sicte veces temblorosa, navega.
es una jicarita de colores pintada, busca, busca, busca, de babor a estribor asi; con su guitarra divinamente bella. qué se hiceron las patrias. dónde están los Franciscos?
en el magno silencio de su voz encantada, ise acabó la dulzura más dulce que la miel. ahora jabalíes de lujosos mordiscos, Guty Cárdenas resa: la más encantadora, juegan con dados rojos la túnica de Abel.
entre todas las voces: la flor de la canción; Hoy en todos los juegos, ha cogido la mano y nosotros oyendo, renacemos: ahora el Lobo. Dios nos guarde. Pobre Caperucita!
es hora de primicias y de recolección.
Yrico de silencios, el rumor soberano de mi corazón, llora con nostalgia infinita. Es hora de hacer versos de color, empapados, en lus de soñadoras nostalgias, para mi, Invenible, te has hecho! No vendrás. Si vinieras!
Gritando están las almas como los niños. Ven!
como estos mis amigos ingenuos y encantados, encillos y olorosos con olor de alheli. Ven. Veri! todas nuestras vidas aventureras hallarán su camino de alegrías. mén!
Pallais, pbro.
Brujas de Flandes, de julio de 1931.
que me deces cardenales los de aquellos tiempos. Manuel, ni más ni menos. dijo el jo los discos que vendía Piza. Lo ¡Imaginarse estable la tierra e incorrupti. ven que me llamaba maestro, y escanció. volvió el hilo de mi disertación.
ble el sol. Se quiere sobriedad. Nada aprendió de medicina Galileo por. Orden, orden! Estábamos en Pisa. Han de saber sus excelencias, dije, que se pasaba la vida estudiando matemá En la torre inclinada.
agarrándome del mostrador. que el padre ticas. Les digo, ésa es embriaguez. Sólo Reverentemente inclinada ante su sade Galileo era hombre que ejecutaba mara la mujer es embriaguez mayor y mejor. biduría, maestro.
villosamente en el laud. Además, era un Se impuso otra copa, a propósito de la Inclinada, amigo, como para recibir matemático insigne. Un gran matemático. mujer y de la embriaguez. Se brindó por la coz que le prometo si vuelve a interrumLas matemáticas no servían para nada. Lo Manuel. Yo insistía en Galileo.
pir.
juro por Dios. Ésa es embriaguez, mis que. Sin recibirse salió de Pisa Galileo. Flo Juro escucharle con religiosa atención.
ridos amigos: música y matemáticas. las rencia. Gran lugar. Aduló el gran duque. Scho! Se trataba de que Galileo de. vueltas que da el mísero planeta, las danzas y obtuvo hueso. Enseñó Galileo en Pisa. cía que dos pesas iguales dejadas caer al que baila! No, no, dijo el honrado Vin Decía algo Galileo; le replicaban. No puede msmo tiempo llegarían al suelo al mismo cenzio, Gali. hijito mío, estudia algo prác ser. Preguntaba: Per ché, carissimo? Per tiempo también. Aristóteles había dicho tico. Ja, ja, ja!;Las matemáticas no eran ché, reverendissimo? Le contestaban. Por. que no, que la de mayor peso caería primecosa práctica!
que ipse dixit. Ja, ja, ja!¿Sabéis qué es ipse ro. nadie se le había ocurrido hacer el Les cayó en gracia el chile a mis amigos; dixit. Es la autoridad de Aristóteles evo experimento. La cosa es tan sencilla que amigos de Manuel. brindamos por las: cada por los escolásticos de antaño. lpse no merece, al parecer, poner en ello atención matemáticas.
dixit! Galileo dijo: Probémoslo. En Pisa ninguna. Galileo dejó caer las dos pesas Señores, justo es y bello que después hay una torre famosa.
ante numeroso público. demostró tener de siglos de olvido, brindemos por Andrea Sí, maestro. La torre inclinada. la razón. Con esas pesas, señores, cayó en Cesalpino, maestro de medicina de Galileo cuenta usted, o cuento yo. excla tierra también el oscurantismo. Abajo el en la Universidad de Pisa, que nada le pudo mé irritado.
ipse dixit! Hay que demostrar las cosas.
enseñar a su discípulo. No, no; cuente usted!
Bufaron los ipsedixistas. Ese fue el peBrindamos. de nuevo el nombre de En Pisa hay una famosa torre, incli cado de Galilco. No fue contra las SagraManuel flotó en las copas. la tierra se nada, como dice este pequeño. La torre das Escrituras, fue contra la autoridad del guía su danza vertiginosa.
inclinada.
inocente Aristóteles, Aristóteles, amigos. Si hacen un momento de silencio, en propósito, maestro, interrumpió de un viejo.
señal de respeto, les diré: el padre de Ga nuevo el mozalbete manuelista. no cree Todo fue decir yo viejo para que, como lileo escribió tratados sobre la música. usted que a Manuel le convendría tomar evocados por el diablo, irrumpieran unos en uno de ellos dice: Paréceme que quienes la Torre del Oro como sucursal del Club. señorones llegados en auto con la noticia en prueba de cualquier aserto dependen ex Castrista, con carte blanche para los inti de que don León y don Alberto habían caelusivamente de la autoridad, sin aducir mos como nosotros?
pitulado. Me parecieron ipsedixistas vuelargumento ninguno en su favor, obran ab Me encantó la ocurrencia. La celebramos. tos a nacer. Hablaban del viejo como capaz surdamente. Yo, al contrario, deseo tener Las botellas se acaban con una rapidez de rosolver todo problema por la magia de. holgura para preguntar y libertad para res asombrosa en cuanto comienza la lucha elec aforismos jamás comprobados. Me enarponder a las preguntas que se me hagan, toral. Cualquiera diría que encogen de vo decí. Me acordé de Galileo. Me acordé, sin adulación de ningún género, como con Jumen. Sería necesario ser otro Galileo para lectura reciente, de su Diálogo acerca de.
viene a quienes buscan la verdad. El chico averiguar este fenómeno de guarostática. los dos sistemas del mundo. Allí Salviati se amamantó con esa doctrina.
Se habló y se habló. Hasta de la venta de (Pasa a la ultima pagina. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica