Private Property

210 REPERTORIO AMERICANO cubriéndonos a nosotros mismos, lo que urge; virtud más que en sus escasas ropas, puro como voces jubilosas: Ilijo mío: he tenido quemados y contra lo cual nos empeñamos, buenos fueran un copo de nieve, inmaculado como vellón de calos, santos para que te sacasen en bien de esta los congresos anuales de Lorimer, o el superior britillo no nacido. Unos van enseñándose, para amargura. Murió al fin la buena anciana, dede Hegel, o el Areopago de Blüntschli. En 1873 que sepan de ellos; y él escondiéndose, para que jando, más que huérfano, viudo al casto hijo, escucha ansioso las solemnes voces de Calvo, Pie no le vean. Su modestia no es hipócrita, sino que en sus horas de plática o estudio, como rorantoni, Lorimer, Mancini, juntos para pensar pudorosa; no es mucho decir que fue de virgen mano entre sus lares, envuelto en su ancha capa, en la manera de ir arrancando cantidad de fiera su decoro y se erguía, cuando lo creía en riesgo, reclinado en su vetusto taburete, revolviendo, al hombre. cuán bien hubiera estado Cecilio cual virgen ofendida. Lo que yo digo, perdu como si tejiese ideas, sus dedos impacientes, haAcosta entre ellos! De estos problemas, todos ra. Respétese mi juicio, porque es el que blaba de altas cosas, a la margen de aquella mislos cuenta como suyos, y se mueve en ellos y en tengo de buena fe. Su frente era una bóveda; ma mesa, con su altarcillo de hoja doble, y el sus menores detalles con singular holgura. De sus ojos, luz ingenua; su boca, una sonrisa. Era Cristo en el fondo, y ambas hojas pintadas, y telégrafos, de correos, de sistema métrico, de en vano volverle y revolverle; no se veían man la luz entre ambas, coronando el conjunto, a ambulancias, de propiedad privada: de tanto chas de lodo. Descuidaba el traje. externo, por este lado y aquel de las paredes, de estampas de sabe y en todo da atinado patecer y voto propio. que daba todo su celo al interior; y el calor, Jesús y de María, que fueron regocijo, fe. y En espíritu asiste a los congresos donde tales abundancia y lujo de alma le eran más caros empleo de la noble señora, a cuya muerte, en asuntos, de universal provecho, se debaten; y que el abrigo y el fausto del cuerpo. Compró carta que pone pasmo por lo profunda y reveen el de Zurich, palpitante y celoso está él en su ciencia a costa de su fortuna; si se es hon rencia por lo tierna, pensó cosas excelsas el Query mente, con el Instituto de Derecho Internacional, rado y se nace pobre, no hay tiempo para ser hijo, en respuesta a otras conmovedoras que le nacido a quebrar fusiles, aniparar derechos y ha sabio y ser rico. Cuánta batalla ganada supone escribió, en son de pésame, Riera Aguinagalde.
cer paces. Bien puede Cecilio hacer sus versos, la riqueza! y cuánto decoro perdido! y cuán No concibió cosa pequeña, ni comparación de aquellos muy galanos, y muy honrados, y muy tas tristezas de la virtud y triunfos del mal ge mezquina, ni oficio bajo de la mente, ni se ensentidos que él hacía; que, luego de pergeñar un nio! y cómo, si se parte una moneda, se halla celala del ajeno mérito, antes se daba prisa a madrigal, recortar una lira o atildar un serven amargo, y tenebroso, y gemidor su seno! él enaltecerlo y publicarlo. Andaba buscando tesio, abre a Lastarría, relee a Bello, estudia a le espantaban estas recias lides, reñidas en la quien valiese, para decir por todas partes bien Arosemena. La belleza es su premio y su reposo; sombra; deseaba la holgura, mas por cauces cla de él. Para Cecilio Acosta, un bravo era un mas la fuerza, su empleo.
ros; se placía en los combates, mas no en esos Cid; un orador, un Demóstenes; un buen preY cómo alternaba Acosta estas tareas y de de yanidades ruines o intereses sórdidos, que lado, un San Ambrosio. Su timidez era igual lo sencillo sacaba vigor para lo enérgico. cómo, espantan el alma, sino en esos torneos de inteli a su generosidad; era él un padre de la Iglesia, en vez de darse al culto seco de un aspecto del gencia, en que se saca en el asta de la lanza una por lo que entrañaba a ella. Sabía de sus leyes hombre, ni agigantaba su razón a expensas del verdad luciente, y se la rinde, trémulo de jubilo, y aconsejaba a sus prohombres; y parecía corsentimiento, ni hinchaba éste con peligro de aqué. debajo de los balcones de la patria! El era dero atribulado, sorprendido en la paz de la lla, sino que con las lágrimas génerosas que las homlıre de discusión, no de polémica estéril y majada por voz que hiere y truena, cuando endesventuras de los poetas o de sus seres ficticios deshonrosa con quien no ama la verdad, ni lleva traba por sus puertas y rozaba los lirios de su le arrancaban, suavizaba los recios pergaminos puesto el manto del decoro. Cuando imagina patio con la fulgente túnica de seda un ancian)
en que escribe el derecho sus anales! Ya se er dor. iqué vario y fácil! como que no abusaba arzobispo.
guía con Esquilo y braceaba como Prometeo para de las imaginaciones y las tomaba de la natura Visto de cerca ¡era tan humilde! sus palabras, estrujar al buitre; ya lloraba con Shakespeare Jeza, le salían vivas y sólidas. Cuando enojado, que con ser tantas, que se rompían unas contra y veía su alcoba sembrada de las flores de la tris ¡qué expresivo! su enojo es dantesco; sano, pero otras, como aguas de torrente, eran menos a te Ofelia; ya se veía cubierto de lepra como Job, fiero; no es el áspero de la ira, sino el magna bundantes que sus ideas, daban a su habla apay se apretaba la cintura, porque su cuerpo, como nimo de la indigmación. Cuanto decía en su de riencia de defecto físico, que le venía de exceso junco que derriba el viento fuerte, era caverna sagravio llevaba señalado su candor; que pare y hacia tartamudez la sobra de dicción. Aun, estrecha para eco de la voz de Dios, que se sien cía, cuando se enojaba, como que pidiese excusa visto de lejos. era tan imponente! su desenvoltá en la tormenta, le conoce y le habla; ya le exal de su enojo. en calma como en batalla iqué tura y donaire cautivaban y su visión de lo futa y acalora Victor Hugo, que renueva aquella abundancia. qué desborde de ideas, robustas turo entusiasmala y encendía. Consolaba el lengua encendida y terrible que habló Jehová todas. qué riqueza de palabras galanas y ma espíritu su pureza; seducía el oído su lenguaje; al hijo de Edom.
cizas. qué rebose de verbos! Todo el proceso iqué fortuna ser niño siendo viejo! esa es la coEsta lectura varia y copiosísima; aquel mirar de la acción está en la serie de ellos, en que rona y la sanidad de la vejez. Él tenía la prede frente, y con ojos propios, en la naturaleza, siempre el que sigue magnifica y auxilia al que cisión de la lengua inglesa, la elegancia de la. que todo lo enseña, aquel rehuir el juicio ajeno, antecede. En su estilo se ve cómo desnuda la italiana, la majestad de la española. Republien cuanto no estuviese confirmado en la compa armazón de los sucesos, y a los obreros traba cano, fue justo con los monarcas; americano ración del objeto juzgado con el juicio; aquella jando por entre los andamios; se estima la fuer vehementísimo, al punto de enojarse cuando se independencia provechosa, que no le hacia siervo, za de cada brazo, el eco de cada golpe, la intima le hablaba de partir glorias con tierras que no sino dueño; aquel beber la lengua en sus fuentes causa de cada estremecimiento! mil ascienden fuesen ésta suya de enezuela, dibujaba con un y no en preceptistas autócratas ni en dicciona las voces castizas, no contadas en los dicciona vuelo arrogante de la pluma el paseo imperial, rios presuntuosos, y aquella ingénita dulzura que rios de la Academia, que envió a ésta como en de Bonaparte y vivía en la admiración ardorosa daba a su estilo móvil y tajante todas las gra cumplimiento de sus deberes y en pago de los del extraordinario Garibaldi, que, sobre ser cias femeniles. fueron juntos los elementos de que él tenía por favores. Verdad que él había héroe, tiene un merecimiento singular: serlo en la lengua rica que habló Acosta, que parecía bál leído en sus letras góticas La Danza de la Muerte, su siglo. El era querido en todas partes, que samo, por lo que consolaba; luz, por lo que es y huroneado en los desvanes de Villena, y decía es más que conocido y más difícil. Colombia, clarecía; plegaria, por lo que se humillaba. y ora de coro las Rosas de Juan de Timoneda, o el esa tierra de pensadores, de Acosta tan amada, arroyo ora rio, ora mar desbordado y opulento, entremés de los olivos. Nunca premio fue más le veía con entrañable afecto, como viera al más reflejador de fuegos celestiales. No escribió justo, ni al obsequiado más grato, que ese nom glorioso de sus hijos; Perú, cuya desventura le frase que no fuese sentencia, adjetivo que no fue bramiento de académico con que se agasajó a movió a cólera santa, le leyó ansiosamente, de se resumen, opinión que no fuese texto. Se gusta Cecilio Acosta. Para él era la Academia como Buenos Aires le venian abrumadoras alabanzas.
como un manjar aquel estilo; y asombra aquella novia, y ponía en tenerla alegre su gozo y es En España, como hechos a estas galas, saboreanaturalisima manera de dar casa a lo absoluto y. mero; y no que, como otros, estimase que para ban con deleite su risueño estilo y celebraban forma visible a lo ideal, y de hacer inocente y no desmerecer de su concepto es fuerza cohones con pompaso elogio su fecunda ciencia; el preamable lo grande. Las palabras vulgares se tar los males que a la Península debemos y aún mio de Francia le venia ya por los mares; en embel! ecían en sus labios, por el modo de em. nos roen, y hacer enormes, para agradarla, be Italia era presidente de la Sociedad Filelénica, plearlas. Trozos suyos enteros parecen, sin em neficios efímeros; sino que, sin sacrificarle fer que llamó estupenda a su carta última; el Conbarg flotantes, y no escritos, en el papel en vor americano ni verdad, queria darle lo mejor greso de Literatos le tenía en su seno, el de Aque se leen; o como escritos en las nubes, porque de lo suyo, porque juzgaba que ella le había mericanistas se engalanaba con su nombre; es fuerza subir a ellas para entenderlos; y alli dado más de lo que él merecía, y andaba como acongojado hasta la muerte le escribe Torres están claros. es que, quien desde ellas ve, en amante casto y fino, a quien nada parece bien Caicedo, porque sabe de sus males; luto previo, tre ellas tiene que hablar; hay una especie de para su dama. Cuán justo fue aquel. homenaje como por enfermedad de padre, vistieron por confusión que va irrevocablemente unida, como que le tributó, con ocasión del nombramiento, la Acosta los pueblos que le conocían. él, que señal de altura y fuerza, a una ligitima supe Academia de Ciencias Sociales y Bellas Letras sabía de artes como si hubiera nacido en casa rioridad. Pero iqué modo de vindicar, con su de Caracas. cuán acertadas cosas dijo en su de pintor, y de dramas y comedias como si las sencillo y amplio modo, aquellas elementales habla excelente, del recipiendario, el profundo hubiera tramado y dirigido; él, que preveia la cuestiones que, por sabidas de ellos, aunque igno Rafael Seijas. cuántos lloraron en aquella justa. solución de los problemas confusos de naciones radas del vulgo que debe saberlas, tienen ya a y ternísima fiesta. aquel discurso de Cecilio, lejanas con tal soltura y fuerza que fuera natural menos tratar los publicistas. Otros van por la que es como un vuelo de águila por cumbres! tenerle por hijo de todas aquellas tierras, como vida a caballo, entrando por el estribo de plata iy la procesión de elevadas gentes que le llevó lo era en verdad por el espíritu; él, que en época la fuerte bota, cargada de ancha espuela; y el coreando su nombre, hasta su angosta casa. jy y limites estrechos, ni sujetó su anhelo de sabiiba a pie, como llevado de alas, defendiendo a aquella madrecita llena toda de lágrimas, que duría, ni entrabó o cegó su juicio, ni estimó el indígenas, amparando a pobres, arropado en su salió a los umbrales a abrazarle, y le dijo con colosal oleaje humano por el especial y concreto Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica