REPERTORIO AMERICANO 193 por eso. Un libro de poemas.
dijo en voz baja Soy el capitán de Soder. Si, por eso. Uno se ha vuelvo aqui loco contesto una (Viene de la página 188)
Callaron, el uno sumergido en la mirada del voz ronca Cuidado con él, no sea de los otro. Sabían que estaban debajo de la tierra y de una exclamación. Una exclamación furiosos.
que uno de ellos se quedaria alli para siempre; hecha problema. No conozco dificultad Le empujaron, escalones arriba, hasta el cooian la pesada respiración de los durmientes; artistica mayor, y desde luego no puede rral. El alba teñia de blanco los tejados; por sentían gotear por las paredes el tiempo. Tam resolverla totalmente ningún antiguo encima de los campos, una alondra invisible bién sentian que aún se ocultaban uno del otro, formulario.
subía hacia las estrellas macilentas. Tronaban pero que algo vendría después de las palabras. Zenón, cruel Zenón, Zenón de Elea. los cañones. Restallaba en los tejados, como detrás de la sonrisa, detrás del silencio. exclamaba el mismo Paul Valéry fustas, el fuego estrepitoso de las ametrallaEl prisionero, en cuyo espíritu ya estaban.¿Por qué dojarse hincar en la frente doras.
equilibrados los dos platillos, fué quien, como esa burlona flecha alada que vibra, vuela El capitán vio al. oficial. Un rostro juvenil hombre que era de más espontaneidad, rompió y no acaba de vibrar ni de volar?
que a duras penas se mantenía severo. Su primero el espacio inexplicablemente mudo enmano diestra, enguantada, señalaba el muro tre ambos.
Benjamin Jarnés de una cuadra. ahora quisiera usted saber dijo cómo. Soy el capitán de Soden dijo el capitáilpuede ocurrir que vaya uno a morir sin perder Quisiera dar cuenta de que he libertado esta la alegria.
salvador, se hundían en la grave superficie de noche a un prisionero. Es la fe. dijo quedamente el capitán. aquella faz como una táctil interrogación, cada El teniente le miró sin comprender. Se de ¡Si, es la fe!
vez más perforante. Por fin, el capitán le en. tuvo la marcha, ya que el capitán se negaba Se irguió, de pronto, y en su cara se des tregó las gafas y el casco; le subió el cuello a seguir andando. Una gran detonación se pertaron súbitamente miles de rasgos vitales del capote, cuidadosamente, y le condujo hasta desplomó, como una bóveda, sobre el corral.
apagados.
la escalera. Adelante! grito el teniente. qué Usted no cree prosiguió. ninguno de voAllí la luz resbalaba apenas, con un tenue aguardáis?
sotros cree. Obedecéis, pensáis, aseutis a todo.
brillo, sobre las piedras mojadas; reposaba Un culatazo acertó al capitán. Miró hacia Pero no creéis. En qué ibais a creer? Sólo se como un simbolo luminoso en los peldaños que atrás, ahora ya con ojos turbios, y vio la puede vivir creyendo en el futuro; pero vosotros conduciau a la vida.
muerte. Comprendio. Sus labios iban quedános arrodilláis ante el pasado, Dios, iglesia, pa¡Vete. susurro el capitán. como creiste dose exangües; sentia deseos de gritar. Pero tria, rey y lo demás. Sois como pedruscos en te sea hecho. También sobre mi ha caído un un nuevo culatazo le hirió en el costado. No un bosque floreciente. Somos los más viejosresplandor. ti te lo debo.
tenia tiempo para defenderse, porque la condecis desde el principio. Pero no sabéis que El prisionero se apoyó en la pared. Parecía ciencia de su situación derrumbábase sobre el la raiz al crecer hace saltar las mismas piedras.
como si le costase trabajo sostenerse en pie. conio una pared en ruinas. Ya debia de ver, las raíces están creciendo. No lo sabiais. Por qué hace usted esto. preguntó. al través del polvo, el motivo, el propósito, la El bosque también crece. costa de sangre. Para que los nuevos cántaros puedan sacar evidencia. Lo que sucedió era comprensible; a mi pesar. pero crece. Os cubrirá el musgo agua contesto el capitán. Sólo merece vivir una cosa de error, de prisa, de apariencia.
y el silencio, y el olvido. El hombre está de la fe. El vaso que la contiene. No lo olvides. Pero. por qué sucedió. Cuál era la mano nuevo sobre la tierra, ccomprendes? No el noSe estrecharon las manos, y quedó solo el que lo permitia? Eso es lo que había que comble, no el señor, no el propietario. El hombre, capitán, Aquello era la puerta. Luego, el pa prender. El hombre podia equivocarse, pero el honbre solo. Lo ha desenterrado la guerra, sillo. Los tacones del centinela se hincaron Dios no debía equivocarse, no debía jugar, y ya comenzó a andar. Aún tropieza, aún baljuntos en el suelo. Dos pies humanos, pero De repente se transfiguró su rostro. Sin bucea. Pero sigue andando. Sobre las piedras, el destino estaba pendiente de ellos. Silencio, transición, quedo tranquilo, diáfano, lleno de sobre los palacios, sobre los templos. sigue, un silencio que descendía sobre la cueva, so paz. No solamente comprendía lo de hoy, sino y sigue.
bre la casa, sobre la tierra.
también lo de ayer. No lo había querido, pero Resplandeció su cara en la del capitán, como los cascos del caballo, lentos y causados. Dios lo había querido. Habia querido jugar un una llama, hasta que lentamente se fué en Hierro que choca con la piedra. La carretera. juego atrevido e ingenioso. Con la derecha friando, se apagó. Se estiro en el camastro, La libertad, la salvación.
había desparramado el tesoro, pero en la iz.
plegó las manos bajo nica, y cerró los ojos. El capitán volvió al camastro de paja. Apagó quierda había tenido la llave del cofre. ahora. Cristo? preguntó el capitán, transcurri la luz, y alli permaneció, cruzadas las manos Dios abría la izquierda y arrojaba la llave para do algún rato, y en voz baja. Por qué dijiste sobre el pecho. No iba a ser fácil. El consejo que se desparrainase con el resto.
eso de Cristo?
de guerra. Probablemente, los médicos le Era justo. Una justicia dura, formidable. Él. Los arrojó del templo contestó el prisio darian por loco. La deshonra. El escarnio. sólo había querido empezar, pero Dios quiso nero. Quería que se llenaran los nuevos cán La expulsión. El padre y los hermanos. terminarlo. No le creerian, no tenía nada, nintaros y que se rompiesen los viejos. Era la raíz Pero aquello acabaria alguna vez, y, enton guna prueba. ellos no tenían tiempo, ni proque hace saltar la piedra. o creéis que se de ces, seria minero, labriego. a olvidar, a pensión a creer en milagros. Con lo grave, jaria sacrificar nuevamente?
comenzar de nuevo, a los pies de Cristo. Si. con lo malo y penoso, querian acabar cuanto Asintió el capitán. Ahora su faz aparecia Eso era posible. Cristóbal de Soden. Si. antes. él mismo ya no queria que creyesen.
clara, jubilusa.
Cristobal habia llevado la carga, la carga de. La voluntad divina. pensaba. Es volun ¿Quién de nosotros dos merece vivir? pre Dios, por el rio del tiempo pretérito. tad divina que los cántaros viejos se rompati.
guntó, sonriendo.
Oia un, estrepitoso rodar de camiones, voces Lo advertirá. i, investigarán, tratarán de ocul La fe contestó el prisionero sin vacilarde mando, batir de puertas, pasos precipitados. tarlo, pero la débil luz de mi muerte no se Ni el capitán ni el minero. Solo aquel vaso Resono un clarín insolito, apremiante, en me. dejará cxtinguir. Arderá. Arderá la fe. Un que rebose fe.
dio de la noche.
hombre. encenderá otro hombre. él ca.
El capitán llegó hasta el pie de la escalera, Alarma.
balga. cabalga todavia. se detuvo allí un rato escuchando y, al volver. Es el relevo penso. Pero el cabalga, Se arrancó la venda de los ojos, y vio cómo se desabrochs el uniforme.
ya lejos, con la frente hundida en las estrellas. la luz blanca del amanecer se tenía de rojo. Debes darte prisa dijo El caballo está canta. Seguramente camina cantando algo Leyó el pasaje biblico por donde había coa la izquierda, al salir del portal. Las riendas salvaje, algo viril, magnifico: la canción del menzado: unas negras, unas solemnes letras están sin atar, sólo rodeadas al poste. Monta. bosque y del hombre. Como creímos, nos sea sobre una superficie planca. el extraño nomLlega hasta la colina de esta mañana, después hecho. Amén.
bre de la ciudad de Galilea donde había sucetuerces hacia el norte. Conoces la estrella Se había quedado dormido, cuando lo saca dido aquello tan prodigioso, tan bello, que conpolar? La consigna es Helgoland. No lo olvides. ron a rastras de la yacija. Cascos de hierro, servaba su vigor al través de dos mil años.
El prisionero obedeció sin vacilar; su rostro cañones de fusil, caras rigidas. Sus ojos, sin Después cayó de bruces, sobre su frente se transfiguraba. Había empalidecido, como si gafas, percibían apenas un rasplandor movedizo clara, sostenido por los cadáveres de los otros.
temiera más la vida que la muerte. mientras y denso de presagios. No tardó en despertarse Sus manos yaclan sobre la hierba, tranquilas, cambiaba de traje, prenda a prenda, con el por completo. Sintió un poco de frío. solemnes, como abiertas sobre el pano de un capitán. en lo que cada movimiento de los. Quisiera que me condujeran al oficial. púlpito.
suyos parecía meditado y sin prisa. no se apartaban sus ojos del rostro risueño de su Ernst Wiechert. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium la Universidad Nacional, Costa Rica