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REPERTORIO AMERICANO 185 El retorno de Unamuno Paris, Hendaya, Salamanca De La Voz Madrid.
Pregunta, por Damaria nido a escucharle? En esta noche de Hendaya como en ciertas tardes de Salamanca y algunas horas do Madrid, a nosotros nos complace profundamente la situación del que escucha. Henos venido a oir, a saber. Si nos permitimos interrumpir al maestro no es por ánimo contradictorio, sino por apetencia de variedad en su discurso. Por admítase la gráfica expresión tirarle de la lengua. Unamuno no nos defrauda. De todo y de todos nos habla con su verbo vigoroso y inordaz.
Con su estilo. Porque Unamuno cuando habla escribe. El mismo vocabulario en su conversación que en sus obras: la frase contundente, el adjetivo recio, la metáfora ígnea.
En un momento hare Unamuno varios retratos políticos. qué retratos! como de un Velázquez caricatural. De la política pasamos a la literatura. Don Miguel coa fiesa su predilección por el teatro. surge el tema de París.
Vuelve Unamuno. Enteramente. En cuerpo y alma. Porque su ausencia no privó nunca a los españoles de su espíritu. Tal es la virtud de los grandes hombres, de los Cides de la acción y del pensamiento: la presencia moral. Don Miguel, desterrado forzoso al principio y después expatriado voluntario, no estuvo nunca fuera, ni aun lejos, de sus compatriotas inteligentes y sensibles. Seguían éstos al pensador en su exilio con el recuerdo, con la idea, con la imagen. Pensaban en Unamuno. pensar en una persona es tanto omo ririrla en nosotros, dentro de nosotros y para nosotros. De cuantos españoles alejó de España la Dictadura ninguno interesaba como Miguel. Era el español más íntegro entre los desterrados y el más universal, y el más representativo de los españoles nueros.
Nenor en extensión que la de Blasco Ibáñez, su fama era más intensa y más pura que la del grau novelista, en la que no faltaba nunca el reclamo industrial.
Como nadie ignora, el exilio de Unamuno se compone de tres etapas que transcurren en un islote, en una metrópoli y en una ciudad del Pirineo: Lanzarote, Paris y Hendaya. Llegado a Francia, Don Miguel se instala en París. Pero no se acostumbra, no se hace a París. Le parece pequeño, le oprime. Ha tomado una liabitación en un hotel relativamente céntrico. Acude a las tertulias artísticas y políticas de Montparnasse. Va a los museos y las bibliotecas. Alguna vez al teatro. Recibe visitas. Hace un viaje triunfal a Bélgica. Aparece una tarde entre los oradores franceses, italianos, rusos, yanquis y británicos que conmemoran, en la sala inmensa del Trocadero, la muerte de Jaurés. Miles de manos se reúnen para aplaudirle. Don Miguel es ovacionado. Su nombre aparece en los periódicos. Sus libros se traducen. Sus artículos se comentan. Don Miguel, sin proponérselo, ha destacado su figura en París.
No obstante, un día toma el tren para trasladarse a Hendaya. No le gusta Paris Unamuno. mí me desterraron lejos de España por estar con el corazón cerca de España. Qué les pasará a los que hacian lo contrario?
Carta del Sr. Jiménez de Asúa al Sr. Unamuno Maestro: lloy, tras largos años de exilio, pisa tierra española. Esta tierra que con frase vuestra, emocionada y exacta, siente más como padre que como hijo. España, maestro, la España del concepto cicil, la de ansias acongojadas, la de espíritu encendido, la que sueña con los ojos arrasados de tiernas lágrimas en un porvenir de inmerliata liberación es vuestra, porque la habéis forjado con la austera conducta, con las palabras rudas de vuestra voz grave, con ruestra pluma, que unas veces lanzaba condenaciones apocalipticas contra los fariseos y otras llegaban a nosotros empapadas en lágrimas de nostalgia, en profecía de mejores tiempos. Esta España, que es vuestra hija, os saluda estremecida, anhelosa, cuando vuestros nobles pies, al pisarla, la acarician. Yo, maestro, como uno de los hijos de vuestra hija Espara os beso la mano reverentemente os pido vuestra bendición.
Luis Jiménez de Asúa (El Sol. Madrid. Por qué no se quedó en París. Cómo ha preferido Hendaya? Unamuno. Verá usted. Yo vivía en un hotel de la rue Washington. algunos habitantes del hotel con quienes hablaba sorprendíanse de mi inadaptación, de lo que yo tardaba en aclimatarmc. No me aclimataré nunca les decía París no me haco gracia, no es para mí, mo aturde y me abruma. Está demasiado compuesto, demasiado aderezado, y hay en él demasiados recuerdos históricos. Me produce la impresión de una gran necrópolis. Me falta en París la. Naturaleza. un caballero francés le sorprendían mis palabras. La Naturaleza. No tenía agua, mucha agria, en el Sena. No había árboles en todos los bulevares y en el Bosque de Bolouia?
Pero yo hablaba de una Naturaleza libre, de una Naturaleza. natural. lo respondi a aquel caballero francés. Yo necesito las montañas, las altas montañas, y no pueden bastarme las colinas de París.
Yo necesito las llanuras, las amplias llanuras, y me ahogo en el vallecito del Sena. Yo necesito el mar. Dónde tienen ustedes el mar? París me resulta monótono y exiguo. sin más explicaciones, un día me marché de París: ciudad inuseo, ciudad sin horizontes para mí. Para mi!
En este para mi reiterado estaba todo Unamuno: espíritu de altura, hombre sediento de infinito. En Hendaya mar y montaña Don Miguel vivió bien. Hondamente, elevadamente. ahora vuelve, sano y ágil, rejuvenecido por el destierro, a su gran horizonte hispano, al centro y clavo de su alma. su Salamanca.
De su inadaptación a París me ha hablado Unamuno. Este verano, al regresar de Francia a España, me detuve en Hendaya. Para visitarlo. Lo encontré en la villa de un amigo, en la parte vieja de Hendaya, no en su chambre del Hotel Broca, próximo a la estación, que él ha convertido en un hotel histórico. Don Viguel había veraneado en la villa con su familia. No lo supe hasta bien entrada la noche una noche de septiembre, pluviosa y ventosa y no creí que pudiera recibirme.
Paso mi tarjeta, me conducen a una sala y Unamuno no tarda en presentarse.
Yo lo recordaba mal. Lo veía en el escenario del Trocadero empequeñecido por las dimensiones del teatro. como envejecido y triste por los sinsabores del destierro. Ahora es de nuevo el Unamuno sólido y vivaz de Salamanca. El Unamuno fuerte y elocuente. El Unamuno absorbente. Porque es sabido quo con él el diálogo es casi imposible. No es diálogo sino inonólogo. Pero 2110 hemos veAlberto insúa hoy a través del Istmo; fuera de esto, que sólo mira a lo exterior, es decir, al escenario en que se desenvuelve el asunto, éste tiene por fundamento el conflicto de supremacía planteado entre las dos razas conquistadoras que se distribuyen la geografía de América; natucalmente, el conflicto se resolvía al fin, ron la construcción del canal, desde luego, a favor del hombre fuerte, audaz y desalınado que para vencer en esa lucha había contado también con un irresistible instrumento de combate. el oro.
Hay que convenir de buen grado en que para la raza pujante y dominadora constituye triunfo eminente e indiscutible el haber realizado una obra que por su magnitud tan sólo para seinidioses se hubiera creido hacedera, allá, en los lejanos tiempos heroicos: espontáneamente surge la analogía entre la construcción del canal y la proeza de Hércules, que desvía a su placer el curso del río Alfco en los doininios de Augias; sin duda la construcción del canal le apareja supremacía al pueblo norteamericano, émulo de Hércules; pero no Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica