214 REPERTORIO AMERICANO de tus pasos, de tus pasos. en tu pálida agonía, me dijiste que vendría tu alma a ver la mi esperanza que fenece en la muda librería donde Sirio se obscurece; tu alma a ver mi desventura, mi ventana, la ciudad de la locura; y en la noche quemadora de la mente, sólo llegan, tristemente, ay, tus pasos. jay, tus pasos!
La ronda de espadas condidas, pero que llevan la vida a áreas Para concluir, repito lo dicho al prininmensas de donde sacan sustento mi cipio: en éste y en mi anterior artículo llones de hombres.
mi propósito es dar los motivos por qué Nada resiento yo tanto como cuando disiento del concepto que a Don Juan oigo aquí a personas mal informadas le merece la munificencia yanqui. No se que no quieren ver en la epopeya de los interpreten, sin embargo, las presentes conquistadores españoles en América otra consideraciones sobre los métodos con cosa que una orgía de codicias, envidias, que Rockefeller hizo sus millones como crueldades y crímenes, y nada mueve más una digresión inútil digna de un muními gratitud que el empeño de un Lum. cipe colombiano; ellas eran indispensamis, por ejemplo, de revelar a los sajo bles a mi objeto de desvirtuar la prenes, dominados a veces por prejuicios de inisa en que funda Don Juan su aseveraza y religión, la grandeza de la obra ración de que la filantropía del magnate realizada por los Corteses, Pizarros y de Pocantico Hills es apenas la expiación Pedrarias. La historia de esos hombres de sus crímenes y de una vida dominada no está dicha toda cuando se ha hecho por el ansia insaciable de riquezas. Ni un recuento de sus faltas. Tampoco la ahora ni antes quise dar juicio definitide los capitanes de la industria amerivo, sobre los procedimientos de este Antes de emitir juicios tan definitivos Trust de petróleo que ha sobrevivido y y recriminatorios como los de Don Juan consolidado su poderío a través de tan diversas experiencias. Tainpoco es prodel Camino, tratemos de ver las cosas a la luz de un criterio desapasionado. piamente con ánimo polémico que aquí llamo la atención de mi contrincante a Puede que así nos formemos una idea quizás menos injusta de dramas económilas páginas do Beard, sino porque creo cos en que, como observa el historiador sinceramente, por lo que he leído de de la Civilización Americana. mentiras, Don Juan del Camino, que es el suyo vulgaridad y una fiera pasión de lucro um espíritu cultivado y curioso que acepuna inteligencia capaz de tará de buen grado toda suerte de refeconstruir inmensas agencias para el serrencias e informes, ya sean en pro o en vicio del público, y a un espíritu filan contra de sus opiniones. Si no estuvietrópico que derrama dinero en planes ra seguro de que hay en su naturaleza caritativos, religiosos, educacionales y algo más que pasión, no perdería el tiemartísticos. po eu ello.
Por las avenidas, de miedo cercadas, brilla en noche de azules oscuros, la ronda de espadas.
cana.
Dnerinen los postigos, las viejas aldabas; y se escuchan borrosas de canes las músicas brayas.
Ya los extramuros y las arruinadas callejuelas, vibrante ha pasado la ronda de espadas.
se unen a en los cafetines que el humo amortaja, al sentirla el tahur de la noche, cierra la baraja.
Mario Sancho Boston, 23 de febrero de 1930, Por las avenidas morunas, talladas, viene lenta, sonora, creciente la ronda de espadas.
Tras las celosías, esperan las damas paladines que traigan e amores las puntas de llamas.
Poesias de José Eguren. De la obra Poeslas. Biblioteca AMAUTA, Lima, 1929 La Tarda Despunta por la rambla amarillenta, donde el puma se acobarda; viene de lágrimas exenta la Tarda.
Bajo los balcones do están encantadas, se detiene con súbito ruido, la ronda de espadas.
Tristísima noche de nubes extrañas: jay; de acero las hojas lucientes se tornan guadañas. Tristísima noche de las encantadas!
La Pensativa Ella, del esqueleto madre, el puente baja, inescuchada; y antes que el rondin ladre a la alborada, lanza ronca carcajada. con sus epitalamios rojos, con sus vacíos ojos su extraña belleza pasa sin ver, por la senda bravía, sin ver que hoy me muero de tristeza y de monotonía.
En los jardines otoñales, bajo palmeras virginales, miré pasar, muda y esquiva la Pensativa.
ciegos libros ignorantes, de la muerte con la esencia están los vasos y ora vienen, ora riman, ora lentos se aproximan unos pasos, unos pasos. Triste noche. baja bruma de arrecida sensación el alma llena: es la hora que me abruma con el vivo despertar de mi honda pena son las doce, la inserena.
Luna llora; viene aquí la muerte, mía, a la estancia de los tristes cielos rasos. cómo llegan con letal melancolía. jay, sus pasos. ay, sus pasos!
Fué de luz tu madrugada. fué dichosa; recorriste, por la senda coloreada todo un sueño en esta vida que es tan triste, todo un sueño en esta vida inconsolada.
Infantil y reidora, noche nunca presintiera, en el sueño tu alma aurora. fué tu senda encantadora!
itu balada tempranera!
y hoy en noche aridecida siento gasos jay, tus pasos. jay, tus pasos! después la puna helada te vió enferma nacarada; y tus risas matinales se volvieron tristes notas musicales; y de Schumann vibraciones, de Chopin tribulaciones diste al piano, con azules lloros lagos, como suenan las canciones Va a la ciudad que duerme parda, por la yerta avenida, y sin vor el dolor distraída, la Tardu.
La ví en azul de la mañana, con su mirada tan lejana; que en el misterio se perdía, de la borrosa celestia.
La ví en rosados barandales donde lucía sus briales; y su faz bella vespertina era un pesar en la neblina.
Noche Es la noche de amargura; qué callada, que dormida!
la ciudad de la locura; la ciudad de los fanales clamorosos, de las vías funerales, la mansión de las señales.
En mi estancia denegrida, mustia, ronca, pavorida, donde duermen los estantes; Luego marchaba silenciosa a la penumbra candorosa; y un triste orgullo la encendía ¿qué pensaría?
Oh, su semblante nacarado con la inocencia y el pecado. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica