REPERTORIO AMERICANO 107 In memoriam Gabriel Miró Miró De Revista de Occidente. Madrid Ob MYT Bigaris Gabriel Miro Caricaturn de Bugaria Un monje de las letras De Carus Carelar. Buenos Aires.
El inagotable espectáculo de la tierra ha dejado de vibrar para Gabriel MiTó. Bajo una espesa lluvia, entre unos grupos de espectadores conmovidos, este maestro de la prosa castellana desapareció por aquella herida abierta en uno de sus paisajes preferidos. Se asomaron al santo cercado. Después la madre siguió sola sobre el fresco y blando herbazal, penetrado de sol, que se esparcía como un riego de luz quietecita, remansada dentro de las amapolas. El ramaje de los cerezos ocultaba a doña Beatriz techándole dulcemente. En la umbría de un rincón vió una losa tendida, grande, afelpada de hierba. Pero el inagotable espectáculo del arte de Gabriel Miró no ha cesado de vibrar para nosotros. Nos queda una obra y un espíritu.
Si recordamos cada fase de la vida terrena de este hombre ejemplar, si recordamos que, durante su permanencia en el mundo, cada momento de Gabriel Miró fué dedicado a un primor artístico de artífice de su obra o de artífice de su propio espíritu, acabaremos por decir que nada de Gabriel Miró hemos perdido, salvo la esperanza en una feliz prolongación de tan precioso esfuerzo, en una feliz multiplicación de una obra ya suficientemente madura, expresiva ya rotundamnente de un hombre, admirable resumen, fruto y regalocon muy pocas más, de una época de laboriosidad fervorosa, de aristocracia mental en marcha, de resurrección y revisión, de vida artística nueva, en fin, de reacción también ante las inválidas. decimonónicas letras españolas. Nada hay en el siglo anterior que pueda compararse con esta prosa. Muy poco en los precedentes. Para la que se produzca en los sucesivos, servirá de difícilmente superable lección. Lección doblo, porque las sugestiones del mundo subartístico, la crónica sobrevenida con sus redobles y la gloriola con sus clarines, nunca llegaron a corroer las firmes calidades líricas de Gabriel Miró; como el escaparate nunca pudo rebajar un milimetro su estatura ética. Cuál es su texto magistral. Cuáles sus preferencias, es decir, su lección Gabriel Miró, el admirable prosista español, viria silenciosamente.
La gente no lo conocía. Su voz no se levantaba en la pena riudosa del café; su figura apacible y melancólica no se perfilaba, con agresiva curiosidad, entre la muchedumbre que asiste a los estrenos. Se hubiera dicho que su vida se deslizaba sobre la realidad de su medio social y de su tiempo, sin que les dieran sus ecos fuertes, sus repercusiones violentas, sin comunicarles ningún reflejo momentáneo de su panorama. Gabriel Miró se habia ausentado, deliberadamente, de esa sonoridad múltiple y de esa coloración vivaz de que necesita, sin embargo, el artista para que su arte no tenga la inmovilidad cansadora de una estampa. Por esto, Gabriel Miró antes que un individuo contemporáneo, me impresiona como una alma de otra edad, que ha venido hacia nosotros por olvido de la muerte. Unicamente en los siglos duros en que el hombre se rerestia de hierro, emprendia los caminos dificiles de guerra y de conquista, se suscitaban esos espiritus abstraidos fatigados, que se recluían en la quietud de un claustro para trazar con pulso lento suntuosas mayúsculas o componer, en la soledad, meditaciones piadosas. Esos monjes amables taciturnos han ainado en su muda beatitud las cosas vagas, sin calor expresivo, sin el arduo latido de la sangre tumultuosa y nos dejaron su misal iluminado, su palida plegaria, musitada en un latin lánguido, el recuerdo desvanecido de su existencia grave y leve a la vez. Gabriel lliri pudo apartarse con idéntica frialdad de los trastornos humanos. Ni el dolor ni el amor turbaron su tranquilo corazón de monje, que buscaba en la palabra la emoción única de sus días. Cultivo la palabra con voluptuosidad minuciosa. asi, con un acento sin fuego, porque rehuyó la delicia de arder en el grande fuego, nos refirió sus historias, nos puso en contacto con su mundo quimérico en que se agitan como sombras sus suares fantasmas. Nos dio, pues, lo que tenia nos lo dio con generosidad y con decoro. Porque la vida de Gabriel Miró se nos impone por su extraordinaria dignidad. Supo senalarse una ruta y seguirla con escrúpulo inflexible. Ello no es fácil. Para lograrlo se requiere adiestrar poderosamente la voluntad, endurecer el carácter, petrificarse en una ruda firmeza. Esto se consique, como lo ha conseguido Miró, pero se renuncia al recio sabor de vivir, de dejarse llevar por lo que da a nuestras horas pequeñas algo que puede repetirlas para los que vendrán después Este buen monje, callado triste, pulió sus piginas con delicada tenacidad. honró el idioma trabajandolo como se trabaja el metal, al llegar su instante, el instante en que se cerraban sus ojos, nada tuvo que reprocharse: su conducta, desnuda de errores magnificos, de caidas envidiables, de arrebatos que traen en sí la eternidad gozada en un minuto, no le reservó la evocación de un grito, el vértigo de la reaparición de una imagen. Era un literato admirable. Le faltó, por su propia decisión, ser un escritor viviente.
Alberto Gerchunoff mejor sabida, de más honda eficacia en las letras venideras? Creó figuras o recreó paisajes, imprimió su huella en héroes o en primorosas estampas de héroes. Heráclito o Zenón? En este choque decisivo entre la efervescencia genial con su envoltura, qué partido tomó. Técnica primorosa o ardiente empuje mental?
El mundo ante sus ojos. era un innumerable diccionario o una rica serie de puntos de apoyo para mover el mismo mundo, para volverlo a edificar?
Sería precipitarse confinar hoy, en unas líneas, la magnífica herencia de Gabriel Miró. Hallarle ahora sus límites, podría parecer una resta, cuando se trata precisamente de todo lo contrario. de querer fijar una suma, totalizar el haz de virtudes para mejor comprenderlas y admirarlas, eliminar posibles vaguedades en torno a lo que es arte cristalino y concreto, sazonado y firme.
Anotemos solamente que estos orbes menudos una página, un capítulo dondo otros prefieren agrupar sucesos, Gabriel Miró prefirió irlos llenando del zumo poético que irradiaba el mismo tema. Zumo sometido a lentas manipulaciones de interior laboratorio, pasado por los alambiques idiomáticos más huranos y precisos. Aún en lo que so nos ofrece como cuento o novela, sería difícil trazar en cada página la linea divisoria entre el poema y el relato, tan trabados están y empapados en la propia irradiación imaginística.
Con Gabriel Miró, la no vela pocas veces se resigna a huronear por las llanuras anecdóticas: prefiere trepar a la cumbre del poema. De un poema, no sintético, no grumo de capitel, sino faja apretada de friso. Una madeja de sucesos se va en ella desenlazando, endureciéndose al contacto del aire. Sus héroes? Funde Gabriel Miró las figuras en estos bajorrelieves, apagando en ellas todo gesto individual desmesurado. Ni un brazo, frenético, so adelanta, ni una cabezą rebelde rompe la plástica armonia. Difícil es señalar al liéroe en un friso; también lo es senalarlo en un libro de Gabriel Miró: tan amasado está con el resto de los seres árboles, ríos, nubes, pája Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica