REPERTORIO AMERICANO 67 Retrato de Bolívar De la obra Indice de la Nueva Poesia Americana, Sociedad de Publicaciones EL INCA. Buenos Aires, ICXXVI Cual sujeto con clavos sobre el potro alazán. da lo mismo que negro o colorado o verde, señor historiadorle contemplo a través de una vidriera de casi un siglo.
Era quizá distinto de cual yo lo veo, pero. era así.
Parecían sus ojos dos inmensos tornillos quo se incrustaban en el aire.
Cierta vez agujereó con su mirada el cielo y miró lo infinito cara a cara. Oh, qué frío. Oh, qué frío de horror debió sentir el pobre dios al ver que atravesaba las paredes de su regio palacio el tornillo de luz de esa mirada!
La fina oreja sabía escuchar, en medio mismo de la algarabía, las silenciosas voces del silencio. Hasta las palabras que no llegaron a ser dichas nunca las oyó aquel oído!
Bolívar Marlera de Amiglietti.
El paso era tan seriamente firme que allá, bajo la tierra, los muertos sentirían, de seguro, sensación semejante a la que los vivos sentimos cuando alguien golpea el suelo con talones de plomo en el piso de arriba.
En la vaina de algún antepasado exiguo molde para un gran proyectofundió un rayo de sol: así su espada que, por el sol, sabía defenderla de la sombra escondida entre las sombras. Con qué hecha estaría la frente de este varón, que un día saltaron chispas de ella?
De tal manera incendió de libertario republicanismo los suramericanos bosques virgenes. la marcha desde las llanuras del Norte hasta los altiplanos del Sur. Cómo pudo conducir sus ejércitos en un tiempo en que la civilización todavía no lo era?
Bajo la omnipotencia de sus pies los Andes, enchufándose en sl mismos, se encogían a extremo de ponerse a nivel con la planicie: por sobre ellos llevaba sus soldados del uno al otro lado de la América ¿La estatura?
No se ha podido precisar; variaba según las emociones de su espiritu.
Unas veces dos metros, otras quinientos, otras. itoda medida hubiese sido corta para medir el tamaño de este hombro cuando pensaba en libertar América. El Océano Pacífico era inanso y discreto.
Así lo hallaron los conquistadores, ique lo diga Balboa!
pero una vez el héroe en sus aguas fué a quitarse los fuegos del verano.
Como se iba adentrando entre las olas, redoblaba el latir su corazón, hasta que de repente todo el océano se llenó de ruido.
Desde entonces el mar, por imitar aquella música, voluptuosa y salvaje, ruge contra la arena de la playa. He ahí el retrato de uno de los dos hombres más grandes de la creación.
He puesto las líneas generales.
Le faltan un poco de retoque, alguna sombra, un plano de luz, un pincelazo donde esté débil el color.
Autorizo a un pintor del año 2021 a que lo acabe. Ah. el otro hombre se llama Jesucristo. Alberto Hidalgo Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica