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REPERTORIO AMERICANO 341 El canto de las Madres He oído un grito en los ámbitos inmensos de la vida.
He creído que un rayo asgaba la seda gris del infinito.
He pensado, mientras el eco de la voz misteriosa agitaba tormentosamente mi sensibilidad, que el viento sacudía con tempestuoso movimiento el seno sonoro del inur o de la fronda, su lirica frente.
He oído un grito: la noche tiembla de gozo inefable bajo el encanto de esa voz; el aire adquiere extraña iluminación y la tierra parece gerininar de ensueños. De quién es ese acento, más suspiro que lamento. De quién es ese canto cristalizado en un grito. De quién es esa evocación, voz de alegría, no de llanto? los ámbitos, recogiendo ini anhelo y mi curiosidad, responden. De in Hombre.
Pero hay una blanda harmonia en el ambiente, ligera como es ligera la brisa; inconsútil como la esencia que se diluye en las cámaras.
Una madre contesta a mi insistente interrogación. es la voz de un niño.
Tú, que cifras la vida, fecunda; Tú, que eres el supremo sinbolo de las generaciones; Tú, que posees la fuerza de crear como un signo providencial; Tú, que encierras en tu sentido la alegría harmoniosa de los nidos; el instinto de los múltiples gérmenes, el poder de los maternos antros del Universo; Tú, madre de hombres, interpretas la voz de tu hijo.
Sí, es un niño que lanza su primer grito de victoria. falta de la sabiduría para dominar el luminoso espacio como el pájaro, su alma primigenia se eleva hacia lo alto en un canto.
Desde el bondadoso regazo de la mare, como un nido de águilas, el niño anuncia al Destino su existencia: la Tierra sabe ya la presencia de iin nuevo hijo de la inquietud o de la suerte.
La pupila absorta ha recogido la diafunidad del día; la frente desafía como toda altura,. y en su semblante, sin sombras, ha florecido un jardin de sonrisas.
Madre: Tu seno ha sido herido por la pasión de dar; tus brazos se han arqueado como dos alas para recibir una flor; Ella dio a luz seis hijos, jefes de pueblos y amantes de las virtudes tu mirada es una llama y para ponerlo que envuelve al hijo por encima de la muerte, como en un manto, tú lo proteges para darle poder y calor, con las alas de tu gratitud.
como la fraguia da temple argentino Tú lo llamas Hijo mio; al metal.
Tú arrebatas a los Hados Tu caricia este soberano derecho de posesión; puebla de musicales ansias tú lo colocas sobre tu frente la ingenuidad infantil.
como una corona; Tú quisieras levantar tú lo cubres de besos triunfalmente al hijo como en una lluvia de osas; para provocar la cumbre, tú lo estrechas contra tu seno para adornar el cielo, para concentrarlo en ti, para fecundar su alma y cuando se duerine de los primitivos alientos se dijera que lo envuelves de subir.
como una madeja de luz Tu placer no es placer sino orgullo.
en la seda de un sueño.
Tu alegría, Oh! inaterna fuerza.
lleva en sí los signos sacros Oh! magníficos destinos de una conquista: de vigilar las vidas la estrella da luz, la corola ofrenda sus perfumes; como en una religión antigua; de hacerlas ínclitas o puras; el agua regala su frescura de evocar un vuelo de ambiciones evangélicamente; en el hijo; la tierra rompe su propia fibra de participar heroicamente para dar la espiga o el fruto; en sus glorias o en sus martirios.
tú, madre augusta. Madres: Por la excelsa misión, en tu hijo, dignificas a la luz por la obra piadosa, y a la Vida.
Tú dolor de un instante, por vuestra ternura tu martirio y tu queja, y por vuestra fidelidad, tienen una realidad: por vuestro amor, sin par, Dics os hizo fuertes como la tormenta se llaman Hombre.
y delicadas como la flor.
Madre: en tus halagos, Él hizo que germinara en tus arrullos, en tus ansiedades, en tu interior, la plegaria: vuestro ruego es reclamo: en tus afanes, si queréis para vuestros hijos en tus celos, inmortales gajos o la paz, en tus virtudes, Dios os debe de oír.
en tus exigencias, Vosotras, de rodillas, no hay más que una finalidad: sois más altas que las montañas.
la de que tu hijo viva, Vuestras palabras alumbran como el alba la de que sea grande cuando estalla como una rosa como la coluinna o la torre: en las manos del Sol.
la columna es eternidad, la torre puede ser fanal.
Madres grandes, madres heroicas, Tú quieres que tu hijo constituya maires sufridas: el permanente ideal de tu espíritu.
El mundo os debe una galantería Tú quieres que su corazón irradie que puede ser respeto o admiración.
para que tu dulce amor florezca.
Ante el sacrificio de vuestros hijos, sois ejemplares Dar un hijo y verlo hombre: por serenas y estoicas; Dios te colmo ante sus pasajeras o insignes alegrías, del don divino de vivificar.
ofrecéis, como un homenaje, Tú creas; tu preservas, una sonrisa, tú alientas, que es como una constelación.
Para hacer fuerte al hombre, Vosotras presidís, madres austeras, tú lo sustentas.
las humanus orientaciones.
con tu propia sustancia; No lleváis sus destinos tú sustancia es carne, hacia los sordos abisnios de la vida; claridad o pasión.
les enseñáis la sabiduría de ser; Para hacerlo digno de crecer y de exaltarse; de los eternos lauros, en el azul del paisaje tú lo iluminas, despertáis siempre una ilusión atractiva.
Siendo hombres, vosotras, los invitáis a ser dioses: nunca verlos caidos, Parls, 30. Después de haber risitado nunca verlos postrados, los cementerios en donde están sepultados nunca verlos vencidos.
sus hijos muertos en la guerra mundial, Vuestro amor materno el primer grupo de madres saxoamerica no es sólo potencia nas, compuesto por ciento treinta y una, sino iniciación.
salió hoy para Cherburgo, en donde em si la noche de los infortunios barcará en el rapor Presidente Harding los envuelve en su penumbra, para York: derramar Fuestras lágrimas Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica