Civil War

REPERTORIO AMERICANO 349 meda de los árboles, desde donde le gus tocaba en la frente, en la boca y en el fundió en el drama supremo y vengador taba buscar, allá en la lejanía, las letras pecho, mientras cesaba el canto estri de un abrazo homicida.
del alfabeto, que se le antojaban escritas dente y macabro del tecolote, que como con las líneas misteriosas de los caminos. una divinidad implacable y trágica, se Jamás hubiera podido Meregildo, puno Menos inal, que entonces, la botella de escondía en las ramas inmóviles del cetualizar los incidentes de aquella lucha.
guaro que llevaba siempre en su tanate rezo vecino. Ah, cómo le palpitaba el Vagamente se acuerda de que la tranca de vagabundo mercader, le brindaba unos corazón! es que también, se le clavó cayó muchas veces sobre sus carnes titrayos, que Meregildo bebía con avidez, en la conciencia como una espina de rantes y ardorosas; arma que manejaban echando la cabeza para atrás, y abriendo pescado en el galillo el remordimiento las manos traidoras de su mujer, quien los ojos hacia arriba, por donde emigran de que por cumplir con aquel salado defendía con desesperación al amante las nubes a otros cielos, al impulso suprestamista, no pudo pasar a encenderle (aquel Juan Calbak, que estaha dando premo del Ritmo universal.
su candelita al Señor de Chiquilaja. No servicio militar en el pueblo; y con quien. Esta vez, no quiso llenar en el pueblo cabía duda, de que por allí rondaba la se encontraba siempre que salía de viaje, la botella del guaro; porque pensó que muerte. Este presagio siniestro, lo hizo con la cabeza agachada y en la mano tenía que pasar por la casa de Ventura andar con la prisa nerviosa del vian la bayoneta puntiaguda del riflo. que Xicará; aquel natural más pistudo que el dante a quien sorprende la noche y la hubo un instante, en que la sangre, tibia Gobierno; y a quien ahora un año, detempestad!
y pegajosa, le corría por el puño con quo jara empeñada la escritura de su laborcita fué subitánea su parada ante la exapretaba el cuchillito do vaina de cuero, para no sacar al crédito la mercaderia de trañeza infinita de su rancho, que oscuro que solía llevar oculto en una de las las casas de los judíos. os quo se había fijado, que si llegaba con trago, se le y mudo, aparentaba en la vaguedad imbolsas laterales del pantalón; y que por precisa de la hora silente y lunar, la fin, el cuerpo de su enemigo se fué afloenredaban en la cabeza las cuentas de abonos y de intereses, que entre escupisombría silueta de ciertas capillas aban jando en sus brazos, como un costal redas y consejos, le iba haciendo el indio donadas y ruinosas, que había visto en pleto de maíz que se rompe.
ricachón.
algunos camposantos.
Tenía algo del golpe sordo y misterioso de la piedra que se precipita en Nunca se hallaría en tales apuros, si Un murmullo tembloroso de garganel abismo, el ruido del cadáver de aquel Tatita Dios no se hubiera llevado al hoyo tas criminales, salió en seguida por tohombre, que cayó a los pies de Meregildo, al otro Secretario municipal un ladino das las rajaduras de la puerta; la cual asustando a las gallinas, que comenzaron canche, listo y meloso en cuya casa ha se vino al suelo merced al empuje titáa cacarean bía nacido el pobre Meregildo. para nico de Meregildo, cuya furia concentró sobresaltando al chucho, flaco y goloso, como en tiempo de peste; y colmo de males, su señora madre, la sir sus fuerzas de terremoto sobre aquel que parado en mitad del patio, con la vienta humilde, callada y sumisa del obstáculo, que sospechaba de infamescola metida entre las patas de atrás, Secretario, fué aquella indígena, que dos complicidades.
principió a ahullar con el hocico abierto meses después, dijeron los periódicos que Providencial la caida del tanate; porque y levantado hacia aquella Lima, impahabía inuerto de congestión alcohólica, de otro modo, no hubiera logrado im sible y serena de las tragedias de amor; al subir la cuesta y a un lado de la pedir la fuga cobarde de aquel villano y hacia aquel cerezo vecino, en cuyas baranda de hierro que cierra la puerta don Juan, condenado burlador de las tra ramas inmóviles, el tecolote entonaba otra del panteón. Por eso no lo extrañaba, diciones de su raza; y con quien se con vez, su canto de muerte.
que se le juntaran siempre en la memoria como lo estaban en la sangreLisandro Villalobos aquellos dos seres tan buenos ya difuntos, sobre todo, cuando experimentaba la morbosa inquietud de leer, con las pocas letras que él le había enseñado, el misterio de los caminos en la soledad meEl testamento de Sucre ditativa de sus viajes. De Cacela Dunicipal. Quito.
Se apagaba la tarde. Algunos rezagados fulgores vespestinos teñían aún El 30 de setiembre de 1828 Sucre en efecto, llegado a Quito el 30 de setiemde rosa las nubes lejanas, que se torna traba en Quito, de vuelta de Bolivia, bre de 1828, a fines de cuero siguiente, ban de ajenjo al apartarse de la línea trayendo, en premio de los inmensos partía para la acampaña de treinta díass del Poniente, muriendo tras el azul pro servicios que había prestado a la hija que terminó en Tarqui. Vuelto en marzo, fundo de las montañas; el cual iba a menor de Bolívar, un brazo roto y un a fines de noviembro de 1829 emprendesvanecerse en las transparencias mc gran desengaño en el corazón magnani día viaje a Bogotá, para asistir al Contálicas de un pizarra mineral.
mo. Venía el héroe ansioso de reposar greso Admirable. De este viaje no debía La luna rielaba ya sobre la campiña, sus fatigas en el hogar recién formado, volver.
que remedaba la superficie bruñida de en el que, en ese día, había de enconHistoriador hay que asegura que Suuna enorme lámina de plata. Un puñado trarse por la primera vez con la esposa cre tuvo aviso. días antes de su partida, de retazos extraviados de un son, resig a quien había unido sus destinos cinco por un anónimo arrojado por una vennado y melancólico, le llegaba de una meses antes, por poderes, el 20 de Abril, marimba que lloraba en la distancia; y cuando apenas habían transcurrido cuatana de su casa de Quito de que sería la elegia de sus notas, que pasaban aleasesinado, aún en brazos de su mujer.
renta y ocho horas de haber sido herido teando por encima de los gajos grises, en el motín de Chuquisaca. El Mariscal, dice el historiador, no preñados de amor, de los trigales dor Pronto hubo de sacrificar el Nariscal hizo de ello caso, mas, es lo positivo midos, se le metía en el alma como un al bien público la tan anhelada vida que se preparó al viaje, que forzosamente había de considerarse riesgoso, siquiera alarido pavoroso que viniera de muy privada: la injustificable agresión del lejos, acaso del fondo de aquella tumba, Perú al territorio de Colombia puso de se considerara el estado de agitación en en donde dormía la última juma su ma nuevo en las manos de Sucre la siempre que se encontraba, por entonces, la Redre in feliz!
vencedora espada «nunca manchada con pública.
Un salto, violento y angustiado, cual el orín de la guerra civil, para que en El 10 de noviembre de 1829 hizo el Gcsi taimada alimnana le hubiera picado en Tarqui brillara una postrera vez el 27 neral su testamento cerrado y lo entregó alguna de sus plantas desnudas, destacó de febrero de 1829.
al amigo de sus confianzas en Quito, el sobre la manta cinematográfica del pai Salvado el honor de Colombia en el el General don Vicente Aguirre y Mensaje, la figura de Meregildo, larga, tré Portete, volvió el Mariscal a Quito, en doza, el mismo a quien había dado sus mula y perpendicular; y a quien los marzo. Los intereses de la Patria que el poderes para casarse con la Marquesa rancios atavismos de su espíritu, movie había ayudado a formar le arrancaron, de Solanda, y el confidente a quien, ron los dedos de su mano derecha en el de nuevo, del lado de los suyos, cuando desde Bolivia, encargaba velar por una relieve supersticioso del signo de la cruz; ni siquiera un año había logrado de la niñita, Simonita Sucre, que fuera fruto de y con el cual asustado y convulso se tranquilidad y el encanto del hogar. En ciertos devaneos del General en Guaya Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica