136 REPERTORIO AMERICANO. Enrio de lu sufort)
CABEZA, de seminarista me Retratos Franceses lancólico de Pascal, con la falsa adolescencia de los Blas Pascal enfermos: poca sangre, poco tendón, pequeña espalda. Pero no estropeó esta cabeza el duende de la vejez, que pellizca el cabello en las sienes y lo ralca, que relaja la varita de la inirada la inejilla la ofende con un garabateo de hoja al revés.
Ojos grandes y validos para la geometria generosa, que, dice alguno, los nutre de espacio y los fortifica; ojos que iniraban cubriendo lo visto, a lo padre.
La misma nariz de otros mayorales del tiempo, que deja caer de su rieda a varios semejantes y ensaya en varios uno. excelente: nariz del Gran Condé y de Arnauld, que aligeraba su cara con no sé qué aire agil de rama del rostro. La barbilla a donde dicen que se abaja y se engruesa el limo de la cara, apenas hace avellana.
Un paño de tristeza real encima de la cara. En la oración cuenta él que recibió mercedes y la pena no se le fué; el juzgar fácil y preciso como un gana de convencer y de ganar.
corte en la miga, que fue otra mer (También quiso él ganar, como nosced, no lo consoló; ni sacó alegria de otros. su propia escritura obediente a su Tristeza de los que se quedan mucho solos, comen solos, rezan solos, y Dios les pesa más encima. Entran a un cuarto que tiene el inuro lleno de dados de libros; que no valen para jugar; se están ahí sentados con.
una hojita de papel sin gesto delante; van poniendo en ella como Bernardo Palissy en sus platos, cosas vivas que se les endurecen y otras veces la hoja se les queda igual, en pura espalda vuelta.
Lástima de Jacqueline que se fué sin hacer caso desu reproche con llanto dentro, y cerró con un golpe de terca y de santa la puerta del cuarto de dados, y lástima de Margueritte que iba a visitar, conversaba y reía un rato, pero no se quedaba.
Acedia de Blaise Pascal, excenta de los motivos nuestros cuando andamos asi: el mal comer, el escaparsenos una presa o el saludo bizco del amigo; pura pena, me diria él, de ser el hijo de uno que desobedeció hace mucho tiempo, y de llevar el mismo hueso dudoso de pez que era el suyo, y que se nos dobla en la prueba de Dios, la cañitu que cruje y a veces se rompe.
Dlas Pascal. Esa mañana, mientras Gabriel, arrodi Era él solo. pársele, se tendió boca abajo en el duro llado frente a la puerta de la cocina, suelo. Con la frente apoyada en los crufrota los cubiertos de inetal blanco, se De la obra Sub Terra. Cuadros mineros.
Editorial Chilena. Santiago de Chile. 1917 zados brazos y el cuerpecillo rígido le ocurre, de pronto, el proyecto muchas extendido en el pavimento, hacia esfuerveces acariciado de huir, de ganar el De súbito, los sones bulliciosos de zos sobrehumarios para repriınir los sollomonte que rodea al pueblo para diri una charanga atruenan la desierta calle. zos que, en oleadas incontenibles, puggirse, en seguida, en busca de sus her Es la murga de unos saltimbanquis, que naban por romper la barrera que les manas. Desde hace tiempo, el pensa recorre el pueblo, invitando a los veci oponían los convulsos labios.
iniento de reunirse a las pequeñas, de nos a la función de la noche. La música Un paso callado resonó en el corre. verlas y de hablarlas, es su preocupa pasa y se aleja escoltada por la chiqui dor, y casi al mismo tiempo, una voa ción inás constante. Qué suerte les ha llería, cuyas voces y gritos sobresalen femenina profirió colérica: brá cabido. Serán más felices que él? por encima de las notas agudas del cla Mira, tú te has propuesto queY se esfuerza por creerlo así, porque la rinete.
marme la sangre. Ya es hora de almorsola idea de que tengan también que Al oír aquel ruido, parecióle a Gabriel zar y todavía no está puesta la mesa!
sufrir penalidades como las suyas, lo que despertaba de un profundo sueño. Qué haces aquí botado en el suelo?
acongoja indeciblemente.
Animáronse con una llama fugaz sus Gabriel, que se había incorporado ráMas, como siempre le acontece, las pupilas y su marchito, semblante se pido, con el semblante enrojecido, inun. dificultades de la empresa se le presencoloreó débilmente. En un momento, se dado de lágrimas, so volvió hacia la tan con tales caracteres, que se desco halló trasportado a los tiempos no muy puerta y al ver la amenazadora figura razona, conceptuándola irrealizable. Re lejanos en que él también corría tras del ania, de pie en el dintel, cogió presiden tan lejos las pobrecillas, y él carece de los payasos; y, el cuadro de su feliz: suroso el cepillo y la tiza, y con los de dinero y do libertad para emprender hogar, con sus cariñosos padres y sus ojos bajos reanudó en silencio la tarea.
el viaje!
graciosas hermanas, presentándosele ví. Nuevamente la voz resonó furiosa. Un abatimiento profundo se apodera vido y tangible, evocó en su espíritu. Qué no oyes, bribonazo, lo que to de su ánimo. Nunca podrá vencer esos un enjambre de recuerdos que le traspa pregunto. Por qué llorabas? Di; resobstáculos! acometido, de pronto, por saron el corazón como otros tantos pu ponde.
una de esas crisis de desesperación que ñales.
Un vivo rubor cubrió las mejillas del le asaltan de cuando en cuando, quédase Una niebla densa empañó sus ojos, y pequeno, y con voz trémula balbuccó algunos instantes inmóvil, con el rostro apretando con fuerza las. mandíbulas suave y dolorosamente, sin alzar la vista ensombrecido, llena de tristeza el alma. para ahogar un gemido pronto a esca del suelo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica