REPERTORIO AMERICANO 141 sangre so agolpó al cerebro y, resbala ropisa de la ventana, donde se arro su rostro anónimo, pudiera lando on algo viscoso, cayó desvanecida llena muellemente junto a los cristalcs. su voz, ser música sin notubre.
en el pavimento.
De vez en cuando, con expresión irónica y desdeñosa, fija sus verdes pupi¡Oh simpatía de lit vidid las en aquel niño de rostro do cera, con ¡Oh comunión que me ba valido, Minutos después, un gato do blanco y la cabeza reclinada en un ángulo del por el encanto de un sonido lustroso pelaje avanza silencioso hacia sillón en que está sentado, y en el ser, sin quererlo, poseila!
ese pinto del dormitorio y se detiene cuerpo informo y voluminoso del ama, ante algo húmedo que hay en el piso. echada de bruces en al suelo, con las Saludo al Hombre Observa atentamente el obstáculo, aproxi rojas disciplinas en la dicstra y la cama a él sus rosadas naricillas y, de beza entre esos pies desnudos que cuelCon mayúscula escribo tu nombre y te saludo, súbito, con la irrespetuosidad que carac gan blancos, rígidos, y debajo do los Hombre, mientras depongo ni feinenino escudo teriza a los de su raza, salta sobre la cuales se extiende un ancho tapiz de en sencilla y valiente confesión de derrota.
espalda incrte de su dueña y de ahí a púrpura.
Oinnivoro: nuciste para llevar la cota y yo el sexo, pesado como el carro de acero, Baldomero Lillo y humilde (se delata en función de granero. brindo por tu adiestrada libertad, la soltura conyie te sientes hijo claro de la natura, y lector aplicado de aquel su abecedario Poesías de Alfonsina Storni que enseña el solo verbo que es interplanetario.
Mas, no con gesto humilde, instintivo, anhelante. Del tono Ocre, Editoriul BABEL, Buenos Aires, 1925.
tu pecho se deforma en boca del lactante.
No se ajusta a tu carne pasajera belleza El engaño a mi pesar arrastras, colgante de tu espaldu, que se acrece con artes que lo son dic pereza: como un manto purpúrco o una roja guirnalda, Soy tuya, Dios lo sabe por qué, ya que tu juventul, más alta, se hace de pensamientos por la ciudad del Plata mi corazón de acero. comprendo (de una categoría mejor qilo la de ungüentos)
que habrás de abandonarme, friamente, inañana. No eres el Desligado, Sire, por excelencia?
y que, bajo el encanto de mis ojos, te gana Traición Salud! Eu versos te hago mi fina reverencia.
otro encanto el deseo, pero no me defiendo.
Sobre mi alma que era aldida cal, en este dulce comenzar de otoño, La palabra Espero que esto un día cualquiera se concluya, no sé de dónde, se insinuó un retoño pues intuyo, al instante, lo que piensas o Naturaleza: gracias por este don supremo y un muevo amor me da su bien y mal. quieres.
del verso, que me diste. Con voz indiferente te hablo de otras mujeres Me ausculto ahora, miro este inicial yo soy la mujer triste y hasta ensayo el elogio de alguna que fué tuya.
a quien Caronte ya mostró su remo.
amor con miedo y se me antoja un moño Pero tú sabes menos que yo, y algo orgulloso rojo, en un traje pálido de otoño. Qué fuera de mi vida sin In dulce palabra?
de que te pertenezca, en tu juego engañoso ¿No di palabra a una pasión ideal?
Coino el óxido labra persistes, con un aire de actor del papel dueño.
suis arabescos ocres, Corazón que me vienes de mujer: yo me grabé en los hombres, sublimes o.
Yo te miro callada con mi dulce sonrisa, hay algo superior al propio ser mediocres.
y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa, en las mujeres: su naturaleza.
Mientras vaciaba el pomo, caliente, de mi pecho, no eres tú el que me engaña; quién me engaña Traiciono a cada instante sin querer, no sentía el acecho. es mi sueño.
luego lloro y desnudo, con noblezit, torvo y feroz, de la sirena negra, la llaga obscura que en mi pecho pesa.
Capricho Me salí de mi carne, goce el goce nás alto. Con quién me has confundido, oh precoz Una oponer una frase de basalto primavera al genio oscuro que nos desintegra.
de mi año treinta y uno. Con un tronco rosado?
Es alta y es perfecta, de radiadas pupilas ¿Porque has visto mi cuerpo en el campo parado azules, donde acecha, perezosa, una Eva. Divertidas estancias a don Juan creíste que era un árbol o alguna enredadera?
Su piel es piel de fruta. Su blanca carne nievu y sus trenzas se tuercen como gruesas anguilas.
Noctámbulo mochuelo, por fortuna tú estás ¿Confundiste mis ojos con dos fiores de cardo?
Un bosque de oro crece en sus blancas axilas.
bien dormido en el suelo ¿Mis cabellos con una dorada pelnsilla?
De los árboles rompe la yema fina y nueva.
y no despertarás. Con un fruto ligero mi apagada mejilla, Su boca es de la muerte la tenebrosa cueva.
y mi Côty con una emanación de nardo?
Su risa daña el pecho de las aves tranquilas.
Si tu sombra se alzara vería a la inajer Pues como si raíces me fueran los talones, Pasó ayer a mi lado, las caderas redondas, midiendo con su vara tu savia de septiembre me sube a borbotones los duros muslos tensos soliviando las blondas, tu aventura de ayer y me inunda las venas de lenguajes diversos.
los labios purpurados, y miedo tuve al verla, planta humana al cabo, por el abierto poro La flaca doña Elvira, Pues, de tal modo es ella, y a, la predestinada de la piel sonrosada, en guirnaldas de oro, la casta doña Inés, que, se comprende al verla, cainina, abadonada, se escapan y ine cubren los alocados versos hoy leen a Delmira, hacia el hombre primero que debe poseerla.
y a Stendhal, en francés. un desconocido Caballeros sin gloria, En esta tarde de oro, dulce, porque supongo sin capa y sin jubón, Voz escuchada a mis espaldas, reaniman tu memoria que la vida es eterna, mientras desde los pinos en algún viaje a las afueras, las dulces flautas suenan de alados inquilinos a través de un salón.
mientras caía de mis faldas siento, desconocido, que en tu ser me prolongo.
el diario abierto. de quién eras?
No escalan los balcones Los encantados ojos en tu recuerdo pongo: trás el prudente aviso, Sonabas cálida y segura ¿quién te acuñó los rasgos en inoldes aquilinos para hurtar corazones Como de alguno que domina y un sol caliente y muerto te puso en los divinos imitan a Narciso.
del hombre obscuro el alma obscura, cabellos, que se ciñen al recio casco oblongo?
la clara carne femenina.
Las muchachas leidas ¿Quién eres tú, el que tienes en los ojos lejanos de este siglo de hervor el brillo verdinegro de los muertos pantanos, No me di vuelta a ver el hombre se inueren de aburridas en la boca un gran arco de cansancio altanero. en el deseo que me fuera sin un cosechador.
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