REPERTORIO AMERICANO 283 La Ciudad de Dios sobre la Tierra. las pupilas cual si esperara ver aso acostumbrada a inis respuestas. el Si.
narse allí como a un agua verdosa, la día que decidi pesar en tu destino, con Un imposible. social!
flor de una imagen perdida.
trai conmigo misma la promesa sa grada Yo no pretendo afirmar nada. Pero Guillermo.
de no hurtarme a la miseria de mi existodo lo que el hombre concibe puede Algo muy dormido, muy dormido, pa tir si tú curabas. El amor mutuo no: realizarse, cuando se inspira en el amor! recía, pugnar en él por resonar en un nom salvó, dejándonos en la ribera de esa Qué ideal plebeyo! murinuró por lo bre, algo muy sensible se movía dentro tierra de bondad. todo ha sucedido bajo un colega envidioso, haciendo como con ansia subterránea, instintiva.
como en los cuentos. al menos para ti.
que encendía un cigarrillo para deslizar Guillermito.
Junto a ellos curioseaba, alerta, alsu opinión adversa al oído de un amigo. la pequeña mano do contacto ásguna gente: se veía brillar um perfil, Sonrió el autor que había escuchado, pero se oprimió sobre la suya, como re una joya, una seda, wa piel.
volviendo el rostro hacia la sala roja cobrando algo. perdido en el tiempo. Vamos, mamá. Una figurita mainundada por la rica luz de las lucer recuperado al fin.
gra, rubia, un poco anémica reclamaba ras de cristal que se habían encendido. No te acuerdas de mí?
la atención de la señora, dulcemente.
Corridos los cortinados de felpa, la ele Algo triste y roto el cristal de la Es mi hija menor. pronunció ella, gante concurrencia desalojaba muy des voz sonó com um tinbre lejano.
volviéndose hacia el escritor.
pacio, bajo la impresión a la vez angus ¡Ah, si! La voz veladora de una fiebre. Muy parecida. a ti, entonces.
tiosa y bella del final. La querida, adorable voz que tenía color, como sacudido por una súbita iden. La verdadera plebeyez sólo reside perfume, esperanza! La voz juvenil, que liaciendo señas de que aguardaran, peen el espíritu. no hay otra selección brada un día por el sollozo y recobrada metró en la sala, volviendo al rato con que la que vive infusa en cada alma. después en el sacrificio! La que sueño, una preciosa niña morena, eu vuelta cu No se puede esgrimir la palabra plebe a sueño, erguía los peldaños de la «pa la nube rosa de um traje de tul.
como un insulto contra una porción de tria imaginaria. Mi única hija. Una amiga de toda mi humanidad, sin merecerla de igual modo. Elvira Madre!
vida. empujando a la muchacha hacia La mirada recta y aguda del escritor Tendía los brazos recios, ofreciendo la rubiecita instó con cierta vehemencia: sacudió un frío desprecio sobre el sem íntegro el pecho a la imagen del pa. Abrázala!
blante algo demudado, del otro.
sadlo. La maternidad del espíritu, la po Un ligero rubor tiñó las mejillas Varias personas les separaron en su derosa maternidad que so yergue sobre de la niña que abarcaba la espectativa afán de saludar al autor. Las damas acu la sangre misma. reclamando a domi del conjunto curioso.
dían con su pintada sonrisa y una efu nio más profundo, reposa ba a hor sobre Papá!
sión emocionada, tendiendo la mano presa su corazón igual que un símbolo vivo Pero ya un impulso generoso la haen el guante suave o luminosa de joyas. de aquella tierra de justicia y amor, la bía llevado a ceñir a la otra im poco En la atmósfera densa, balsámica y concebida por el sentimiento y para el pálida y sorprendida.
colorida del hall, no faltó la araña en sentiuniento, la del lenguaje universal de Se abrazaron conmovidas.
vidiosa que urdiera la tela gris de la signos duraderos y pacíficos. He aquí un final hermoso y prácopinión contradictoria. Dónde estaba. Dónde estabas, El tico de «la patria imaginaria» murmuró «La obra es en partes autobiográfica. vira? Jamás te he olvidado. Las veces un amigo rodeando afectuosamente um Como él se levantó de la nada.
que ha pensado en ti, el niño rescatado brazo del escritor.
Firme, sonriente, el autor recibía los de la muerte y ganado para el ensueño. Si!
homenajes con la segura gallardía del por ti, sólo por ti! En todo lo que he con la visión ausente, el hoinbre que tiene suficiente talento como para escrito puedes reconocerte. Mi gloria está cabal y victorioso, reveía otro abrazo no ignorarlo y bastante cultura como hecha con el perfume do tu bondad. Mi dado a un niño febril y casi moribundo, para no envanecerse.
deuda es infinita!
por una muchacha que había perdido Entonces, por segunda vez en la noche, Do muy hondo, de muy lejos volvía la ilusión más cara de la juventud. la mano tímida, le asió muy despacio. la voz amada: le sonaba muy clara la voz con un timInclinóse él hacia la mujer, blanca, bo. Tampoco yo te he olvidado, Gui bre no empañecido por el tiempo: rosa, como si con aquel movimiento llermo, Guillermito, porqne tu rescate vas a ser muy feliz.
casi ajeno de curiosidad, hubiera de cie fué el precio de mi reconciliación con. Como en esa tierra que tu dices?
finir su rostro demasiado pálido, de ras la vida. Yo sólo deseaba morir, perdido. Como en esa tierra, si!
gos fatigados.
el norte, aniquilado el ruumbo. Pero tú. Qué deseaba, señora? En qué puedo decaído y enferino, me ata bas a la tierra Maria Alicia Dominguez serle útil?
amarga, con la cadena febril de tus braY la miraba fijamente al cristal de citos, con el cable de tul curiosidad Buenos Airer, marzo de 19:30.
Pocmas.
lbo y Liberación (l irreu de la pinind 281. La Vida cambia. Ya no soy aquella timida adolescente que enjoyaba sus manos con rubíes y soñaba cerrar su cenidor con una estrella.
Mi verso ya no quiere confesarte He salido le mi, soy libre y siento que dejo atrás un claustro donde el viento es el fantasına azul que hoy va a cantarte.
Ol, tierra pura, tu sabiduría destila en mí como un reposo lento y ya no soy In entraña lastimada, ni el corazón que se cansó latiendo ni el cirio fiel que ardió en altar profano ni el labio que sangró en canto, un secreto. sin embargo, como tú y el arte sois la vena y la sangre, este lamento me sofoca en latilo y en acento. Quién era yo para crucificarte?
Soy como tú, plural, soy el reposo, soy a la vez el dinainisino inquieto, el goce de existir y la tragedia de perdurar sufriendo.
Estoy pálida y seria. No destella mi risa aquella fe que iluminaba toda mi vida, haciéndola tan bella.
Fluyen los días; la confianza acaba.
Hoy no tengo más piedras que mis ojos como dos joyas fúnebres y ardientesY en la boca un coral de muertos rojos, aquel recuerdo que es en mi destino la piedra azul, en cuyas transparentes nguas, tiembla un veneno florentino. todavía tu recuerdo vierte Como un aceite rojo en esta herida sobre la que oprivní una venda fuerte.
El dios ha muerto, pero está el. santuario.
Liberación al precio de la vida. Quién ha de ver mi culto solitario?
En la rueda estrellada de la noche siento rolar sin treguia hacia lo eterno el pensar ya maduro de preguntas, pero se queda aqui mi sentimiento, enredado al encaje de los árboles y quemado en la llama de los pétalos. Vida profunda y dulce de la tierra, piérdeme en ti después que me haya mierto Maria Alicia Dominguez Barnos Aires, 1401. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica