372 REPERTORIO AMERICANO RUNTINIPIVNIMI NAHISIRRITUR LINU 1900MPETITURANTE Distribución de premios. Viene de la primera prigina)
STUDIO ARIAS (FOTO SOTILLO)
TELÉFONO 2437 Está Ud. pensando como puede sinceramente decir gracias!
por un Inesperado regalo?
Envie Ud, el más personalísimo reconocimiento: SU RETRATO.
Haga Ud.
una visita hoy a LUIS ARIAS, FOTOGRAFIA SOTILLO SAN JOSÉ analimлімді минианинини ангинітапимнинні HINDWONDIC más le debemos cuanto más tenemos; luego más alta moralidad, más profundo saber, mayor esplendor de ingenio debe la patria esperar de vosotros, que de los que no han obtenido esos premios; o ellos no serían la justa expresión comparativa de vuestra buena conducta, vuestra consagración al estudio y vuestro adelantamiento científico.
Obtener los premios de la Universidad es ser designados para llevar la vanguardia en el movimiento intelectual del país. Avanzad, pues, señores! Abrid el camino al medio millón de alumnos que ha empezado ya a formar la Nación, como su ejército escolar permanente. Ese ejército os sigue muy de cerca. De todos los Estados vienen sus himnos triunfales, que refundidos en una sola armonía marcarán de hoy más, firme, libre y feliz el paso de la República.
Ahora bien. hacia dónde deberéis dirigir ese paso? Sobre esto os expresaré mi opinión.
Vuestros padres combatieron, y su victoria se llama emancipación; vuestros hermanos mayores han combatido y su victoria se llama libertad; vosotros tenéis que combatir, y vuestra victoria deberá llamarse paz y conciliación; deberá llamarse seguridad y crédito; cleberá llamarse vías de comunicación y comercio.
Independencia nacional, libertad política, vida industrial, han venido a ser, pues, para nosotros, fases sucesivas del progreso, repartidas como porciones de una misma obra entre las subsiguientes generaciones de una misma patria. no seréis vosotros por quienes se juzgue a los hijos de la República menos capaces que los hijos de la Colonia para el cumplimiento de su respectiva tarea. No degeneraréis de la raza que retuvo el aliento durante trescientos años, para purificar el suelo de la patria como con un solo soplo, que fue un huracán de victorias. No bastardearéis de una generación que aceptó para sí sola todo el sacrificio de sangre, a fin de que, libres vosotros de esa terrible responsabilidad, pudieseis fecundar las instituciones que ella os deja fundadas, y que sólo os exigen, si queréis ser libres con ellas, la honradez de ser sensatos para comprenderlas, la sensatez de ser honrados para practicarlas.
La fecundación de esas instituciones, que encierran en sí los sacrificios del pasado y las esperanzas del porvenir, os imponen deberes correspondientes, de que me atrevo en esta ocasión solemne a señalaros los principales.
Así como los lugares tienen la sombra de sus propias alturas, así las épocas tienen los padecimientos de sus grandezas respectivas. Por el fuego de las revoluciones, como por el lecho del tormento, 110, pasan jamás honbres ni pueblos sin que les quede algún desasosiego en el ánimo, alguna cicatriz en la carne, La generación a quien vosotros sucederéis no ha podido, ella tampoco, dictar el oráculo de las libertades civiles sino entre los dolorosos espasmos que son a un tiempo el signo y la expiación de las grandes inspiraciones. Ella ha tenido que sudar el sudor de sangre que constituye conjuntamente la prucba y cl precio de las redenciones eternas.
Vosotros, pues, tendréis que entrar como sangre nueva y generosa en venas que las civiles discordias han amargado y los campos de batalla empobrecido. Tenéis que continuar el debate providencial de las opiniones, con el solo lenguaje de la convicción honrada, única que, segura de su propia duración, no tiene la impaciencia de imponerse por el sofisma o la fuerza. Tenéis que sustituirnos en el ejercicio del poder público, poder que no os llegará a tiempo sino cuando no lo llaméis cuando os resignéis a recibirlo con la unción patriótica que sólo os puede dar una elección verdadera, y a desempeñarlo con la eficacia moral que nace exclusivamente del afecto y la confianza del país.
Esos son, en suma, vuestros deberes políticos.
En cuanto a la parte económica no os corresponde ninguna extraordinaria labor. No hay en nuestra patria estructura de privilegio o armazón de monopolio que ciegue la corriente de la industria, que la desvíe o la estanque contra conveniencia o justicia. Sobre un suelo que tiene todas las fecundidades y que no soporta desigualdad institucional ninguna, en obra de producción, el capital y el trabajo no darán entre nosotros, como han dado en otros pueblos, el desalentador espectáculo de combatirse, como los gemelos del patriarca, desde las entrañas maternas.
No se exige de vosotros que creéis la riqueza instantáneamente, como fue creada la luz. No: es clla la que se ha de crear a sí misma, ya que Dios puso hasta en sus menores porciones la virtud del principio y la eficacia del germen. Lo que podéis y debéis hacer vosotros por la riqueza, es acrecerla con el trabajo y el ahorro; atraerla con la seguridad y el buen trato, para que el crédito la propague, la asociación la fecunde y la equidad la reparta.
Eso será suficiente para que ella junte los océanos, nivele las cordiIleras y pueble las soledades; que de todo ello necesitamos para entrar en comunicación con el mundo, y todo ello vendrá con la paz, la perseverancia y el tiempo. Seguramente Dios no ha levantado como un velo nucstras montañas, ni extendido como un palio nuestros bosques, sólo para hacer pasar perpetuamente, y como reyes proscritos, a nuestros ríos solitarios por nuestros valles desiertos. Desechad, desechad vosotros también la aniquiladora teoria que nos declara incurablemente incapaces de salvar los estorbos que nos aislan, como los demás pueblos han salvado los que los aislaban a ellos; y que pretende hacernos creer que las riquezas naturales que nos rodean 110 son la parte con que nos corresponde contribuir para el festín de los pueblos; sino la mera ración de una raza prisionera de por vida; o el viático de la muerte que en cada sepultura depositaba el salvaje.
No, señores. Nuestro deber colectivo indeclinable, nuestra tendencia irresistible, ha de ser la de abrirnos camino a los horizontes del mundo.
Necesitamos ya la atmósfera del comercio universal para nuestra respiración de pueblo civilizado; y podemos, debemos romper las ligaduras que nos sujetan. Ni la historia ni aun la imaginación han representado todavía a todo un pueblo en la condición del antiguo Encelado; es decir, amarrado con la eternidad de una cadena a la eternidad de una roca.
Esa suerte la merecía sólo el pueblo que delante de las dificultades que le cerrasen el paso, no tuviera la fe y la resolución del profeta que arrojó su propio manto a las olas para que le abriesen camino.
Así, pues, si las cordilleras son las fortalezas que ahora nos combaten; si son los desiertos los campamentos que nos sitian ahora; si las distancias consumen nuestras fuerzas y el aislamiento anula nuestros recursos, apelemos ya a la ciencia, que es la única artillería que puede herir a esa altura; al riel y al alambre, que son las únicas alas para salvar ese abismo; a la paz, que es la salud necesaria para acometer esa campaña; y a la unión, que es el solo aliado con quien se puede conseguir esc triunfo.
Esa es la tarea social de la nueva generación. Es ella la que ha de herir con la vara del trabajo nuestras regiones que, como el Horeb, sólo aguardan a los Aarones de la industria para desatar sus raudales. Es ella la que ha de abrir para esos raudales el canal del comercio; canal que a un mismo tiempo lleva la corriente y la trae; porque el cambio, como se ha dicho de la caridad, con un mismo acto realiza la satisfacción del que recibe y la satisfacción del que da.
Por tanto, miembros de la nueva generación, los que vencisteis ayer, los que habéis vencido hoy, los que habéis de vencer mañana, apercibid para la tarea que os está encomendada. la ciencia, que señala el camino; el trabajo, que atropella el obstáculo; la asociación, que multiplica las fuerzas, y la libertad, que distribuye los frutos.
Preparaos a ser ciudadanos, a ser gobierno, a ser una patria que de todos los productos haga, por el cambio, una riqueza común; de todas las opiniones, por la tolerancia, una misma doctrina; de todos los derechos, por su cficacia, una libertad efectiva; de todos los Estados, por la confraternidad, una república indivisible; y de todos los colombianos, por el amor, una sola familia.
No creáis que falte a vuestro trabajo el prestigio de la dificultad.
Delante de todo reino prometido, en la ciencia o en la industria, se extiende siempre el desierto de la desconfianza y de la prueba; a ningún mundo nuevo, de cosas o de ideas, se llega jamás sin arrostrar las tempestades de la naturaleza, que son grandes, y las cóleras de los hombres, que son mayores.
Aun podréis aspirar a una palma, como nuestros proceres. No es mártir sólo el que rinde la vida al poder de los suplicios, ni libertador únicamente el que aparta los grillos del pie del hombre, o el yugo de la cerviz de los pueblos. Hay también sacrificio en el sacerdocio paciente y abnegado de las ideas; y en el reino de la justicia no se cuentan por más las cadenas quitadas que los abusos corregidos o los errores rectificados.
No creáis que vuestro instrumento, la razón, pese menos que la espada, o devors menos que el tiempo. Recordad que la sabiduría no llegó a nacer jamás, ni aun de la cabeza de un Dios, sino al doble golpe del dolor, que es el estudio, y del hacha, que es la necesidad. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.