Individualism

118 REPERTORIO AMERICANU vez en cuando, Florinda solia hacer una ub oscuridad. Esto los hizo acercarse instintiva un poco de harina, pero la duda fue momcoservación: mente, y Nicomedes rodes con su brazo el tánea. Subió al caballo y echó a andar por la. Asi como vamo, podemo alojar en el esco. talle casi varonil de la serrana. En este ins orilla de la inontaña. Pensaba, haciendo su gesto rial de la auna, esta tarde.
tante volvieron a desaparecer los recelos en habitual de indiferencia. Ella es baqueana y Nicomede la miraba sin responder; y desel corazón de Florinda: el aliento cercano del llegará luego. pués de largo silencio, como si de improviso mozo era un fuego devorador que consuinia Volvía a inquietarle el porvenir, pero era se arrepintiera de su descortesia, preguntaba, suis dudas, como las llamas los brazos resecos una duda pequeña y casi imperceptible: 110 te.
procurando ser ainable: de los quillayes en los roces. Nicomedes, mia persecuciones y el camino hacia adelante. Qué es escorial, Florinda?
al estrujarla contra su cuerpo, no mentia. La era sencillo, sin obstáculos. Pasada la laguna Una casa e pieira, respondia la moza, Cull soledad, el ruido, la muda solemnidad de la llegaria a los guadales cuyanos, y luego la tenta de que Nicomedes la consultase algu montaña, convertian en ternura lo que antes painpa y las estancias, donde el trabajo no le na vez.
era odio y malhumor.
faltaria. y Florinda? Florinda era un accidente El bandido habla resuelto separarse de ella No pensaron en preparar la comida. El cre de la jornada, el chorro de agua con que se en cualquier momento favorable. Sabia, por la ciente hielo de la altura, a medida que la apaga la sed, el pedazo de pail que se pide misma Florinda, que orillando la laguna del sombra se enseñoreaba, los hacia apretarse el por favor y apenas se agradece, el vaso de Maule, hacia el puelche, llegaba en tres horas uno contra el otro desesperadamente. La vida leche que se regala en todas partes en la a los primeros puestos de pastores argentinos.
triuufaba de nuevo de las miserias y peque sierra: alli quedaba durmiendo apaciblemente.
El alimento produciale inquietud, pero cra 116 neces de la bestia humana como en aquella Cuando despertara, se daría cuenta y volvería cesario dejarlo si no queria descubrir sus in lejana noche mitológica del Paraíso; y al unirse a la choza; a lavar la ropa, a hacer la comida, tenciones. Ya encontraria en el camino quien en un beso ardieiite, sobrehumano, no erani a tejer la lana hilada por la abuela; y el a vile diese un ulpo o un pedazo de carne. Cru L11 hombre y la mujer sino la raza humana vir, libre, solo, sin preocupaciones, sin penisazóle varias veces por la cabeza, la idea de en cuyo abrazo de amor duerme la semilla mientos, quizá a pescar una cuyanita con tiedarle un empellon en un voladero; y librarse eterna de la vida, el grito gozoso de la es rras que lo sacase de la vida de vagabundo y asi de ella; pero la soledad de la sierra lo in pecie.
lo hiciese patrón de un golpe. Por que no?
timidaba, llenándolo de supersticioso sobreco Poco después, la luna inunds la tierra de Nicomedes Román no era cualquier cosa.
gimiento. Él no era, tampoco, un asesino. Se purísimas claridades; dnia hermosa luna brunida, En su pensar confuso y enredado como una complacia en evocar su pasado militar; y en lavada en agua de nieve, que trocó en fantas rama de michay, el milagro de su escapada, su desaliento y en su fastidio, la visión de su mas amenazantes los espolones de la miontana su resistencia fisica y su fortuna amorosa, cotraje de cabo en las brillantes paradas, era como y en regueros de fundida plata los cursos de braban un prestigio vencedor y prepotente; el una resurrección de nobleza y de orgulio. Orgullo agua que caracoleaban ell sus faldas, en busca mismo que lo hacía clavar las espuelas al ca.
de su persona, de su apostura. La mujer en este de la dorinida apacibilidad de la laguna. ballo y el mismo que borraba los débiles recamino triunfal era a lo sunio algo más que el vaso mordimientos, como la luz del sol los girones de chicha o la soldada misera del conscripto. Lu VI de sombra refugiados en los vanos de las risesencial era su fuerza, su belleza, el orgullo Nicomedes despertóse molido al quebrar los queras abruptas.
de sentirse militar, hombre audaz; lo secunda pálidus albores de la mañana. En la boca de rio, la hembra, que tropezaba en su camino, la cueva aclarábase por momentos la gran Florinda se dio cuenta sobre la marcha de la fuasi como se tropieza con un billete en inedio mancha gris del amanecer; y como en el objega de Nicomedes. Antes de que su busto se en.
de la calle. Cuestión de bucna suerte, en suma. tivo de ui anteoju veiase un pedazo de moi derezara en los crujientes pellones resecos había Esta decisión, sin embargo, lo hizo redoblar taña sin árboles, y la laguna verdinosa al pie. adivinado que el hombre la dejaba sola en la su amabilidad. La cuestión era no despertar Intentó incorporarse en los pellejos, pero el sierra. Casi no le tuvo odio; habia en el fondo sospechas en Florinda; y ladinainente indagar: agudo dolor de sus carnes molidas lo hizo de su naturaleza ruda, un vago aroma de agracuál era el verdadero camino de la Pampa. apretar los dientes de rabia.
decimiento, algo asi como la gota de perfume como una curiosa reacción, la muchacha Trataba de pensar en el terrible viaje y en que duerme en la dura corola de la paravia comenzaba a dudar. La actitud indifere te de lo que haria después, pero sui cerebro estaba cordillerana; y solo le causaba tristeza 10 Nicomedes, su desdén mal disimulado, Vena tan inerte como los músculos que ahora estisentir cerca de ella la silueta varonil del baubanla de una pluizante desazón. Empezaba a raba con grandes precauciones para no sentir dido, la tranquila fuerza que parecia brotar ver claro; pero seguia adelante ubstinada las punzantes magulladuras.
de sis anchas espaldas y, de sus brazos nermente.
Echó a un ado la manta que había servudos.
Las palabras sentenciosas de su madre, apa vido de cobija; y se puso de pie con toda clase Al salir a la explanada, creyó divisar al recian ahora ante sus ojos con un extraño tinte de precauciones para no despertar a Florinda. mozo que se alejaba por la orilla de la monde fatalidad.
Apretose la faja roja a la cintura, y entre taña; y gritó con todas sus fuerzas en un arre Cuidao, Florinda, los guainas son como un par de bostezos interminables, al ver a la bato consolador, desesperado; pero los gritos risqueras vanas; por juera parece que hubiera moza que dormia profundaniente, quietamente, repetidos de cajóni en cajón y de garganta en ná, y aentro hay escondio un zorro.
apoyada la cabeza en los pellones de la silla garganta, fundianse en la sonora transparencia la moza veia a este zorro, de hocico pun de inontar, recordó con súbita precisión lo que del aire cordillerano como gotas de llovizna tiagudo, asomando su cabeza para inspeccionar había hecho y lo que fatalmente debía hacer. en el agua de una laguna.
el camino, por debajo de la pena gris, que En su naturaleza casi animal dormia en gér Luego sintisse muy sola: humedad de lágripara todos era impenetrable como el pensar men el individualismo bravio de los araucanos, mas parecia subir a los ojus frios, inexpresivos, de los guainas.
el aislamiento primitivo de las razas sin por mientras con hábil presteza ponia los pellones Caia el sol cuando llegaron a la laguna del venir.
en el lomo de su caballo.
Maule; un inmenso crepúsculo cristalino disol Avanzó con toda clase de precauciones hasta Al notar que las prevenciones estaban vacias, via el vago perfil de las cumbres en su ceniza la boca de la cueva y salió hacia afuera. Una las lágrimas acudieron abundantemente a sus sombría y, pesaba, con mansa quietud, sobre bandada de flamencos tendió el vuelo hacia el ojos, suaves, consoladoras, borrando incultas la laguna cuyo limpio espejo manchaba el ovalo interior de la laguna apenas su silueta apare asperezas. Como si hablase a una persona oscuro de un pato silvestre.
ció en la explanada.
querida, Florinda murmuró en voz baja, en Florinda señaló a Nicomedes la boca de la El cornetazo estridente de una corralera, dulce confidencia: casa de piedra.
seguido de un aletear ruidoso por encima del. Ni siquiera me dejó un piacito e pan. Alli ta escorial: alli mesmo alojamos con agua, lo hizo estremecerse y mirar hacia la Algunos momentos después se puso en mar.
Segundo el año pasao.
boca de la cueva donde la moza, adormecida cha. Alojó esa noche donde había almorzado Mientras desensillaban los caballos, la som en su amor satisfecho, sonaba acaso que la el dia anterior. Atraveso la sierra casi tranbra envolvió la sierra en un manto de negrura espesa barba de Nicomedes Román rozaba su quila. Al aproximarse a su casa 110 sentia reimpenetrable, y el inmenso cielo apareció es carne dura de serrana.
mordiinientos, su noviazgo era como un dulce polvoreado con millones de partículas de nieve. Era preciso obrar con rapidez, antes de que sueño al arrullo de las aguas sonoras. Temia, En el seno de las tinieblas se dejó oír la voz la muchacha despertara. Ensilló al caballo y sin embargo, que hubiese llegado su herniano.
del agua, lenta y grandiosa, como el palpitar colgó las laboreadas prevenciones en el arzon Miró hacia el pequeño huerto, verdeante de del corazón en las grandes estupefacciones. de la montura. Iba a poner el pie en el estribo pasto, que sombreaba el guindo familiar y no Por un momento, en el interior de la cueva, cuando lo asaltó un remordimiento. Hubiera viendo ningún caballo comprendio que su her.
encontráronse envueltos en la más pofundar querido dejar a Florinda un trozo de pan y mano estaba aun en la cordillera. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica